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ENSAYOS

José Antonio Valdés Peña

MEXICANOS EN EL EXTRANJERO. EL TALENTO MEXICANO EN EL CINE DEL MUNDO (1922 - 2005)

JOSÉ ANTONIO VALDÉS PEÑA

Publicado en el: Diccionario del Cine Español e Iberoamericano. España, Portugal y América (2012)

(Coordinación México, Perla Ciuk)

 

Reza un popular dicho que “lo hecho en México, está bien hecho”. Para bien o para mal, tal frase alude a la muy particular forma en que los mexicanos hacemos las cosas y vemos la vida. En cuanto a cine se refiere, no podría ser la excepción. Si de hablar sobre la participación de México y sus mexicanos se trata, vale la pena comenzar hablando de la imagen que nuestro país ha aportado al cine mundial.

México es visto por el cine extranjero, y en particular el norteamericano, como tierra inhóspita, poblada por indios agachones, sucios bandoleros y falsas “manolas”, en la que se bebe tequila mientras suena la tambora o el mariachi, lugar sin ley donde la vida no vale nada, todo mundo tiene un precio y las pasiones mandan. Para los rudos anti-héroes del film noir, México es un paraíso en el que sus culpas criminales pueden ser apaciguadas con los bálsamos de “lo natural”. Mientras tanto, otros identifican a nuestro país con el kitsch y otros malos gustos: en Manhattan (79), Woody Allen acompaña a Diane Keaton a comprar muebles para su casa, previniéndola de que lo que adquiera no vuelve su departamento “muy mexicano”. Tijuana, la Disneylandia para adultos por excelencia, en verdad se ve horrible bajo la cámara chocolatosa de Steven Soderbergh en Tráfico (2000), mientras que la corrupción, la violencia y la criminalidad mexicana desmedida afloran también en La traición del halcón (The falcon and the snowman, John Schlesinger, 85) y Hombre en llamas (Man on fire, 2004) de Tony Scott. Incluso hay algunos más que saben del poder que Chespirito tiene en nuestro país: en el filme argentino El hijo de la novia (Juan José Campanella, 2000), el protagonista, al querer emigrar a México, es cuestionado por un amigo: “¿Y quién va a educar a tu hija en México? ¿El profesor Jirafales?”.

Pero no se trata de encontrar culpables ni maldecir a nadie. Considerando que Allá en el Rancho Grande (36), de Fernando de Fuentes, fue casi la primera película mexicana exhibida en el extranjero, las cosas se entienden mejor. Los públicos foráneos encontraron en esta visión totalmente idealizada de la hacienda mexicana (diametralmente opuesta a los retratos descarnados de la Revolución que el mismo De Fuentes había filmado antes en El compadre Mendoza en 1933 o Vámonos con Pancho Villa en 1935), una visión de “lo mexicano” que se tatuó en el imaginario colectivo mundial. Lo claro es que el salto resulta abrupto, pasando de los charros cantadores y otros folklorismos, a los narcos y la corrupción. Con todo, México ha sido siempre un fuerte imán narrativo para los cineastas del mundo entero.

Gran parte de la presencia mexicana en el cine mundial ha sido gracias a sus actores y actrices, de muy particular tipo físico y singulares personalidades. Es por la Revolución que ciertas familias pudientes emigran a los Estados Unidos; entre ellas, la del joven Ramón Gil Samaniego, conocido en el Hollywood silente como Ramón Novarro. Sus grandes ojos negros, tez morena y recia presencia lo llevan al estrellato en pocos años, apadrinado por el cineasta Rex Ingram, siendo considerado como un nuevo Rodolfo Valentino. Héroe romántico en cintas de aventuras como El prisionero de Zenda o Scaramouche (ambas de 1922), conseguirá el primer estelar para un actor mexicano al protagonizar Ben-Hur, en 1926. Mientras tanto, una prima suya, pronto aparecería también en Hollywood: Dolores Martínez Asúnsolo y López Negrete, quien de la mano del cineasta norteamericano Edwin Carewe, cambió su nombre por el de Dolores del Río (tomando el apellido de su entonces esposo). Su belleza mexicana la convierten en presencia exótica por excelencia del Hollywood de la época, llegando a realizar 28 películas en Norteamérica, antes de incorporarse al cine mexicano en 1942. La actriz dio vida por igual a la enamorada Evangeline (29), quien busca a su amado perdido en medio del horror de la guerra, que a Luana, la sensual nativa de los mares del sur que conquistaba al marinero Joel McCrea en Ave del paraíso (32), o bien, a Madame du Barry (34). Pero la relación de Dolores del Río con Hollywood no culminó con la cinta Jornada de terror (Norman Foster, 43): esporádicamente, aparecería en cintas como El fugitivo (47) y El ocaso de los Cheyennes (64, ambas de John Ford), Estrella de fuego (Don Siegel, 60, en la que aparece junto al mismísimo Elvis Presley) y Los hijos de Sánchez (Hall Bartlett, 78), donde encarna a la matriarca de la familia titular, último filme de su carrera.

Con la llegada del sonido, Hollywood se vio en serios problemas ante la posible pérdida de mercados al tener que subtitular su producción (sobre todo en países con un alto índice de analfabetismo) y resignarse a perder algunas de sus grandes estrellas por no adaptarse al brutal cambio tecnológico. Lupita Tovar, originaria de Oaxaca, sería una presencia importante en este hollywoodense “cine hispano” que filmaba en español algunos de los éxitos en idioma inglés, utilizando las mismas locaciones y argumento del original, pero mezclando acentos del español tan distintos (los actores eran españoles, mexicanos, portorriqueños, cubanos, etc.), que le demostraron a la Meca del Cine que la utopía del español único era sólo una ilusión. Tan curiosas torres de Babel cinematográficas no tardarían en desaparecer; mientras tanto Lupita Tovar dio vida a Eva, la damisela asediada por el mismísimo conde Drácula (encarnado por el español Carlos Villarías) en la versión “hispana” que dirigiera George Melford en 1931, a la sombra de Tod Browning y Béla Lugosi; en la cinta aparecen otros dos mexicanos más: Carmen Guerrero y Eduardo Arozamena ¡como el doctor Van Helsing! Ese mismo año, la Tovar participaría en la que fuera la primera cinta sonora mexicana, Santa, dirigida por Antonio Moreno, que dio el banderazo de salida a nuestra industria fílmica nacional. En 1932, la actriz contrajo nupcias con el productor checo Paul Kohner y continuó con su carrera entre los Estados Unidos y México, retirándose en 1945.

