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ENSAYOS

SONIA RIQUER

Cineastas Extranjeros en México. México de paso (1896-2005)

Sonia Riquer

Publicado en el: Diccionario del Cine Español e Iberoamericano. España, Portugal y América (2012)

(Coordinación México, Perla Ciuk)

 

El cine es, sin duda, la más internacional de las artes.

Serguei Eisenstein

 

LLEGARON, FILMARON, Y ALGUNOS SE QUEDARON.

México tiene un magnetismo difícil de definir, pero cierto, el cual drásticamente atrae o repele.

Sin duda es un país exuberante que ha marcado de distintas maneras a cineastas extranjeros muy diversos. Algunos, sin saberlo, llegaron para quedarse. Otros han pasado -y pasan- largas e intermitentes temporadas bajo el cielo mexicano, y otros después de una sola experiencia en la pantalla grande, han partido para siempre, aunque son los menos. Hay quienes lograron profundizar su mirada original y única dándole otros significados y sentidos al arte cinematográfico, experiencia en común que nos hermana, con el pensamiento, la emoción, la razón y el sentimiento. En su paso por México, se teje una intrincada red de especialistas de varias ramas de la producción cinematográfica: actores, directores, escritores, productores, cinefotógrafos… gente de cine que aquí encontró o depuró su arte.

Tanto la ubicación geográfica de México como su política exterior, han favorecido la llegada de cineastas de todo el mundo, ya que en varios periodos de su historia abrió su territorio a refugiados o perseguidos de guerra; al exilio, ya sea durante el derrocamiento de la república en España y su largo periodo franquista; o cuando la caza de brujas en Estados Unidos que lanzó a personajes importantes de la cinematografía, o en los setentas, con la entrada primero de chilenos que escapaban de la tiranía pinochetista; luego de argentinos huyendo de Videla y la dictadura militar. Han sido numerosos los migrantes, quienes, de muy distintas maneras, unos en grupo y ostensiblemente otros en forma individual y discreta, eligieron, o les tocó, México en su camino. Entre los cineastas extranjeros que han estado -y están- en tierras mexicanas, existe una larga lista por detallar, en ella aparecen notables talentos que le han dado presencia al cine mexicano y nuevos rumbos al lenguaje de la cinematografía universal, como por ejemplo, Serguei Eisenstein, Luis Buñuel, John Huston y Alejandro Jodorowsky.

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No había transcurrido un año de la primera exhibición con público del cinematógrafo, en París, en aquella memorable sesión del 28 de diciembre de 1895, cuando los primeros enviados Lumière llegaron a la Ciudad de México. Era un 24 de julio de 1896; Gabriel Veyre, director técnico, y Claude Fernand Bon Bernard, concesionario, arribaron a tierras latinoamericanas para explotar el cinematógrafo en México, Venezuela, las Guayanas y las Antillas, formando así la primera pareja oficial de cineastas extranjeros en México, aunque en febrero de ese año, de manera independiente, los cinefotógrafos norteamericanos Enoch Rechtor, Samuel J. Tilden y Gray Latham, filmaron algunas corridas de toros, que sólo se exhibieron en su país.

Pero volvamos al 6 de agosto de 1896, fecha en que el presidente Porfirio Díaz, con su familia, recibe privadamente a los emisarios franceses en el Castillo de Chapultepec, la residencia oficial, y se regocija ante algunas vistas. El viernes 14 de agosto se hace la primera presentación pública del cinematógrafo para la prensa y “grupos científicos”, ante mil quinientos invitados en los “altos” de la droguería Plateros, (Segunda calle de Plateros 9, ahora Avenida Madero), la más elegante de la capital. En esa función se proyectaron de ocho a once vistas, estando entre las más gustadas Llegada del tren, Disgusto de niños, Carga de coraceros y Demolición de una pared. El dictador Porfirio Díaz, encantado de codearse en el celuloide en los programas Lumière, con el zar Nicolás II y con el presidente francés Félix Faure, permitió que lo filmara Gabriel Veyre. Durante los seis meses que permaneció en México, Veyre registró casi cuarenta vistas, escenas de la vida cotidiana que abarcan desde la clase porfiriana y los intelectuales del momento, hasta peleas de gallos, lazadores de toros, caballos salvajes y la vida de los indios, danzas, comidas y mercados. En enero de 1897 zarpa con Ferdinand Bon Bernard de Veracruz, para continuar su labor en Cuba, Venezuela y Colombia, llevando consigo las vistas mexicanas. Al mismo tiempo otros exhibidores franceses como Henri Moulinié y los hermanos Louis y George Courrich, recorrían el territorio mexicano, así como emisarios de las compañías Edison y Pathé.

 

LOS VECINOS DEL NORTE

Demos inicio a este recorrido geográfico con los vecinos del país del norte. En 1907 Julio Kemenydy, exhibidor y cinefotógrafo se asienta en la Ciudad de México, funda la Compañía Explotadora de Cinematógrafos y adquiere el Salón Rojo, donde exhibe sus películas; al día de hoy se conocen trece cortos, entre los que destaca, la visita del estadista norteamericano Mr. Root. Sin embargo, se considera a William Christy Cabanne, el primer norteamericano en dirigir una película en México: La vida de Pancho Villa (1914). El 5 de enero de 1914, en Ciudad Juárez y en plena guerra revolucionaria, el jefe de la División del Norte, Francisco Villa, accedió a que la compañía estadounidense Mutual Film Corporation, filmara en exclusividad los sucesos de guerra, batallas, movimientos de tropas y al propio Villa, con el propósito de hacer películas, que serían proyectadas en los cines de Estados Unidos. Charles Rosher, Leland M. Burrud, Sherman Martin y Herbert Dean, fueron los camarógrafos a cargo. Un mes después, la Mutual estableció un nuevo arreglo con Villa, para filmar una película de argumento basada en su vida, en la que se incorporarían escenas de guerra filmadas por los camarógrafos de la Mutual. Es así que bajo la supervisión general de D.W. Griffith, Cabanne dirige la cinta en la que Villa fue interpretado en la parte juvenil por el entonces actor, Raoul Walsh.

Son varios los cineastas que, en su búsqueda de Hollywood, se encontraron con México, como es el caso del fotógrafo Ross Fisher (1887, Missouri) quien después de una copiosa labor en Hollywood, en la que filmó alrededor de cincuenta y siete películas, es requerido en México para hacer la fotografía de El anónimo (1933) de Fernando de Fuentes, con quien establece una intensa colaboración en películas claves de la mejor cinematografía mexicana, conocida como La Época de Oro del cine nacional. Sólo en el año 1933 fotografía, El prisionero 13, El compadre Mendoza y La Calandria; El fantasma del convento (1934), La Familia Dressel (1935) y La Zandunga (1937). Se tienen registrados ochenta y seis largometrajes fotografiados por Fisher sólo para la industria mexicana. Jack Draper, (1900, Indiana) también quiso ubicarse en Hollywood y después de algunas actuaciones secundarias optó por la dirección y la fotografía. En 1934, ya como director de la segunda unidad de rodaje, filma los exteriores de la película de la MGM Viva Villa de Jack Conway. De la Metro, donde trabajó nueve años, pasó a Columbia y posteriormente a la empresa mexicana Compañía Nacional Productora de Películas. La historia que empezó con una película duró toda una vida.