Apodada “The Mexican Spitfire”, la atractiva potosina Lupe Vélez había emigrado a Hollywood en 1927, siendo “descubierta” por el productor Hal Roach, quien la integra al equipo de actores que alternan con Laurel & Hardy; su gran oportunidad llega al lado de Douglas Fairbanks en la cinta The Gaucho (27). El público del mundo entero descubrió a esta bella mexicana de grandes ojos y escultural figura por primera vez en todo su esplendor. Ganando popularidad por medio del estereotipo de la mexicana tan hermosa como ruda, la Vélez estelariza una serie de comedias que explotaban su personaje de Carmelita Lindsay, entre 1940 y 1943. Tormentosos romances con Johnny Weissmüller y Gary Cooper la llevan al desequilibrio emocional e incluso a probar fortuna en la naciente industria mexicana de cine, participando en La Zandunga (Fernando de Fuentes, 37), al lado de Arturo de Córdova, y una versión fílmica de Naná (Celestino Gorostiza, 43), antes de quitarse la vida en 1944.

De Córdova no tendrá pocas intervenciones en el cine norteamericano y argentino, con cintas de aventuras y melodramas románticos como Por quién doblan las campanas (Sam Wood, 43) o New Orleans (Arthur Lubin, 47), explotando su porte de galán latino junto a estrellas como Gary Cooper, Ingrid Bergman o Louis Armstrong; su interpretación de un millonario que se hace pasar por un mendigo en Dios se lo pague (48), del argentino Luis César Amadori, por otra parte, haría historia.

El inicio del cine mexicano industrial atrajo a muchos compatriotas que trabajaban en Hollywood para incorporarse a sus filas. El coahuilense Emilio “Indio” Fernández había explotado sus recios rasgos indígenas y espléndido físico en algunas películas norteamericanas, como The land of missing men (30) o The western code (32), interpretando a pintorescos personajes llamados Coyote López o Indian Joe. Es a mediados de los 30’s que este soñador empedernido, enamorado de las mujeres y de México mismo, hábil bailarín y futuro cineasta de lujo del cine nacional se incorpora a la lista de actores mexicanos, consiguiendo un primer estelar encarnando al indio Zirahuén en Janitzio (Carlos Navarro, 34), drama de corte indigenista que serviría de modelo a buena parte del futuro cine del “Indio” Fernández como director. Amigo del alma de cineastas rudos y aventureros como John Huston o Sam Peckinpah, aparecería como actor en cintas como La pandilla salvaje (69, como el brutal sargento huertista Mapache) y Bajo el volcán (84), entre otras cintas estadunidenses para otros directores. Otro “Indio” era Alfonso Bedoya, sonorense de nacimiento con una errante juventud, que lo llevó a cursar estudios en Houston, Texas. A mediados de los años treinta, Bedoya inicia su carrera interpretando a rudos villanos que terminaban por ganar la simpatía del espectador, gracias a la personalidad tragicómica que el actor brindaba a sus personajes; 35 películas después (entre ellas Almas rebeldes (Alejandro Galindo, 37), Flor silvestre (Emilio “Indio” Fernández, 42), Doña Bárbara (Fernando de Fuentes, 43) o Canaima (Juan Bustillo Oro, 45), entre otras), Bedoya obtuvo su oportunidad para internarse en Hollywood cuando John Huston viajó a México para filmar una adaptación del relato de B. Traven, El tesoro de la Sierra Madre, en 1947. Encarnando al bandido apodado “Sombrero Dorado”, quien recorre la sierra junto con sus sanguinarios cómplices en busca de víctimas que asaltar, Bedoya en nada desmerece junto al mítico Humphrey Bogart en sus escenas. Esta historia sobre la ambición desmedida y el espíritu de los aventureros fue la primera de 16 cintas estadunidenses en las que Bedoya participaría, aunque variando muy levemente el personaje que creara para Huston. El alcoholismo terminó con su vida en 1957, a los 53 años de edad, truncando su carrera. Por su parte, Jorge Negrete sería protagonista de la primera coproducción México-España, Jalisco canta en Sevilla (Fernando de Fuentes, 48), al lado de Carmen Sevilla, con locaciones en España y ¡en Technicolor!

De alta estatura, de tez morena y potente mirada, el capitalino Ricardo Montalbán consiguió un importante lugar en Hollywood, explotando su porte de galán latino. Extraído de los escenarios teatrales, el actor participó activamente en el cine mexicano industrial, en filmes como la tercera versión de Santa (43), la célebre novela de Federico Gamboa, donde encarnó a El Jarameño, el torero apasionado por la protagonista, una prostituta de buen corazón interpretada en esta ocasión por Esther Fernández. Pepita Jiménez (46), del “Indio” Fernández, es una de sus últimas cintas en México, antes de firmar un provechoso contrato con la MGM en Hollywood. Montalbán aparece en un buen número de cintas musicales, de aventuras y melodramas románticos, destacando sus participaciones en Sayonara (Joshua Logan, 57), interpretando a un actor kabuki, y en El ocaso de los Cheyennes (Cheyenne Autumn, 64) de John Ford. Además de su clásica participación en la teleserie La Isla de la Fantasía, como el siempre gentil señor Roarke, Montalbán ganará enorme popularidad entre los trekkies, gracias a su interpretación del villano Kahn en Viaje a las Estrellas II: La ira de Kahn (Star Trek II: The wrath of Kahn, 82), continuando su carrera hasta nuestros días, regresando a filmar varias veces en México, como lo demuestra su participación en Sombra verde (55) de Roberto Gavaldón.

Otro destacado mexicano internacional será Anthony Quinn, nacido en el estado de Chihuahua con el nombre de Antonio Rodolfo Oaxaca Quinn, de padre irlandés y madre mexicana. Se incorpora a mediados de los años treinta a la industria de Hollywood como extra, tras un breve periodo como boxeador profesional; en 1940, adoptará la nacionalidad estadunidense. A lo largo de su extensa carrera, el actor obtendrá dos premios Oscar como Actor de reparto (por sus participaciones en ¡Viva Zapata! 52, de Elia Kazan, y Sed de vivir/Lust for Life 55, de Vincente Minnelli, además de colaborar con cineastas de la talla de Federico Fellini (La Strada, 54), David Lean (Lawrence de Arabia/Lawrence of Arabia, 62), Ralph Nelson (Réquiem por un luchador/Requiem for a Heavyweight, 62) y Michael Cacoyannis (Zorba el griego/Zorba the Greek, 64)).