Aunque canadiense, el joven y atribulado soldado de la armada, Alex Phillips (Ontario, 1900), también pasó por Hollywood antes de llegar a México. Conoció a la actriz y empresaria de la United Artists, Mary Pickford, en pleno campo de batalla durante la primera Guerra Mundial él quería ser actor pero ella lo persuadió a dedicarse a otra área donde pudiera tener más trabajo. Invitado para filmar la primera película sonora, y animado por su amigo, el “Indio” Fernández, llegó a México con un equipo prestado de catorce luces y una cámara, directo a filmar Santa (1931), de Antonio Moreno, con Lupita Tovar en el papel principal. Después vino Águilas frente al sol (1932) también de Moreno. Continúa con el alemán José “Che” Bohr La sangre manda (1933), en la que además actúa. Trabajó en varias películas con el “Indio” Fernández, como La red (1953) donde actuaba la italiana Rosana Podesta.

La labor de este trío de maestros cinefotógrafos, además de un talento casi natural en la plástica mexicana, ha permitido a lo largo del tiempo una abundancia de artistas visuales. Por años el más aclamado, el mexicano Gabriel Figueroa, fue parte de esa primera generación de fotógrafos mexicanos, delineada por extranjeros. Phillips le ayudó a conseguir sus primeros trabajos en el cine como fotofija, stillman. Fue operador de cámara de Jack Draper, de quien aprendió muchos de los secretos de la iluminación y los efectos necesarios para resaltar cielos expresivos cargados de nubes misteriosas.

Fascinado por el paisaje michoacano: entre lagos, montañas y un cielo intenso, Henry King (1888), un director comercialmente reconocido desde los años veinte, llega a México a filmar en 1947 Captain from Castile, en la que participan Tyrone Power, Stella Inda y el actor-director español Antonio Moreno. En estas atractivas locaciones filmará otras películas. Otro grande de la cinematografía mundial, el austriaco nacionalizado estadounidense, Fred Zinnemann, debutó en México, al codirigir con Emilio Gómez Muriel, el semidocumental Redes (1933). La tercera versión de Santa (1943) fue dirigida por Norman Foster, actor, ex galán de Hollywood, y notable director, que formó parte del grupo Mercury Theatre que presidía Orson Welles. En México dirigió cinco películas. En 1948 regresó a Estados Unidos. Aunque su relación con México se mantuvo intermitentemente, en 1952 de nueva cuenta filmó en territorio nacional Sombrero (México de mis amores). De espíritu aventurero y explorador llega a México el documentalista James A. Fitzpatrick, director de los Traveltalks y The Voice of the Globe. Aquí dirige, escribe y produce su único largometraje ficción, La canción de México (1944).

 

ANTES Y DESPUÉS DE JOHN

Vallarta, Puerto Vallarta, no existía para el mundo, antes de la llegada de John Huston. Él lo creó. En ese lugar encontró El Paraíso, un hotel de paso entre la selva y el mar. Llegó en 1963 con La noche de la Iguana/Night of the Iguana, y grandes estrellas como: Richard Burton, Liz Taylor, Deborah Kerr, Ava Gardner y Sue Lyon. A causa de la película, el mundo oyó hablar de este lugar por primera vez. Visitantes y turistas llegaron a montones. Cerca, en Caletas, Huston construyó el que consideraba su tercer hogar. La relación de Huston con México tiene una larga historia; desde muy joven cruzó varias veces la frontera: la primera vez en el American Banker rumbo a Veracruz, apenas unos años después de concluída la revolución. Entre sus primeras experiencias de trabajo en el cine, está el guion que escribió para Jack Warner sobre el presidente Benito Juárez. En otra ocasión subió a un barco rumbo a Acapulco; en uno de esos viajes vivió una experiencia que recrearía posteriormente en una de las secuencias de El tesoro de la Sierra Madre/The Treasure of the Sierra Madre (1948), basada en la novela de Bruno Traven y con las actuaciones de Humphrey Bogart, Walter Huston, Tim Holt y Alfonso Bedoya. Esta película fue una de las primeras filmadas íntegramente en exteriores fuera de los Estados Unidos. Bajo el volcán (1984), historia de Malcolm Lowry, es la penúltima película de Huston, realizada gracias a los esfuerzos de su gran amigo y agente durante más de cincuenta años, Paul Kohner, quien por cierto estuvo casado con la destacada actriz mexicana Lupita Tovar y tenía una casa en Cuernavaca. Kohner logró obtener los derechos de Under the Volcano/Bajo el volcán (1984), de la productora mexicana Bertha Navarro, quien intentaba hacer la película bajo la dirección de Paul Leduc. A los setenta y siete años de edad, Huston filmó la cinta con Albert Finney y Jacqueline Bisset en los estelares y un buen número de actores mexicanos: Emilio Fernández, Katy Jurado e Ignacio López Tarso, entre otros. Este rodaje también provocó el interés de la prensa internacional, “Huston ponía a México en el candelero” dice la entonces jefa de locaciones del filme, Luciana Cavarga.

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Si John Huston lanzó turísticamente a Puerto Vallarta, John Wayne y su viejo amigo John Ford y el cine de vaqueros, crearon un paisaje clásico del western en el estado de Durango: El Chupadero y la Villa Oeste. Varias de sus últimas películas fueron filmadas en ese escenario que abarcaba espectaculares paisajes desérticos, frondosos valles surcados por ríos, cañones rocosos bajo un cielo cubierto de jugosas nubes, todo ello contenido en las cuarenta hectáreas de su antiguo rancho, donde actuó en The Searchers (1956) de John Ford, con Jeffrey Hunter, Vera Miles y Natalie Wood, y Río lobo (1970) de Howard Hawks, con los mexicanos Jorge Rivero y Susana Dosamantes. Curiosamente el cowboy por antonomasia, que tan mal parado dejaba a los mexicanos y a los indios, en la realidad tenía una actitud completamente distinta. El célebre John Wayne filmó muchas de sus películas en esa zona del norte de México y dio trabajo a gente que aún lo recuerda. A lo largo del tiempo, amantes del género han utilizado esas mismas locaciones: Vera Cruz (1954) de Robert Aldrich con Gary Cooper y Burt Lancaster; The Magnificent Seven (1960) de John Sturges con Yul Brynner, Steve McQueen, Eli Wallach, y otros magníficos actores; The Profesionals (1966) de Richard Brooks, con Lee Marvin y Robert Ryan. En 1996 el español siempre audaz Alex de la Iglesia llegó por estos lares a filmar Perdita Durango con Javier Bardem y Rosie Pérez. La española Penélope Cruz también tuvo su incursión en el género a lado de su amiga Salma Hayek en Bandidas (2006) de Joachim Roenning y Espen Sandberg. Stephen Gyllenhall filmó nuevamente en Durango el new western Warden of Red Rock con James Cann, Gene Hackman y Jorge Zárate. En el 2006 el estado de Durango celebró el 50 aniversario como locación cinematográfica para películas del Oeste. También adentrado en territorios del norte, el actor y recientemente estrenado director Tommy Lee Jones realizó The Three Burials of Melquiades Estrada/Los tres entierros de Melquiades Estrada (2005), una historia contada y filmada entre amigos en la que refrenda sus cualidades artísticas y su fraternal relación con México, en especial con los indocumentados que cruzan la frontera norte; la película fue financiada por Luc Besson, y la historia la escribió el mexicano Guillermo Arriaga, trabajo que les mereció en Cannes 2005 a Tommy Lee Jones el Premio al Mejor Actor, y a Arriaga el Premio al Mejor Guion.