Descubierta por el “Indio Fernández”, la guapa jalisciense Katy Jurado, quien iniciara su carrera con la cinta No matarás (Chano Urueta, 43), obtuvo su primera oportunidad en el cine internacional, después de tan memorables personajes de recio y pícaro carácter como “La que se levanta tarde” de Nosotros los pobres (Ismael Rodríguez, 47) o Kitty, la mala mujer que seduce al bravucón camionero Gregorio del Prado (David Silva) en Hay lugar para…dos (Alejandro Galindo, 48), con El torero y la dama (Bullfighter and the lady, 51) de Budd Boetticher, compartiendo créditos con Robert Stack, Gilbert Roland y Joy Page, entre otros. Su rudo carácter, además de la forma dura con la que pronunciaba el inglés, no fueron impedimento para que la Jurado hiciera una carrera notable en Hollywood. Alternó con Gary Cooper en el western A la hora señalada (High noon, 52), interpretando a Helen Ramírez, amante del desesperado sheriff protagonista, quien sabe que la Muerte le ronda y nadie hay quien lo ayude. La actriz consiguió un Globo de Oro por parte de la Prensa Extranjera en Hollywood, sentando un importante precedente acerca de la participación latina en el cine estadunidense, y alterando para siempre el estereotipo inerte del mexicano: ahora, alguien con sangre hispana en las venas tenía carácter hasta para lidiar con una estrella del tamaño de Cooper; además, era dueña de su sexualidad y fabricaba su propio destino. Dos años más tarde, la Jurado instala un nuevo récord al ser la primera actriz mexicana nominada al Oscar como Actriz de reparto por encarnar a la esposa india de Spencer Tracy en La lanza rota (Broken lance, 54), uno de los primeros westerns crepusculares y críticos hacia el género mismo, dirigido por Edward Dmytryk. Alternando entre Hollywood y el cine mexicano, Katy Jurado continúa su carrera internacional al lado de presencias como Burt Lancaster en Trapecio (56), Elvis Presley (Stay away, Joe, 68), interpretando a la esposa de Karl Malden en el único filme dirigido por el actor Marlon Brando, El rostro impenetrable (One-eyed Jacks, 61), antes de dedicarse totalmente al cine mexicano. Su última aparición en Hollywood sería en el filme The Hi-Lo Country (98), dirigida por el británico Stephen Frears.

Ex guía de turistas de imponentes ojos zarcos y marcada galanura, Pedro Armendáriz inició su carrera actoral a mediados de los años treinta, convirtiéndose más tarde en emblemática personalidad del cine mexicano clásico, particularmente al integrarse al equipo conformado por el cineasta Emilio “Indio” Fernández, el guionista Mauricio Magdaleno, el fotógrafo Gabriel Figueroa y la actriz Dolores del Río: en éxitos como Flor Silvestre (42), María Candelaria (43), Bugambilia y Las abandonadas (ambas de 1944). Ganador de un premio Ariel por su actuación en La perla (45), el actor tiene su primer encuentro con el cine internacional cuando John Ford filma en México una adaptación de El poder y la gloria de Graham Greene: El fugitivo (The fugitive, 47), estelarizada por Henry Fonda, fotografiada por Figueroa y con la participación de buena parte de los mejores actores de cuadro mexicanos, además de Dolores del Río. Armendáriz participa después en Sangre de héroes (Fort Apache), inicio de una trilogía sobre la Caballería en tiempos del viejo Oeste que Ford realiza entre 1948 y 1950; en el filme, comparte créditos, además de Fonda, con John Wayne y Shirley Temple. En una época en que el poderío hollywoodense se había acercado a la industria fílmica mexicana buscando un aliado de habla hispana en caso de una probable movilización latinoamericana en la Segunda Guerra Mundial, ocurrieron incluso versiones en inglés de los éxitos mexicanos de la Época de Oro, como Del odio nació el amor (49), remake norteamericano de Enamorada (46), dirigida por Emilio “Indio” Fernández, con Paulette Goddard supliendo a María Félix y Armendáriz repitiendo su personaje de la original. Y justo en la etapa más madura de su carrera (con películas como Rosauro Castro (50) y La noche avanza (51, ambas de Roberto Gavaldón en su currículum), el actor trasciende Hollywood para iniciar una nueva etapa en Europa, con superproducciones históricas francesas como Lucrecia Borgia (53, con Martine Carol en el rol titular) y dramas mundanos italianos (Uomini e lupi (56) de Giuseppe de Santis), entre otras participaciones internacionales. Enfermo de cáncer, la carrera de Pedro Armendáriz termina en el cine extranjero, uniendo fuerzas con el agente James Bond (Sean Connery) en El regreso del agente 007/From Russia with love (63) de Terence Young.

Por su parte, María Félix, la mundialmente famosa “Doña”, dará la batalla en el cine hispanoamericano y europeo, al rechazar a Hollywood y el idioma inglés. Su odisea internacional comienza en España, con Mare Nostrum (48), melodrama romántico mezclado con intriga de espionaje, seguida de Una mujer cualquiera (49) y La noche del sábado (50), trilogía dirigida por Rafael Gil, bajo la producción de Suevia Films. Más tarde, la actriz pisaría Italia para filmar Hechizo trágico y Mesalina (ambas de 1951); en Argentina, junto a Carlos Thompson, filma el melodrama La pasión desnuda (53). En Francia, María Félix se incorporaría al reparto de la espléndida recreación del París decimonónico de French Can Can (55), a manos de Jean Renoir, y ese mismo año participaría en Los héroes están fatigados. 1959 marca sus últimas apariciones en el cine internacional: Sonatas (dirigida por Juan Antonio Bardem, compartiendo cartel con Francisco Rabal) y Los ambiciosos, coproducción mexicano-española dirigida por Luis Buñuel.

En el rubro de los comediantes, Mario Moreno Cantinflas será aquel que conquiste los mercados internacionales no sólo con la exhibición mundial de sus películas, también participando como actor en la oscareada cinta La vuelta al mundo en 80 días (Michael Anderson, 56), adaptación de la clásica novela de Julio Verne, en la que el comediante encarnó a Passepartout, el fiel escudero del aventurero profesor Phileas Fogg en su fantástico viaje por el mundo entero. Más tarde, Cantinflas tendría su único protagónico en Hollywood con el filme Pepe (George Sydney, 60), otra superproducción en la que encarna a un mexicano que viaja a la Meca del cine para recuperar su adorado caballo, que por error ha sido vendido a un actor famoso. En su aventura hollywoodense, Mario Moreno compartiría créditos con personalidades como David Niven, Shirley MacLaine, Maurice Chevalier, Bobby Darin y Bing Crosby, entre otras.

La sonorense Silvia Pinal, última gran estrella del cine mexicano industrial clásico, cuenta en su filmografía con una obra maestra de la cinematografía mundial, Viridiana (61), coproducción mexicano-española filmada en España bajo la dirección de Luis Buñuel. Pero antes, la actriz había pisado la costa sur de Chile para filmar, al lado de Jorge Mistral, el melodrama romántico Cabo de hornos (Tito Davison, 55), además de haber encarnado en España a la presidenta de un club de mentirosas en la comedia Las locuras de Bárbara (Tulio Demicheli, 58). Tras la comedia musical española Charleston (Demicheli, 59), la Pinal viaja a Italia para ser dirigida por Giorgio Bianchi en Pan, amor y Silvia (Uomini e gentiluomini, 59), comedia romántica en la que compartió créditos con el gran cineasta y actor Vittorio De Sica. En los años sesenta, filmaría junto a Milton Rodrigues el episodio Divertimento, bajo la dirección de Luis Alcoriza, parte de la coproducción mexicano-española Juego peligroso (1966; el director del otro episodio fue Arturo Risptein), compartiría créditos con los norteamericanos Burt Reynolds y Barry Sullivan en el thriller de aventuras marítimas Un arma de dos filos (Shark, 67), dirigida por el estimable Samuel Fuller y participaría en la coproducción Los cañones de San Sebastián (Henri Verneuil, 67), con un reparto internacional que incluía al también mexicano Anthony Quinn, Anjanette Comer y Charles Bronson. Muchos años después, la actriz participó en varias cintas españolas (El canto de la cigarra, El niño de su mamá, Dos y dos cinco (las tres de 1980), Amor es veneno (81)), antes de realizar su última intervención internacional a la fecha, con la cinta argentina Pubis angelical (Raúl de la Torre, 82).

Otro mexicano más, Martín LaSalle, cuenta con una insólita carrera internacional: su debut cinematográfico fue en una de las piezas maestras del francés Robert Bresson, Pickpocket (59), interpretando a un carterista parisino. Tras participar en algunas de las cintas importantes de los cineastas mexicanos de los años setenta, LaSalle ha colaborado con directores internacionales como Roger Spottiswoode (Bajo fuego, 83), Louis Malle (La bahía del odio, 85) y John Duigan (Romero, 89), entre otros. Como puede verse, la lista es infinita. Tito Guízar, José Mojica, Rodolfo Acosta, Jorge Russek, Jorge Rivero, Aurora Clavel, Alfonso Arau, Manuel Ojeda, José Carlos Ruiz, Pedro Armendáriz, Jr., Isela Vega, José Ángel Espinosa Ferrusquilla, Emilio Echevarría, Daniela Romo, Óscar Chávez, María Rojo, Ernesto Laguardia, Maya Zapata, Daniel Giménez Cacho, los hermanos Bichir, Vanessa Bauche, Jorge Martínez de Hoyos, Santo, el enmascarado de plata y muchos mexicanos y mexicanas más han participado en el cine mundial.

A finales de los años noventa, tres presencias jóvenes acaparan la atención con respecto a la presencia mexicana en el cine internacional: nacido en la Ciudad de México, hijo del escenógrafo Alejandro Luna y actor desde su infancia, Diego Luna tuvo su primera participación internacional en Antes que anochezca (Before night falls, 2000), biografía fílmica del poeta cubano Reynaldo Arenas, dirigida por el cineasta y pintor Julian Schnabel. Más tarde aparece junto al cantante Bon Jovi en el western de horror Vampiros (Vampires, 2002) de John Carpenter y se incorporó al reparto multinacional de Frida (Julie Taymor, 2002). Un año más tarde, Luna regresa al viejo Oeste al participar en Open range (2003), el regreso de Kevin Costner a la dirección cinematográfica después de Danza con lobos (1990) y viaja a España para compartir créditos con Ariadna Gil en Soldados de Salamina (David Trueba, 2003). En el 2004, tiene su primer estelar en el cine extranjero con Noches de la Habana (Dirty dancing: Havana nights), secuela de la exitosa cinta ochentera Baile caliente, dirigida por Guy Ferland, en la que Luna explota el estereotipo del joven latin lover que deslumbra a extranjera desabrida por sus habilidades en el baile exótico. Más tarde, para interpretar a un joven y soñador empleado del aeropuerto donde el personaje de Tom Hanks queda varado en La Terminal (The terminal, 2004) Steven Spielberg requiere de sus dotes actorales. En el 2005, Diego Luna aparece en la primera coproducción México-Brasil, titulada Sólo Dios sabe, dirigida por Carlos Bolado. Por su parte, Gael García Bernal, hijo de actores nacido en Guadalajara, Jalisco, ha dividido su muy espectacular carrera actoral entre España, Argentina, Estados Unidos y México, compartiendo créditos con Cecilia Roth en Vidas privadas (2001), esfuerzo fílmico del rockero argentino Fito Páez; junto con Demián Bichir, García Bernal participa en el thriller de acción Bendito infierno (2001), dirigida por el español Agustín Díaz Yañez, filme en el que aparecen también Penélope Cruz y Victoria Abril. En el 2004, se incorporó al clan del cineasta manchego Pedro Almodóvar para interpretar a un trasvesti en busca de venganza en La mala educación, y encarna a Ernesto “Ché” Guevara, en sus años de juventud, de la mano de Walter Salles en el filme Diarios de motocicleta (2004), exitosa coproducción multinacional.