En 1997 Rosarito y el estado de Baja California atraparon la atención del mundo del cine y de los curiosos que quisieron conocer cómo se había hecho Titanic de James Cameron, tanto el lugar como la labor de los trabajadores mexicanos han sido ampliamente reconocidos. La lista de películas de distintas partes del mundo que se han filmado y filman en tierras mexicanas es extensa, debido a la indiscutible diversidad del paisaje, a la sólida formación de los equipos de trabajo, y a una infraestructura que permite brindar los servicios necesarios para realizar una película en óptimas condiciones en un sólo sitio: los Estudios Churubusco han visto pasar, a veces por largas temporadas, varias producciones, algunas filmando sólo interiores o como oficina de enlace. El rodaje de David Lynch Dune (1984) ha sido uno de los más largos, y para muchos de los que por ahí pasaron, un tormentoso rodaje. Su filmación coincidió con la de Bajo el volcán de Huston, el escenógrafo y artista plástico, el director de origen griego, nacido en el centro del Peloponeso en 1933, y residente en Francia desde los 20 años de edad, Costa Gavras, filma en la ciudad de México, Missing/Desaparecido (1982), basado en una historia real vivida por un joven periodista estadounidense desaparecido durante el golpe de estado del general Augusto Pinochet. Durante el rodaje, para los transeúntes citadinos ver pasar los tanques militares que tomaban calles del centro fue una experiencia impactante. La película logró varios reconocimientos importantes tanto del festival de Cannes con la Palma de Oro, y la Mejor interpretación, además de un Oscar por Mejor Guion Adaptado.

De Estados Unidos la lista de cineastas que ha tenido que ver con México, es larga. En 1952, Elia Kazan filmó Viva Zapata! y logró una superexportable y explotable versión del revolucionario del sur, interpretado por el potente Marlon Brando, más la actuación de Anthony Quinn en el papel del hermano de Emiliano. Un maestro veterano de Hollywood era ya Don Siegel, cuando llegó al estado de Morelos, por los rumbos del Tepozteco, a filmar con Clint Eastwood, Schirley MacLaine y el mexicano Manolo Fábregas, Two Mules for Sister Sara (1970). Se decía que uno de sus protegidos además de Eastwood, era Sam Peckinpah quien filmó en el estado de Durango algunos westerns hollywoodenses: Mayor Dundee/Juramento de venganza, 1964, en la que participaron Charlton Heston y la mexicana Begoña Palacios, con la que posteriormente se casaría hasta en tres ocasiones; en 1973 realizó Pat Garret & Billy the Kid, película que sufrió severos cortes por parte de la compañía MGM; años antes, en 1969 había rodado en los Estudios Churubusco y en el norteño estado de Coahuila The Wild Bunch/La pandilla salvaje. Su vida transcurrió cruzando la frontera, en 1974 levantó la coproducción mexiconorteamericana Tráiganme la cabeza de Alfredo García en la que actuó Isela Vega. Su estrecha relación con México se resume en sus propias palabras: “Todo lo importante de mi vida ha estado relacionado con México”.

Joseph Losey filmó en la casa original del revolucionario bolchevique en México The Assassination of Trotsky/El asesinato de Trotsky (1973), con Richard Burton, Alain Delon y Romy Schneider; en los sesentas, Orson Welles trabajó en México con Oscar Dancigers y con Jack Draper en la película inconclusa Don Quixote. Una historia que sí se logró fue Touch of Evil (1965) que narraba un intenso y tenebroso drama fronterizo, en ella aparece el propio Welles con Charlton Heston, Janet Leigh, e interpretando a Tanya, y como un favor personal a su amigo el director, la enigmática Marlene Dietrich; el cineasta independiente Gus van Sant filmó en 1986 Mala noche, donde abordaba de manera cruda y frontal, en blanco y negro, el tema del migrante mexicano. Ante las dificultades para filmar, el realizador y actor Alex Cox ha participado en varias películas del cine nacional, en La ley de Herodes hace una excelente interpretación de un gringo vengador. En 1991 filmó Patrullero y en la que dirigió a tres jóvenes actores mexicanos que han continuado sus carreras en el cine nacional e internacional: Zaide Silvia Gutiérrez, Vanesa Bauche y Roberto Sosa. Muchos son los que llegan, filman y se van… luego regresan, uno de ellos es Tony Scott director de Man of fire. El pintor y cineasta Julian Schnabell, Antes que anochezca (2000), rodó en locaciones de la ciudad de México y de Veracruz con las actuaciones de Javier Bardem y, el siempre esperado, Johnny Deep. Julie Taymor logró filmar en la casa original de la famosísima pintora Kahlo, gracias a las buenas relaciones de la productora y actriz mexicana Salma Hayek, Frida (2003). En Veracruz se han hecho varias producciones nacionales e internacionales, el actor, director y productor Mel Gibson se ha pasado una larga temporada en el trópico con su magno proyecto Apocalipto (06). Kurt Hollander decidió emigrar de Nueva York a la ciudad de México desde 1989, ahí descubrió que la vagancia es global y que el verdadero jugador de billar no le apuesta al pool sino a la Carambola, nombre de su primer largometraje que escribe, dirige y produce en 2005. El XXI Festival Internacional de Cine en Guadalajara (2006) rindió tributo y proyectó una retrospectiva del cineasta más comprometido del cine independiente en Estados Unidos, John Sayles, quien asistió emocionado al encuentro con sus espectadores en las presentaciones de algunas de las películas filmadas en México, aunque en las cintas no se precise el lugar: Men with Guns/Hombres armados (1998), con Federico Luppi y Damián Alcázar, y La casa de los Babys (2003) filmada en Acapulco, en la que participa un nutrido grupo de excelentes actrices estadounidenses interpretando a distintas mujeres primermundistas buscando en un país bananero la maternidad negada; una dura crítica a la desigualdad social que hace que las pobres se vean en la necesidad de entregar a sus hijos, y la crisis en la que viven las mujeres con problemas de fertilidad.

Entre los actores que llegaron e hicieron su vida fuera de Estados Unidos, y radicaron en México, está el campeón nadador olímpico convertido en Tarzán, Johnny Weissmuller, quien se casó en Hollywood por conveniencia con la mexicana suicida que escupía fuego: la trágica Lupe Vélez;  también aparece el intrépido e insaciable Errol Flynn, australiano de nacimiento, nacionalizado americano, ambos vivieron por algún tiempo en el conocido puerto de Acapulco; en el que se han realizado muchos encuentros de cineastas de todas partes del mundo. Primero fue la Reseña Mundial de Cine en los sesenta, al que llegaron figuras como Roman Polanski, Tony Curtis, Frank Sinatra y cientos de luminarias del cine; a finales de los noventas el Festival de Cine Francés de Acapulco trajo a figuras de primera línea en el cine: Catherine Denueve, Francois Ozon, Sandrine Bonnaire, Robert Guediguian, Charlotte Rampling. Y finalmente Sara Hoch (Kansas, 1963) ha sido una entusiasta promotora de cine, se inició en el estado de Guanajuato como comisionada estatal de filmaciones y posteriormente fundó el Festival Internacional de Cine Expresión en Corto, que se realiza en las ciudades de San Miguel Allende y en Guanajuato, y que en el 2007 ha cumplido 10 años.