Pero sin duda es la veracruzana Salma Hayek quien ha tenido mayor impacto en los medios, no sólo por su indudable belleza, también por su carácter emprendedor, que la han hecho ganarse un lugar en la industria fílmica de Hollywood, trascendiendo el estereotipo de la bomba sexy y aventurera que a las necesidades industriales del cine norteamericano le han colgado como sambenito desde Pistolero (Desperado, 95), dirigida por Robert Rodríguez, ganando cartel y embarcándose en proyectos tan arriesgados como Timecode (Mike Figgis, 2000) o Frida (Julie Taymor, 2002), su filme más logrado y personal a la fecha. Coproducida por la actriz, esta biografía fílmica de la pintora coyoacanense Frida Kahlo, la llevó a cosechar buenas críticas en el mundo entero y a entrar en la carrera de los premios Oscar, siendo nominada en la categoría de Mejor actriz protagónica en el 2003, algo nunca antes conseguido por una intérprete mexicana.

Si de Oscares hablamos, la presencia de México en los famosos premios otorgados por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, dentro de la categoría de Película Extranjera, no ha sido poca, aunque hasta la fecha, la dorada estatuilla nunca ha sido ganada. En 1961, Macario (Roberto Gavaldón, 59), adaptación fílmica del relato homónimo de B. Traven sobre un pobre campesino pobre de la época colonial que antes de saciar su hambre debe enfrentarse a Dios, el Diablo y la Muerte misma, alcanzó la nominación. Dos años más tarde, Tlayucan (61), retrato costumbrista de un imaginario pueblo mexicano, aderezado con ironía y sensualidad por su director Luis Alcoriza, conseguiría también figurar. En 1976, México regresaría con Actas de Marusia (75), dirigida por el chileno Miguel Littín, crónica sobre la dura vida de un grupo de obreros chilenos que se rebelan contra sus patrones, siendo violentamente reprimidos. 25 años después, la multipremiada ópera prima de Alejandro González Iñárritu, Amores perros (2000), representa a México en la quinteta participante. A la fecha, nuestra última aparición en los Oscares fue con la adaptación fílmica de la polémica novela de José María Eca de Queiroz, El crimen del padre Amaro (2002), dirigida por Carlos Carrera. Solamente el cortometraje Centinelas del silencio (1970), de Manuel Arango y Robert Amram, obtuvo el Oscar en la categoría de Mejor cortometraje documental en 1972.

En lo que a personalidades respecta, Gonzalo Gavira, mítico editor de efectos sonoros del cine mexicano, alcanzó la fama internacional al participar en el equipo de sonidistas que obtuvo el Oscar en 1974 al Mejor diseño sonoro por su trabajo en El exorcista (The exorcist, 73), ya clásico filme de horror dirigido por William Friedkin (la labor de Gavira puede apreciarse, en forma particular, en el sonido que emiten las vértebras del cuello de la protagonista cuando éste gira 360 grados, causando un efecto aterrador).

México también es semillero de algunos de los cinefotógrafos más importantes del cine mundial. La lista inicia con Gabriel Figueroa, maestro de la lente que aportó imágenes antológicas para la historia del cine mexicano, trabajando al lado de Emilio “Indio” Fernández, Roberto Gavaldón, Julio Bracho y varios más. Sus imágenes, inspiradas en el Muralismo mexicano, mezclan un cuidado sentido de la composición y de la profundidad de campo. Considerado el segundo mejor cinefotógrafo en blanco y negro, solamente rebasado por Gregg Toland, maestro suyo y responsable de la fotografía de Ciudadano Kane (Orson Welles, 41), Figueroa lanza con su arte, repleto de gallardos personajes y nubes fantásticas, retratadas como si de pinceladas se trataran, la imagen de México por excelencia para el mundo entero, con filmes como María Candelaria (43), Enamorada (46), Pueblerina (48), a la vez que experimenta con el Film Noir (Distinto amanecer, 43), el melodrama cabareteril (Salón México, 48) y el drama social (Los olvidados, 50). Su talento no tardará en acercarlo al cine internacional, fotografiando las andanzas del cura rebelde interpretado por Henry Fonda en El fugitivo (The fugitive, 47) de John Ford. Más tarde, acompaña al “Indio” Fernández en sus aventuras internacionales, como el remake en inglés de Enamorada (Del odio nació el amor (The torch, 49)) y La Tierra del Fuego se apaga (54), filmada en Argentina. Con Luis Buñuel filma Los ambiciosos (58) y más tarde consigue una nominación al premio Oscar por su labor en La noche de la iguana (Night of the iguana, 64), adaptación fílmica de la pieza teatral de Tennessee Williams, filmada en Puerto Vallarta por John Huston. Figueroa pasa del blanco y negro al color, y los años setenta acercan a Figueroa al western internacional, con Dos mulas para la hermana Sara (Two mules for sister Sara, 70) de Don Siegel, entre otros filmes. Realiza la fotografía de Los hijos de Sánchez (The children of Sanchez, 78), último filme de su amiga Dolores del Río y retrata a Jack Nicholson como patrullero fronterizo en The Border (79). Poco tiempo antes de retirarse del cine, Figueroa se reúne con varios viejos amigos, como Emilio Fernández, Katy Jurado, Ignacio López Tarso y John Huston, entre otros, para filmar en Cuernavaca Bajo el volcán (84).

El otro gran cinefotógrafo del cine clásico mexicano, Alex Phillips, interrumpió su carrera en el cine silente norteamericano para integrarse al equipo de filmación de Santa (Antonio Moreno, 31). Después de fotografiar la que fuera cinta pionera del sonido en México, el canadiense decide quedarse en nuestro país para realizar una célebre filmografía, en la que destacan títulos como La mujer del puerto (Arcady Boytler, 33), Aventurera (Alberto Gout, 49) y En la palma de tu mano (Roberto Gavaldón, 50). Sin embargo, a lo largo de su extensa carrera participaría en producciones internacionales como Juárez y Maximiliano (The mad empress, 39), dirigida por Miguel Contreras Torres en idioma inglés y con actores norteamericanos, donde Medea de Novara encarna a la emperatriz Carlota, Los orgullosos (Les orgueilleux, 53), co-producción franco-mexicana dirigida por Yves Allégret, El pequeño proscrito (The littlest outlaw, 55), última aventura en Hollywood de Roberto Gavaldón, y algunas más.

El jardín del mal (The garden of evil, 54), un western dirigido por Henry Hathaway y protagonizado por Gary Cooper, con locaciones en la capital mexicana y el estado de Michoacán, contó con la participación del cinefotógrafo mexicano Jorge Stahl Jr., como segundo a la cámara, junto con su colega norteamericano Milton Krasner. Stahl, hijo de uno de los pioneros del cine nacional, y fotógrafo de uno de los clásicos del cine mexicano como Los tres huastecos (Ismael Rodríguez, 48), participará en el cine internacional con las cintas Garden of Eden (Max Nosseck, 54, melodrama sobre una joven viuda y su hija, ambientado en Florida), Comanche (George Sherman, 56), otro western, protagonizado esta vez por Dana Andrews, The beast of hollow mountain (56, co-dirigida por Ismael Rodríguez y Edward Nassour), curioso filme en el que un ranchero pelea contra un dinosaurio que devora su ganado, y la buñueliana producción francesa La muerte en este jardín (La mort en ce jardin, 59), entre otras cintas y telefilmes. Hijo del espléndido fotógrafo canadiense Alex Phillips, Alex Phillips, Jr. hereda de su padre el gusto por la imagen, convirtiéndose en el cinefotógrafo que definió la imagen del cine mexicano de los años setenta, al ser director de fotografía de clásicos como Mecánica nacional (Luis Alcoriza, 71), Canoa (Felipe Cazals, 75) y Los albañiles (Jorge Fons, 76), entre otros. Fotógrafo de estilo sobrio, directo, que supo adaptarse a las restricciones económicas del cine mexicano resolviendo su oficio magistralmente, tiene una larga relación con el cine internacional que se remonta hasta los inicios mismos de su carrera. Entre sus películas extranjeras se cuentan Tráiganme la cabeza de Alfredo García (Bring me the head of Alfredo Garcia, 74) de Sam Peckinpah y Dos bribones tras la esmeralda perdida (Romancing the stone, 84) de Robert Zemeckis, entre otras.

Proveniente de una sobresaliente familia de actores (entre ellos su padre, Luis Beristain, y su hermano Arturo), Gabriel Beristain cursa sus estudios cinematográficos en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), de donde parte a Europa en 1977, para desempeñarse como camarógrafo de noticieros y documentales. Instalado en el Reino Unido, asiste a la National Film and Television School, convirtiéndose en cinefotógrafo. En 1987 obtiene en el Festival de Berlín un Oso de Plata por su labor en la cinta Caravaggio, de Derek Jarman. A principios de la década de los noventa, Gabriel Beristain se establece en los Estados Unidos, siendo director de fotografía de cintas como Eclipse total (Dolores Clairborne, 95) de Taylor Hackford y La trampa (The Spanish Prisoner, 98) de David Mamet, entre otras. En el cine mexicano, ha realizado la fotografía de El cometa (98) dirigida por Maryse Sistach. Como director, Beristain escribe y realiza el docudrama Calling London (95) y su ópera prima en 1999, titulada El Grito. En Hollywood, Beristain ha incursionado en el género de acción (S.W.A.T., Clark Johnson, 2003), el de horror (El aro 2, Hideo Nakata, 2005), y acompañando al jaliscience Guillermo del Toro en la secuela de Blade, cazador de vampiros (Blade 2, 2002), en la que el cinefotógrafo sigue las aventuras del héroe titular, encarnado por Wesley Snipes, en un submundo de vampiros asesinos.

Maestro del color y la composición, con gran capacidad para retratar complejos efectos visuales, como los que dieron vida al pequeño ratón digital Stuart Little (99), Guillermo Navarro inicia su carrera en Hollywood, después de películas mexicanas como Intimidades en un cuarto de baño (Jaime Humberto Hermosillo, 89), Cabeza de Vaca (Nicolás Echevarría, 90) y Cronos (Guillermo del Toro, 92), entre otras, colaborando con el cineasta Robert Rodríguez en Pistolero (Desperado, 95), continuando su labor como director de fotografía en otras cintas suyas (un episodio del filme colectivo Cuatro habitaciones (95), el largometraje Del crepúsculo al amanecer (96) y el filme infantil Pequeños espías (2001)). Además de la adaptación cinematográfica del cómic Spawn (97), Navarro participa en Jackie Brown (97), de Quentin Tarantino, mientras que su labor se ha extendido también a España, siendo responsable de la fotografía en Silencio roto (2001), amarga crónica de la lucha guerrillera que se gestó tras la derrota republicana en 1940, dirigida por Montxo Armendáriz. Su relación con Guillermo del Toro ha continuado en el cine internacional, con la coproducción mexicano-española El espinazo del Diablo (2001) y de regreso a Hollywood, en una adaptación más de una historieta, en este caso, Hellboy (2004). Por su parte, Guillermo Granillo se volvió asiduo colaborador en la filmografía de Arturo Ripstein, siendo su director de fotografía desde Profundo carmesí (96) hasta La perdición de los hombres (2000), segunda cinta del director realizada en formato digital. Esto acerca al cinefotógrafo mexicano a la industria del cine español, donde ha colaborado para directores como Santiago Segura (Torrente 2: Misión en Marbella, 2001) y Antonio Chavarrías (Volverás, 2002, que lo hizo merecedor de un premio Ariel por parte de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas en el año 2004).

Ganador de tres premios Ariel en su especialidad, entre otros reconocimientos internacionales, Rodrigo Prieto cuenta con una destacada filmografía, en la que resaltan Sobrenatural (Daniel Gruener, 95), Un embrujo (Carlos Carrera, 98) y la exitosa Amores perros (Alejandro González Iñárritu, 2000); su estilo es capaz de combinar vertiginosas tomas con dramáticos juegos de luces, especialmente en primeros planos, y experimentaciones con el color. Su primer contacto con el cine internacional se da en Edipo alcalde (Jorge Alí Triana, 96), coproducción mexicano-colombiana basada en un relato de Gabriel García Márquez. Tras el triunfo de la ópera prima de González Iñárritu, Prieto ha colaborado en cintas de gran imán taquillero, como el melodrama romántico de época Pecado original (Original sin, 2001, de Michael Cristofer), fotografiando a la guapa Angelina Jolie, o bien, en propuestas minimalistas como la de Rodrigo García en Diez historias cortas de amor (Ten tiny love stories, 2001). De estilo más bien urbano, el fotógrafo ha retratado la dureza de las calles en la autobiográfica cinta del rapero Eminem (La calle de las ilusiones (8 Mile, 2002), dirigida por Curtis Hanson, y registra las últimas horas de libertad de un criminal, interpretado por Edward Norton, en La hora 25 (25th. hour, 2002) de Spike Lee. Además de continuar su mancuerna con González Iñárritu en 21 gramos (21 grams, 2003) y en la próxima a estrenarse Babel (2006), Prieto ha entablado relación con el polémico cineasta Oliver Stone, siendo responsable de la imagen en el documental Comandante (2003), crónica de un encuentro entre el director y Fidel Castro en La Habana, además de la superproducción histórica Alexander (2004), sobre la vida y andanzas de Alejandro Magno, protagonizada por Colin Farell y Brokeback Mountain  (2004) de Ang Lee, que se lleva el León de Oro a la Mejor Película en la Muestra de Venecia 2005. Pero su trabajo más logrado a la fecha es Frida (Julie Taymor, 2002), en la que el fotógrafo encuentra la oportunidad de estilizar al máximo sus imágenes, reproduciendo inteligentemente, con la puesta en escena, la cámara, la iluminación y las nuevas tecnologías digitales, el estilo pictórico de la pintora mexicana.