 

DE LA ESTEPA RUSA Y OTRAS LATITUDES

Cuando Serguei Mijailovich Eisenstein (Riga, Letonia, 1898 – Moscú, URSS, 1948) llegó a México en diciembre de 1930, ya era un artista reconocido. En su filmografía se contaba: La Huelga, El acorazado Potemkin, Octubre, La línea general o Lo viejo y lo nuevo. Aunque no todas habían sido estrenadas, su fama ya alcanzaba públicos muy diversos. La vanguardia europea seguía muy de cerca su obra. En 1930 viaja a los Estados Unidos, ante el ofrecimiento de filmar una película. Es bienvenido por un curioso grupo de celebridades en Hollywood: Douglas Fairbanks, Josef von Sternberg, Walt Disney y Charles Chaplin. Esta aventura duró alrededor de siete meses, sin lograr acuerdos con la Paramount. Acusado de comunista, dirigió sus pasos a México, gracias al impulso del cineasta Robert Flaherty, al pintor Diego Rivera y al escritor Upton Sinclair, quien lo apoyó económicamente para filmar en México.

Ya existía un lazo con México, cuando a los 22 años montó con el Teatro Obrero del Proletcult, la adaptación del relato de Jack London, El Mexicano. “Al encontrarme con México, en toda la diversidad de sus contradicciones, me pareció una proyección fuera de todas las líneas y rasgos diferentes que, a manera de cúmulo complejo, creía llevar y llevo en mí. “Es así como llegan a México, Eisenstein, el guionista Grigori Alexandrov, y el fotógrafo Eduard Tissé. Eisenstein conoció la belleza a la vez tierna y cruel de este país, en el que se adentró sin titubeos: de la ciudad a las rancherías, el trópico, las pirámides, las zonas áridas, quiso verlo todo. A su película le puso un nombre por demás elocuente: ¡Que viva México! Una epopeya imposible de filmar que abarcaba prácticamente toda la historia de México.

Su sinfonía fílmica crecía sin mesura, y los seis episodios no pudieron ser filmados en su totalidad. La cámara de Tissé y el ángulo de Eisenstein, sigue siendo una referencia necesaria para ilustrar el paisaje y el cine mexicano, referente obligado en la iconografía nacional; inspirados en los muralistas, especialmente en Orozco, encontraron una plástica cinematográfica de grandes dimensiones, cuya influencia abarca a cineastas de todo el mundo. Cada uno de los cuadros que Eisenstein recrea, es una película en sí misma: Calavera, el pasado ancestral; Zandunga filmada en el Istmo de Tehuantepec refleja un erotismo natural y edénico; Maguey, es la lucha entre peones y hacendados en las etapas revolucionarias, rodado en la hacienda de Tetlapayac, Hidalgo; Milagro español, es un romance de ambiente taurino entre procesiones, danzas indígenas y chinelos, el sincretismo hispano-mexicano; en Soldadera, exalta el humanismo de la mujer que se enfila junto a su hombre al campo de batalla. En la última parte se muestra al México moderno, progresista y su bella geografía. Fue demasiado, hubiera necesitado mucho más tiempo y dinero, del que sus productores estaban dispuestos a dar.

México despertó en él expresiones artísticas olvidadas, volvió a tomar el lápiz y dibujó su entorno de una manera irónica, libre y juguetona, seguramente inspirado en algunos caricaturistas mexicanos acostumbrados a provocar la risa en medio de la desgracia. La brevedad de su paso por México -catorce meses- contrasta con la enorme huella que ha marcado, muchos artistas encuentran en su obra una fuente de creación. El realizador mexicano Carlos Bolado no duda en afirmar: “Nos ha forjado a muchos porque de alguna manera creó la iconografía de lo mexicano, un ruso vino aquí a encuadrarnos, por muchos años le dio una imagen, después vinieron otros. Yo sí he hecho planos pensando en Eisenstein, en su estética y jugando con las calaveras danzarinas que saltan en la imaginación y en el recuerdo”.

Sólo cuatro años menor que Eisenstein, otro cineasta proveniente de Rusia se instaló en México, el productor Oscar Dancigers, (Moscú, 1902), de origen judío y nacionalizado francés, debido a la severa persecución nazi, en 1940 decide emigrar a México donde desarrolla y consolida una relevante carrera en el cine. Él invitó a viajar a México al realizador español, posteriormente nacionalizado mexicano, Luis Buñuel: “cuando Oscar Dancigers me propuso realizar una película en México, yo estaba a punto de obtener en los Estados Unidos mis second papers y hacerme ciudadano norteamericano”. Dancigers le produjo siete cintas, entre estas, Los olvidados, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO. De igual forma impulsó la carrera de otros realizadores como al catalán Jaime Salvador para quien no sólo produjo sino también escribió el guión de El Jorobado (1943). Fue productor del prolífico director alemán, nacionalizado mexicano en 1941, Alfredo B. Crevenna quien llegó a los 24 años, huyendo también de la Alemania nazi; con una sólida formación técnica y artística en el cine, logró realizar más de 130 largometrajes abarcando todos los géneros. Otro de los directores a los que produjo, fue al cubano René Cardona. De las ciento cuarenta películas realizadas por Cardona, sólo algunas logran superar satisfactoriamente el más sencillo análisis crítico, su obra destaca con cintas del género de luchadores: Santo en el tesoro de Drácula (1968) y demás secuelas hechas con el personaje del enmascarado de plata; ejemplos de lo mejor del cine chafa-kitsch hecho en México, considerado de culto.

Otro personaje destacado en el ramo de la producción, fue Jacques Gelman (San Petersburgo, 1909), quien realmente lanzó a la fama a Mario Moreno “Cantinflas”. Al desatarse la revolución en octubre de 1917, partió a Berlín, donde se vinculó con la productora francesa Pathé Films; más tarde en París, fundó una distribuidora de películas y en 1938 ya estaba viajando a México para abrir una sucursal. En su recorrido por la vida nocturna citadina, en el Folies Bergères de la Plaza Garibaldi, conoce al popular cómico de carpa. De inmediato lo invita a protagonizar Ni Sangre ni arena (1941), dirigida por Alejandro Galindo; el éxito es total, la empresa crece, también la productora formada por el cómico y Santiago Reachi: Posa Films. Esta sociedad produce treinta películas del afamado actor, dirigido por el director Miguel M. Delgado. Sin duda una de las empresas más exitosas de la cinematografía mexicana.

De Rusia llegaron cada uno a su paso: Eisenstein, cual estrella fugaz e incandescente, Oscar Dancigers permaneció en México hasta su muerte; Jacques Gelman, al final de sus días fue trasladado a Houston, EUA, por problemas de salud.

Otro de los rusos que llegó y se quedó fue Arcady Boytler, (Moscú, Rusia, 1893) acompañado de su esposa la actriz y cantante Lina Orguina. Un director especialmente querido pues supo tocar el drama humano con emotiva autenticidad, sumergiéndose en el melodrama con sobriedad y elegancia. Era conocido por su dinamismo aunado a su natural simpatía y buen humor. Aquí conoció a su compatriota Eisenstein, incluso tuvo una breve participación en ¡Que viva México! Poseedor de una amplia cultura, rica experiencia e indiscutibles talentos, supo unir los elementos necesarios para regalarnos una de las piezas más importantes en la cinematografía nacional: La mujer del puerto (1933). Arcady dirigió las primeras películas de Arturo de Córdova: Celos, (1935), y de Cantinflas: Así es mi tierra y Águila o sol, ambas filmadas en 1937. Realizó una gran cantidad de cortos de la Empire con un equipo multinacional. La filmografía de Boytler abarca 10 películas. Su recuerdo queda vivo, por supuesto en sus películas, y en la sala cuatro de la Cineteca Nacional de la Ciudad de México, que lleva su nombre.