Con formación de cineasta, creador de sorprendentes atmósferas oníricas, Emmanuel Lubezki, conocido cariñosamente entre la gente de cine como El Chivo, ha conseguido mantener una trayectoria impecable en el cine internacional que inició en México con filmes como Sólo con tu pareja (Alfonso Cuarón, 91), Como agua para chocolate (Alfonso Arau, 91) o Miroslava (Alejandro Pelayo, 92), entre otros. A la fecha, ha colaborado con cineastas como Mike Nichols (La jaula de los pájaros (The Birdcage, 96), remake de La jaula de las locas), Martin Brest (¿Conocen a Joe Black? (Meet Joe Black, 98), con Brad Pitt y Anthony Hopkins), Rodrigo García (Con solo mirarla (Things you can tell just by looking at her, 2000), filme de episodios centrados en la naturaleza femenina) y Michael Mann (Alí, 2001), biografía fílmica del célebre púgil Mohammed Alí, encarnado por el actor Will Smith). Lubezki ha continuado su mancuerna con Alfonso Cuarón en la adaptación-modernización del clásico dickensiano Grandes esperanzas (Great expectations, 97), e incluso, volvió a México para fotografiar la muy exitosa Y tu mamá también (2001), antes de fotografiar dos cintas basadas en los libros infantiles del afamado Dr. Seuss: El gato (The cat in the hat, 2003, dirigida por el escenógrafo Bo Welch) y Lemony Snicket: una serie de eventos desafortunados (Lemony Snicket: A series of unfortunate events, 2004, dirigida por Brad Silberling). Gracias a su talento para la creación de mundos oníricos y ambientes fantásticos, Lubezki ha conseguido dos nominaciones al premio Oscar, por su labor en La princesita (The little princess, Alfonso Cuarón, 95) y La leyenda del Jinete sin Cabeza (Sleepy hollow, 99), en la que se adentra en el sombríamente alucinante mundo del cineasta Tim Burton. Pronto podrá verse su más reciente colaboración internacional, ahora con el mítico director Terrence Malick, en The new World (2005), crónica épica de la conquista del continente americano.

A la lista se suman Claudio Rocha (cinefotógrafo de Bajo California: el límite del tiempo (Carlos Bolado, 98), quien ha participado en filmes como La velocidad del amor (The velocity of Gary, 98, estelarizada por Salma Hayek, entre otras cintas), y Xavier Pérez Grobet, egresado del CCC que debutó como cinefotógrafo profesional en la ópera prima de Carlos Carrera, La mujer de Benjamín (91), para más tarde colaborar con cineastas como Jaime Humberto Hermosillo, Antonio Serrano y Alejandro Springall, entre otros. Radicado en Los Ángeles desde 1999, Xavier Pérez Grobet inicia su carrera internacional con Antes que anochezca (Before night falls, 2000); desde entonces, ha colaborado en las cintas En el tiempo de las mariposas (In the time of the butterflies, 2001) y el drama de un pedófilo recién liberado de prisión que intenta adaptarse a una nueva vida en Un crimen inconfesable (The woodsman, 2004), de Nicole Kassell, protagonizada por Kevin Bacon.

En lo que a cineastas mexicanos se refiere, Roberto Gavaldón, sin duda alguna el mejor cineasta de la época clásica de nuestro cine, tanto por su pericia técnica como por su dirección de actores, además de crear alrededor de su obra un rico universo trágico en el que el destino determina los caminos de sus personajes, realizó en Hollywood un par de filmes. Casanova aventurero (The adventures of Casanova, 48), fue una curiosa inmersión del cineasta en el cine de aventuras ubicado en la Francia del XVIII, con Arturo de Córdova interpretando al mítico amante italiano. Años después, en El pequeño proscrito (The littlest outlaw, 55), Gavaldón narra la historia del hijo de un cruel amansador de caballos, que decide salvar a uno de ellos cuando es condenado a morir, iniciando así una odisea por tierras mexicanas, encontrándose en el camino con variopintos personajes. Filmada en inglés en locaciones de Guanajuato y Querétaro, al joven protagonista Andrés Velázquez lo acompañan los actores mexicanos como Pedro Armendáriz, José Ángel Espinosa Ferrusquilla, Gilberto González y Rodolfo Acosta. En 1972, el director se traslada a España para el rodaje de Don Quijote cabalga de nuevo, también conocida como Un Quijote sin mancha, en la que dirigió a Cantinflas interpretando al fiel escudero de un hidalgo español de fuertes reminiscencias cervantinas encarnado por Fernando Fernán Gómez.

Después de participar en varias cintas norteamericanas como actor (dirigido por Sam Peckinpah, entre otros), el bailarín, director, productor y guionista Alfonso Arau dirige su primer filme internacional en Cuba: Caribe, estrella y águila (75), curiosa coproducción cubano-mexicana, en la que se intentaba documentar la realidad de la isla durante esos años. Varios años tuvieron que pasar antes de que Arau dirigiera un filme, Como agua para chocolate (91), basado en la novela homónima de su entonces esposa Laura Esquivel, que sigue siendo punto de referencia del cine mexicano contemporáneo para el mundo entero. El director continuaría explotando el “realismo mágico” en Un paseo por las nubes (A walk in the clouds, 95), remake de un clásico melodrama italiano de los años cincuenta. Dicho filme lo interpretan un verdadero cóctel de celebridades internacionales: el norteamericano Keanu Reeves, el italiano Giancarlo Giannini, la española Aitana Sánchez-Gijón y las mexicanas Angélica Aragón y Evangelina Elizondo, con Anthony Quinn como el patriarca de la familia. Cinco años después, Arau rompería su línea edulcorada para realizar una ácida comedia negra, Recogiendo los pedazos (Picking up the pieces, 2000), en la que un hombre (Woody Allen) viaja por los Estados Unidos junto con el cadáver descuartizado de su insoportable esposa (Sharon Stone).