Una de las coproducciones fílmicas más nefastas fue Campanas rojas (1981). México, la entonces Unión Soviética e Italia, financiaron al realizador Sergei Bondarchuk, en el filme sobre la experiencia de John Reed entre la revolución mexicana y la rusa, en los roles protagónicos llevó al galán del momento, Franco Nero, y a la suiza ex chica Bond, Ursula Andress. Esta película es una muestra de la incontenible soberbia institucional y los abusos de poder en la administración del presidente José López Portillo y su esperpéntica e incendiaria hermana Margarita, quien se dio el gusto de gastar millonadas en superproducciones a las que invitaba a estrellas internacionales de cine.

 

DE LA TIERRA DEL FLAMENCO

Durante la guerra civil española muchos fueron los artistas que llegaron a México, unos bajaban de Estados Unidos, otros subían de América Latina, el gaditano Antonio Momplet llegó de Argentina a dirigir algunas películas. La primera fue con la actriz María Felix, en la adaptación de la obra de Stefan Zweig, Amok (1944); continúo con Vértigo (1945) en la que interviene el famoso cantante de tango Hugo del Carril. Julio Villarreal, (Lerida, 1888-Ciudad de México, 1958) llegó como actor al naciente cine sonoro mexicano en Águilas frente al sol (1932); por su solvencia actoral y su inigualable voz logró un lugar importante y participó en varias películas, su única intervención como director es El niño de las monjas (1944), sobre el diestro Luis Procuna y con las actuaciones de sus coterráneos Angel Garaza y Raquel Rojas, conocida como Janet Alcoriza, a raíz de su matrimonio con el guionisata y director Luis Alcoriza, (Bajadoz, 1918- Cuernavaca, 1992). Educado en una familia de teatro, con la que sale de gira primero a Sudamérica y después a México, llega en 1940 a la edad de 22 años, ahí se úne al elenco de la prestigiada compañía teatral de las hermanas Blanch. Pasa de la actuación, a la escritura de guiones y de la cercanísima colaboración con Luis Buñuel, a la dirección de más de veinte películas.

José Díaz Morales llega en 1936 a colaborar al periódico Excelsior, dos años después ya está haciendo cine, realiza y en algunas es coautor de casi noventa películas de todo tipo de géneros, encuentra una veta en el cine de añoranza con cintas como Una gitana en México (1943), Una gitana en Jalisco (1946) con Paquita Ronda, y Una luna enamorada (1945) con la bailaora Carmen Amaya. Galán cotizado es Jorge Mistral, quien hace en México una importante carrera que lo liga a grandes realizadores de esos tiempos, entre ellos su paisano Buñuel con quien trabaja en Abismos de pasión (1953), a lado de la incólume Irasema Dilián; como director realiza en 1964 dos coproducciones entre México y Puerto Rico: La fiebre del deseo y La piel desnuda, ambas con buena aceptación, trabaja en producciones francesas e italianas, su última participación en una producción mexicana es en Las puertas del paraíso (1970). Dos años después se quita la vida.

Conocido como “el expreso de Toledo” Miguel Morayta Martínez arribó en 1941, a hacer otra de las largas carreras en la cinematografía nacional, como realizador y funcionario, es uno de los fundadores de lo que ahora se conoce como los Estudios Churubusco. Otro personaje de peculiar figura es el actor y director Juan Orol, quien nace en La Coruña, España. En 1933 produce Sagrario, dirigida por el cubano Ramón Peón; al año siguiente, inicia su fructífera carrera, imprescindible para entender el punto más alto del melodrama lacrimógeno, rumbero-arrabalero y charro-gangsteril, todo a la vez, creando así su propio estilo cinematográfico, plenamente ‘orolesco’. Entre sus logros está también el haber promovido una estrecha colaboración en el cine de habla hispana, que le permitía producir en Cuba, España, Puerto Rico y los Estados Unidos.

El aporte que han realizado a México los artistas españoles, durante los 40 y 50 ha sido muy importante: Max Aub y Julio Alejandro, son dos buenos ejemplos entre los escritores; la lista de actores y actrices sería interminable pues siempre ha habido un constante intercambio: María Conesa, Fortunio Bonanova, Pituka de Foronda, Juan Pulido, Ofelia Guilmain, Angel Garaza, -un cómico aparentemente inexpresivo, muy al estilo Keaton-, Augusto Benedico… Amparo Rivelles, las hermanas Pili y Mili, Rocío Dúrcal, y tantos otros.

Un artista muy querido en el medio fue el republicano Carlos Velo, quien llegó como refugiado, después de haber participado en la guerra civil española en 1939. Dada su experiencia como documentalista rápidamente se integra a la producción de noticiarios y en sociedad con Manuel Barbachano Ponce trabaja para Teleproducciones S. A. en Torero (1956), un hito en la historia del documental, aunque en realidad un semidocumental en torno a la vida del diestro Luis Procuna, en la que se alternan secuencias de faenas reales, con situaciones recreadas de la vida familiar e incluso de su historia infantil. En la cinta aparecen grandes figuras del toreo: Manolete, Calesero, Arruza, son sólo algunos. En las gradas aparecen estrellas de cine como la mexicana Dolores del Río y la actriz Miroslava, una bella y querible actriz checoslovaca, de trágico fin pues se suicidó muy joven. Carlos Velo filmó una de las versiones de Pedro Páramo (1966); incursionó en el cine con Cinco de chocolate y uno de fresa (1967). En el nacimiento de la segunda escuela de cine, el Centro de Capacitación Cinematográfica, Luis Buñuel fue nombrado presidente honorario y Carlos Velo director fundador. Otra coproducción fallida, también bajo la administración de Margarita López Portillo, fue Antonieta (1981), bajo la dirección de Carlos Saura, que a diferencia de sus coterráneos, filmó uno de los churros más pretenciosos y caros del cine nacional, en el que se dio el lujo de desperdiciar el talento de grandes actrices como Isabelle Adjani y Hanna Schygulla; nada funcionó, tampoco la colaboración en el guion del escritor más cercano a Buñuel, el francés Jean Claude Carriere.

De los directores extranjeros, Luis Buñuel destaca con luz propia y es la figura más importante de los cineastas que han radicado en México. Se dice que es el realizador del que más se ha escrito y se sigue escribiendo; y ya que en este Diccionario se le dedicara un espacio importante, en este ensayo nos concentraremos brevemente en su etapa mexicana. Después de siete años en los Estados Unidos, en 1946 sale rumbo a París con una escala en México, misma que se transforma en una estancia de casi 20 años y 21 películas mexicanas. Su primera dirección es ese mismo año Gran Casino, cinta que pasa sin pena ni gloria, a la que sigue El Gran Calavera (1949) y después Los Olvidados (1950), hoy día considerada una obra maestra de la cinematografía, distinguida en 1956 con el Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes. En 1952 dirige otra gran película, Él, un apegado retrato de un hombre enfermo de celos y paranoico, historia en la que esparce con sutileza detalles, objetos y sonidos, recuerdos de su infancia y la época que le tocó vivir en su natal Calanda. Sin duda en su filmografía mexicana destacan Ensayo de un crimen, escrito con Eduardo Ugarte y Rodolfo Usigli, Nazarín (1958), sobre un guion coescrito con Julio Alejandro, y por supuesto tres películas interpretadas por Silvia Pinal y producidas por Gustavo Alatriste, entonces esposo de esta: Viridiana (1961), filme que se lleva exaequo la Palma de Oro en Cannes y que lo internacionaliza, El ángel exterminador (1962), y Simón del desierto (1964). Nacionalizado mexicano en 1949, a partir de 1960 intercala su residencia entre México y Europa, hasta 1977 cuando regresa definitivamente a México, donde fallece el 30 de julio de 1983. La influencia que ha dejado en las posteriores generaciones de cineastas es difícil de medir, pero en preferencias su nombre aparece, invariablemente, como uno de los autores que más carreras en el cine ha motivado.

Entre los españoles hubo también quienes se interesaron en escribir sobre cine, Francisco Pina fue uno de los primeros críticos cinematográfico en los años cincuenta; amigo y contemporáneo de George Sadul, con quien frecuentaba playas acapulqueñas en las lejanas épocas de la Reseña Internacional de Cine. En ese puerto se daban cita, estrellas, estrellitas y estrelladas de todas las ramas de la cinematografía en el mundo. Uno de los más conocidos críticos de cine es Emilio García Riera, (Ibiza, España, 1931), hijo del exilio antifranquista. Creador de una obra enorme: Historia documental del cine mexicano, editada en su primera versión por ERA y posteriormente por la Universidad de Guadalajara. La amplia bibliografía de García Riera, compuesta por alrededor de 50 títulos, consta de monografías, ensayos, guías y artículos diversos. Otra de las iniciativas en las que participó fue en la creación del Centro de Investigación y Estudios Cinematográficos en la jalisciense ciudad de Guadalajara. Obtuvo varios premios como el Xavier Villaurrutia.

Es necesario también mencionar la labor realizada por el escritor Paco Ignacio Taibo I, quien además de escribir crítica y libros biográficos, es editor general de la sección cultura del periódico El Universal. El intercambio con España ha sido continuo, así también la presencia de cantantes y actrices que han dejado huella en el cine nacional y cubren la programación televisiva dominical: Lola Flores, Sarita Montiel y Rocío Jurado son algunas de ellas. En la actualidad la actriz Maribel Verdú Y tu mamá también (2000) de Alfonso Cuarón, La zona (2006) de Rodrigo Plá, ha conectado con los creadores y el público mexicano. De igual manera el realizador y escritor madrileño Fernando León de Aranoa ha mantenido una relación esporádica pero constante con el país, donde filmó en el 2001 su documental Caminantes, rodado principalmente en la zona purépecha del estado de Michoacán, siguiendo la caravana zapatista del EZLN.

 

ENTRE LOS PIRINEOS Y EL MAR DEL NORTE

Algunos buscando a Los olvidados, otros a las montañas del tesoro de la sierra madre, el calor tropical, o la fiesta de muertos, cada uno de los que ha llegado guarda su propia fantasía. En 1953 Yves Allégret filma Los orgullosos, basado en un argumento de Jean Paul Sartre, es la primera coproducción francomexicana y actúan: Michele Morgan, Gerard Phillip y Víctor Manuel Mendoza. La historia se desarrolla en el trópico mexicano en medio de los ardientes calores de Veracruz; dos extranjeros, un hombre y una mujer perdidos de sí mismos, se encuentran en las exóticas y recónditas tierras mexicanas. Para otros resulta una verdadera revelación la fuerza de este país compuesto de varias culturas ancestrales, en donde la supervivencia del México antiguo se enlaza con la lengua española, el siglo de oro y la influencia europea.

El documentalista, compositor de varios éxitos de Edith Piaf, ganador de un Oscar al mejor documental en 1970 por Arthur Rubinstein, l’amour de ma vie, Francoise Reichenbach nació en París en 1921 y murió a los 71 años en la misma ciudad; meses antes, acababa de ofrecer su última obra: Pasion mexicaine/Pasión mexicana. A Reichenbach México le cambió la vida, se dejó fascinar y permitió que renaciera en él lo mágico que se lleva dentro. La primera vez que cruzó la frontera norte para ingresar a territorio mexicano fue en 1956. En reiteradas ocasiones saldría para volver y filmar con su cámara y su ojo películas como Cuadernos de viaje en México; México, México -con textos de Carlos Fuentes– La ópera de la vida -con textos de Octavio Paz-.

Sus imágenes dieron otra visión distinta del país que el cine de charros y matones mostraba; resaltaba su folclor, sus ritos, la naturaleza, y la riqueza artística y estética de las comunidades indígenas que valoraba profundamente. A él le interesaba ese México que inicia donde las carreteras terminan, fue un aventurero abierto a descubrir lo nuevo; en sus documentales lo plasmó y resultaron un éxito en el Festival de Venecia, en Europa, aunque en México fueron un escándalo: “La gente estaba chocada de ver lo que yo había escogido de México”. Una experiencia similar a la vivida por Buñuel con Los Olvidados. Es difícil verse en el espejo de aumento que es el cine, por eso es entendible que alguien de fuera, un extranjero lo haga; de cualquier forma sigue costando trabajo aceptar quiénes somos, y películas recientes como la del mexicano Carlos Reygadas, Japón (2002), Batalla en el cielo (2005), resultan de difícil aceptación en México mientras que en otras partes del mundo son reverenciadas.

Reichenbach pudo regresar al país debido a la intervención de varios intelectuales destacados: Fuentes, Paz, Fernando Benítez. En 1974 Conacine de México y la ORTF de Francia le produjeron No oyes ladrar a los perros, basada en un cuento de Juan Rulfo, adaptado por Carlos Fuentes; un año después fue condecorado por el gobierno mexicano. Reichenbach conoció, y padeció de cerca, las dos caras de ese México ladino que oficialmente premia y en secreto aniquila. La respuesta que encontró fue tan radical, en uno y otro sentido, que dudó de su creación y en algún momento reconoció: “Debo confesar que fui muy influido por La Montaña Sagrada de Jodorowsky. Me impresionó muchísimo su surrealismo. Esta película me ha perturbado, lo reconozco. Debí haber sido más sencillo en No oyes ladrar a los perros.”

Atrapado también entre el alucine mexicano y el delirio de la espontaneidad quedó el cineasta alemán Werner Schroeter, Turingia, 1945. Alternativo, independiente, experimental, sugerente y sensual son algunos de sus atributos. Anda por el mundo haciendo teatro, cine, dirigiendo óperas. El francés Louis Malle dirigió la coproducción francoitaliana ¡Viva María! (1965), en donde dos atractivas y simpáticas bataclanas interpretadas por Brigitte Bardot y Jeanne Moreau, se unen “a la bola” de la revolución, literalmente echando tiros; en este rodaje participaba también como asistente de dirección el joven Volker Schlöndorf, quien ha tenido un especial encuentro con este país al que ha visitado con cierta frecuencia, para rodar o para dar conferencias y talleres a jóvenes estudiantes de cine, y al público en general.