Con estudios de cine en los Estados Unidos y la Gran Bretaña, Luis Mandoki, el cineasta mexicano con más películas en Hollywood, inicia su carrera profesional en México como asistente de dirección y más tarde haciendo documentales para el INI, mediometrajes y programas televisivos, antes de realizar su ópera prima, el thriller Motel, en 1983. En 1987, Mandoki organiza una co-producción independiente con los Estados Unidos, para llevar la historia de Gaby Brimmer al cine; Gaby, una historia verdadera, es el inicio de una carrera internacional para el cineasta, quien se instala en Hollywood desde 1990. Entre el melodrama romántico, la comedia y el thriller, géneros cinematográficos que el cineasta ha ensayado en filmes como Pasión otoñal (White palace, 91), Nacida ayer (Born yesterday, 93), Cuando un hombre ama a una mujer (When a man loves a woman, 94), Mensaje de amor (Message in a bottle, 99) y Acorralada (Trapped, 2002), Mandoki ha tenido la oportunidad de dirigir a Susan Sarandon, Meg Ryan, Kevin Costner o Charlize Theron, entre otras estrellas de renombre. Al igual que hará Alfonso Cuarón, Mandoki regresará a México en el 2004 para realizar un drama ambientado en la guerra civil salvadoreña, Voces inocentes.

Mientras Alfonso Arau paseaba por las nubes, un joven cineasta, proveniente de una generación muy posterior a la suya, filmaba su primera película en Hollywood, dejando en México varios trabajos para la televisión y su exitosa ópera prima, Sólo con tu pareja (91): una adaptación de la novela infantil La princesita (The little princess, 95), basada en la novela de Frances Hodgson-Burnett. Alfonso Cuarón inicia así una sólida trayectoria en el cine norteamericano, que ha ido en ascenso. De otra adaptación literaria, en este caso una modernización de las Grandes esperanzas (Great expectations, 97) de Charles Dickens, con Ethan Hawke y Gwyneth Paltrow en los estelares, Cuarón pasaría a integrar la lista de cineastas involucrados en la exitosa serie Harry Potter, con Harry Potter y el prisionero de Azkaban (Harry Potter and the prisoner of Azkaban, 2004), aportando gran frescura a la saga e introduciendo hábilmente a los espectadores con un personaje a punto de entrar en la adolescencia.

Guillermo del Toro, por su parte, se mantiene fiel a las fantásticas obsesiones estéticas y temáticas de Cronos (92), su también afortunado debut: llevó a Mira Sorvino a una terrorífica odisea por el drenaje profundo de Nueva York persiguiendo a una raza de cucarachas mutantes en Mimic (97). En el 2000, revivió a los viejos fantasmas de la Guerra Civil en la coproducción mexicano-española El espinazo del Diablo, antes de incursionar en dos adaptaciones fílmicas de historietas: Blade II (2002) y Hellboy (2004). Lejos de lo que podría pensarse, ambos cineastas han implantado su sello en Hollywood, ganando la confianza de productores y ejecutivos para futuros proyectos.

Proveniente de la publicidad, el radio y la televisión, Alejandro González Iñárritu es el más reciente visitante de la Meca del Cine: 21 gramos (21 grams, 2003), una dolorosa reflexión sobre la muerte, el destino y el azar que une a tres personajes alrededor de un hecho violento, consiguió reunir a un trío protagonista de primer nivel, Sean Penn, Naomi Watts y Benicio del Toro, que consiguió reconocimientos internacionales en la Muestra de Venecia, además de nominaciones al Oscar. En 2005 filma Babel en México, Japón y Marruecos, última película de la trilogía que iniciará con Amores Perros (1999) del escritor Guillermo Arriaga. En Babel dirige a Brad Pitt, Kate Blanchett y Gael García Bernal.

Guillermo Arriaga, fanático de la cacería y las estructuras dramáticas intercaladas, dialoguista y creador de un mundo violento en el que las acciones determinan el destino de sus personajes, en el Festival Internacional de Cannes del 2005 recibió el Premio al Mejor Guion por Los tres entierros de Melquiades Estrada (The three burials of Melquiades Estrada, 2005), ópera prima de Tommy Lee Jones. En la historia de un texano en luto por el irracional asesinato de su mejor amigo, un mexicano que trabajaba para él, Arriaga reflexiona sobre la relación entre los Estados Unidos y México, el choque de culturas y la tensión social entre las mismas, para más tarde girar hacia un relato de venganza y redención.

Otro cineasta mexicano, entre Europa y Latinoamérica, es Emilio Maillé, residente en Francia desde hace ya un buen tiempo, quien primeramente llamó la atención con sus documentales Los años Arruza (96), Manolete (97) y Un Buñuel mexicano (97), para después hacerlo con su violenta crónica de los últimos días en la vida de una sicario colombiana, tan hermosa como letal, titulada Rosario Tijeras (2005), coproducción entre Colombia, México y Francia que buscará postularse para los premios Oscar en el 2006.

Las últimas palabras de este ensayo van para todos aquellos mexicanos que permanecen casi anónimos, aunque con su correspondiente crédito en pantalla la mayoría de ellos, que han colaborado como tramoyistas, asistentes, carpinteros, escenógrafos, extras, sonidistas y varios más. Su labor ha podido apreciarse en ¡Viva María! (65) de Louis Malle; Desaparecido (Missing, 82) de Costa Gavras; El vengador del futuro (Total recall, 90) de Paul Verhoeven; Querida, encogí a los niños (Honey, I shrunk the kids, 89) de Joe Johnston; La máscara del Zorro (Mask of Zorro, 96) de Martin Campbell; Titanic (97) de James Cameron; Capitán de Mar y Guerra (Master and commander: The Far Side of the World, 2003) de Peter Weir; Troya (Troy, 2004) de Wolfgang Petersen, y las cientos de películas extranjeras filmadas en locaciones y estudios nacionales, con mano de obra mexicana. Para todos ellos, gracias por su esfuerzo en conseguir mantener más vivos que nunca los sueños del Séptimo Arte.

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