En México filma entre 1973 y 1974 Der Schwarze Engel/El ángel negro. Una enloquecida  alegoría secreta sobre la pureza perdida y la inmediatez. Schroeter transporta su escepticismo contra la cultura europea a la realidad de un México ambiguo. Entre reportaje y ficción, mezcla templos mayas, naturaleza, cuerpos caídos, cifras estadísticas de enfermos, mitos, mortalidad infantil. Contaminado por el virus del cine desde los 14 años, Giovanni Korporaal (Italia, 1932), llega a México en 1955 invitado a participar en una película, y colabora con el español Carlos Velo, en la pista sonora de Torero. Korporaal realizó su ópera prima El brazo fuerte (1958) a partir de un guion del escritor mexicano Juan de la Cabada, y la primera incursión en el cine del fotógrafo alemán Walter Reuter, quien concentraría su expresión artística principalmente en la fotografía fija; esta película fue filmada en Erongarícuaro, Michoacán, bajo la más pura influencia neorrealista: en las actuaciones gente del pueblo viviendo el drama cotidiano sin perder el humor. Es una de las primeras sátiras políticas en las que se muestra el estilo demasiado personal de gobernar de las autoridades caciquiles y sus trapacerías. Pasaron dieciséis años antes de que pudiera exhibirse El brazo fuerte comercialmente, la descongelaron hasta 1974. Esta película, en muchos sentidos precursora, marca los primeros pasos de lo que se conocería como cine independiente mexicano, un cine heroico, pues hacer una película fuera de los sindicatos y las instituciones en esos tiempos, más que impensable era imposible. Ese es otro de sus méritos.

La farsa política, que bien podría ser todo un género nacional, ha sido escasa y temerosa. Uno de los mejores ejemplos lo dio el realizador Luis Estrada con la ya célebre “La ley de Herodes”, México, (1998), y Fabián Hofman, realizador de origen argentino, en Pachito Rex (2001). El fotógrafo berlinés Walter Reuter tuvo una larga vida (1906-2005), una gran parte de ella la dedicó a filmar y retratar a los indígenas mexicanos, sus rostros, danzas, trajes, costumbres: Historia de un río (1953) llegó a México a los 36 años y ahí se quedó, su manifiesta oposición a la insurgencia nazi lo obligó a huir y su carácter humanista lo mantuvo intacto; desde el fotoperiodismo luchó a favor de los republicanos españoles y otras nobles causas. El registro de lo mejor de la danza y el teatro mexicano son buena parte de su obra. Su legado, que contiene más de 120 mil nativos, aún está por descubrirse. De los 530 realizadores consignados en el Diccionario de Directores de México de Perla Ciuk (hasta 2008), donde aparecen quienes han filmado al menos un largometraje de producción nacional, 117 provienen de otras tierras. En su mayoría europeos, sólo de España se registran 37; de Estados Unidos, 22; de Latinoamérica, 34, 11 de ellos son argentinos, y 5 chilenos.

 

EL MAGO SIEMPRE ESTÁ AHÍ

 Su influencia es hipnótica, metafísica, onírica, sanadora, al igual que su mundo. Un cineasta chileno de origen ruso que vive en París y nunca ha dejado México. “Es que nunca me he ido, Borges tiene un poema desde Buenos Aires: ‘Viajé por todo el mundo y nunca me fui de ti’. Yo sigo aquí, yo viví 20 años, hice mi familia aquí. No es que vuelva… Te digo que no me fui.”  Han sido muchos los tocados, perturbados por la frondosidad de Alejandro Jodorowsky, un creador de vidas en múltiples facetas, uno de los seres más extraordinarios de nuestro tiempo. Un referente necesario para expresar e interpretar el mundo y sus delirios: la crueldad, la violencia, el deseo. A los 30 años llega a México con la compañía de Marcel Marceau y toda su energía abierta a la experiencia, al conocimiento, a la búsqueda creadora. Su nombre está ligado a la vanguardia y al movimiento Pánico, que fundó en París, junto con el escritor español Fernando Arrabal y el dibujante Roland Topor. Fando y Liz (1967) su ópera prima, la filma en México, al igual que El topo (1969) y La montaña sagrada (1972). En 1989 regresó a México a filmar su quinto largometraje Santa sangre. Ver el cine de Jodorowsky es una conmoción para la mente y los sentidos, un destapador de nuestros miedos más profundos. En México su influencia es visible en artistas de distintas épocas, muchos fueron los tocados por su locura plenamente lúcida. El realizador mexicano Rafael Corkidi fue el fotógrafo de las cuatro primeras producciones de Jodorowsky, en 1976 filma Pafnucio Santos, su ópera prima, en la que se deja ver la influencia jodorowskiana. Más recientemente, en otra ópera prima, Alejandro Valle se lanzó con toda la tenacidad requerida para levantar una película durante más de 8 años que finalmente logró concretar en Historias del desencanto (2004). En todo el mundo hay quienes esperan -esperamos- la continuación de El Topo. El rodaje de El hijo del Topo, es una noticia siempre esperada… y hasta ahora pospuesta.

De Latinoamérica llegaron por oleadas, de Chile en los cuarentas, Tito Davison, creador de melodramas bien construidos y efectistas. Años antes Alfredo del Diestro había filmado Nobleza ranchera (1938) el México rural se sostenía. En los setenta se refugian, Miguel Littín, quien no ha dudado en afirmar que México es su otra patria y que la fuerza de su cultura es tal que es capaz de sumarlo todo, ahí filma varias películas entre ellas Actas de Marusia (1975) producción mexicana nominada al Oscar, y continúa su labor docente en el CUEC, y ha sido distinguido con El Águila Azteca, máxima condecoración que otorga el gobierno mexicano a un extranjero. El también chileno Patricio Guzmán, experimentado documentalista de gran prestigio, representa un cine inteligente, sensible, de denuncia y crítica social; ambos, afortunadamente, siguen siendo presencias constantes en el ámbito cinematográfico mexicano. En 1973 con apoyo del Conacine Rolando Klein realizó el documental Chac, el dios de la lluvia.

De Argentina llegó siendo un niño de 12 años a la ciudad de México Ernesto Vollrath, del que se diría es “el más activo de los realizadores del mundo mexicano”, aunque su vida en el cine no es muy larga, con su primer largometraje filmó un clásico del cine nacional: La banda del automóvil gris (1919), después se dedicó a la exhibición ya que pronto se dio cuenta que eran ellos los que se quedaban con las mayores ganancias: “…los exhibidores son los enemigos más terribles de la cinematografía nacional”, como si lo dijera hoy. Tulio Demichelli realizó algunas producciones mexicanas filmadas en Cuba, Más fuerte que el amor (1955) con Jorge Mistral y Miroslava, y Un extraño en la escalera (1954), una de las películas favoritas de la actriz Silvia Pinal, en la que actuó junto con el galán Arturo de Córdova, ambos mexicanos. Por algún tiempo Demichelli alternó su carrera entre México y España para finalmente nacionalizarse español y crear su casa productora. Guillermo Murray es más conocido como actor galán de melodramas y telenovelas, desde 1960 vive en México, además de actuar ha dirigido y escrito guiones de cine y novelas, sigue trabajando e inventando proyectos. José María Fernández Unsaín, poeta, escritor de más de un centenar de guiones de cine, director de algunos, en México realizó además una importante labor con la creación de la Sociedad General de Escritores de México, SOGEM. Fue distinguido con el Águila Azteca, a los 79 años murió en la Ciudad de México. Dos actrices representativas del más lacrimógeno melodrama mexicano son las argentinas Libertad Lamarque y Marga López, la primera vino y se fue, la segunda llegó para quedarse y hacer una relevante carrera primero en el teatro rodante, luego en el cine, fue en la televisión donde más presencia tuvo, pero siempre regresando al escenario teatral, inolvidable, en la versión de Adorables enemigas, junto a la gran actriz nacida en Cuba, Carmen Montejo, otra presencia fundamental en la escena mexicana, tanto cinematográfica como en el teatro, la radio y la televisión.

A finales de los noventa, la productora argentina Laura Imperiale inicia su trabajo en el cine mexicano, país al que llegó en 1979 y donde ha desarrollado una intensa actividad productiva. En 1981, Hugo Rodríguez, argentino nacionalizado mexicano, ha construido una importante carrera que lo liga a muchas de las mejores producciones nacionales y a sus nuevos realizadores. En 1993 dirigió su primer largometraje, En medio de la nada, en el que comparte varios créditos con la escritora Marina Stavenhagen. Ocupa la dirección de Producción y Servicios Técnicos del Centro de Capacitación Cinematográfica, el CCC, donde ha impulsado la carrera de varios jóvenes cineastas de distintas procedencias, sólo en los últimos años hemos conocido el trabajo de las alemanas Adelle Schmidt y Christianne Burkhard, el uruguayo Rodrigo Plá, Fabián Hofman de Argentina.

Por su parte, la escuela de cine más antigua en América Latina, el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, CUEC, ha contado con varios alumnos extranjeros que han regresado a sus países a realizar su labor cinematográfica, la catalana Dolores Payás, la puertorriqueña Teresa Previdi son algunos; el CUEC, como parte de la UNAM, tiene una política de ingreso de extranjeros del 10%, aunque hay que mencionar las serias dificultades para entrar a ambas escuelas debido a la gran demanda y a lo limitado del cupo, se aceptan aproximadamente 14 alumnos anualmente por cada centro. Nacido en Argentina Carlos Marcovich, es también egresado del CUEC; después de una exitosa incursión en la cinefotografía optó por la dirección y producción de sus propias películas. Su primer largometraje ¿Quién diablos es Julliet? (1997), le da un Ariel de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas por Mejor Ópera Prima, y otro por edición.

La relación de cineastas brasileños con México ha quedado plasmada en la película Cinema de Lágrimas del experimentado realizador Nelson Pereira dos Santos (Sao Paolo, 1928). La cinta fue financiada por el British Film Institut, como parte de la celebración del primer centenario del cine en el mundo. Es un homenaje en forma de ficción-documental sobre el melodrama latinoamericano, especialmente el de Argentina y el de México; es también una especie de homenaje no sólo al género sino también a la Filmoteca Nacional de México y al centro histórico de la capital mexicana, donde se desarrollaron varios filmes de esa época. También de Brasil llegó en 1996, y aquí ha permanecido, la actriz Clarissa Malheiros, después de una envidiable formación en Londres y en París, estudiando teatro y artes escénicas inició su trabajo en el teatro mexicano; su primer papel protagónico en el cine lo obtuvo en la ópera prima de Jorge Aguilera Seres humanos, ha trabajado con Maryse Sistach y Pepe Buil en varias películas, y su más reciente papel, es en la coproducción oficial de cine entre México y Brasil, Sólo dios sabe de Carlos Bolado, que protagonizan la también brasileira Alice Braga y Diego Luna. México ha fomentado la producción latinoamericana apoyando películas como Crónicas, del realizador ecuatoriano Joaquín Cordero; igualmente el escritor Guillermo Arriaga, produce la adaptación de su novela El búfalo de la noche, dirigida por el venezolano Jorge Hernández Aranda.

De las contadísimas mujeres directoras de cine en México, la costarricense Guita Schyfter se ha ganado un lugar en la cinematografía nacional, primero como documentalista y luego como directora. Residente en México desde 1965, ha pasado temporadas en el extranjero pero tiene en este país su punto de llegada; con su ópera prima Novia que te vea (1993), obtuvo varios reconocimientos. Fue con Guita con quien se inició como directora de arte, escenógrafa y decoradora, Brigitte Broch (Pomerania, Alemania,1943), en el docudrama Los caminos de Greene (1987), la también diseñadora de producción de varias películas, nacionales e internacionales, obtuvo un Oscar a la Mejor Dirección de Arte para Moulin Rouge (2001), que compartió con Catherine Martin. Con ella, y con el realizador australiano Baz Luhrman había colaborado anteriormente en la Ciudad de México, durante el rodaje de Romeo y Julieta (1996). La total entrega y creatividad en su trabajo le ha permitido ser parte de proyectos sumamente complejos, en La hija del puma (1994) de los nórdicos: Asa Faringer y Ulf Hultberg, construyó pueblos indígenas, en medio de la selva chiapaneca; su trabajo se sustenta en el hecho de que “Lo más importante en un set es el personaje que lo habita.” Algunos años antes, en 1991, colaboró en la parte mexicana de la película Homo Faber, de Volker Schlöndorf, protagonizada por el actor, escritor y director estadunidense, Sam Shepard. Werner Herzog (Munich, Alemania, 1942) filmó en México, o nos hizo creer que aquí filmaba, Aguirre, la ira de Dios (1972), con Klaus Kinski y Ruy Guerra; por muchos años pensó en filmar la conquista de México, incluso aprendió a hablar náhuatl fluidamente, durante una presentación que tuvo en la Cineteca Nacional mexicana los asistentes fueron testigos, después se internó en otros proyectos. En el Primer Festival Internacional de Cine de Morelia en el 2003, se le vio relajado y gustoso platicando con sus seguidores por las calles empedradas. Hay cineastas extranjeros trabajando por lograr una película en México, es el caso Allende el mar, segundo largometraje en preproducción del realizador alemán Wolfgang Scholtz, para ser filmado en locaciones de la Ciudad de México, Veracruz y en algún lugar de Alemania.

México es un gran puente que une varios mundos, y el cine como todo arte, y digámoslo, negocio, es universal; en tiempos de la globalización las fronteras se abren, aunque haya quien pretenda seguir construyendo muros, como si de algo sirvieran si no es para derruirlos. Ya sea como lugar de refugio, inspiración o recreo, México ha atraído la atención de numerosos cineastas que aquí, o desde aquí, hicieron su obra. Conocer la influencia que han dejado es un interesante y necesario estudio por realizar, no sólo por lo que dieron al país, sino al desarrollo del arte cinematográfico. Este ha sido sólo un esbozo, más anecdótico que formal, de la nutrida presencia de cineastas extranjeros en su paso por México.

Sonia Riquer

 

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Entrevista a Alejandro Jodorowsky

“México pecó, yo no”

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Entrevista a Miguel Littín

“México en vías de ser la capital del cine de habla hispana”

Realizada por Jorge Caballero

Periódico La Jornada, Secc. Espectáculos

Enero, 2003.

 

Fernando Ramos, Luis Felipe Miranda

Enciclopedia do Cinema Brasileiro

Editora Sonac, Sao Paolo, 1997

 

Entrevistas realizadas para el programa radiofónico

Gente de cine

Realizadas por Sonia Riquer a:

Luciana Cavarga, Responsable de la Comisión Nacional de Filmaciones del estado de Morelos,

Jorge Ayala Blanco, crítico de cine

Daniel Michel, Directora del Festival Internacional de Cine de Morelia

Carlos Bonfil, crítico de cine

Sergio Molina, presidente de la Comisión Nacional de Filmaciones, México

Mario Aguiñaga, director general de Estudios Churubusco Azteca

Ernesto Medina. Cinefotógrafo y realizador

Kurt Hollander, realizador

Víctor Hugo Rascón Banda, presidente de la Sociedad general de escritores de México

Víctor Ugalde, secretario ejecutivo del FIDECINE.

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