Publicado en el: Diccionario del Cine Español e Iberoamericano. España, Portugal y América (2012)
(Coordinación México, Perla Ciuk)
La instrucción de cine en México ha sido una constante preocupación para quienes se dedican a él. Así como gente formada en el teatro y en las letras, pasó al cine para consolidarse como directores, productores y argumentistas, desde 1916 se conocen esfuerzos por sistematizar la enseñanza, tal es el caso del director de cine Manuel de la Bandera, quien impartió materias sobre técnicas de actuación propias del cine mudo y las cátedras de ceremonial, maquillaje y preparación y práctica cinematográfica en la Escuela Nacional de Música y Artes Teatrales; con sus alumnos produjo y dirigió cintas como Triste crepúsculo y Obsesión de 1917. Por otro lado, cabe recordar que durante los primeros años del cine en México la práctica fue fundamental, directores como Jesús H. Abitia o los Hermanos Alva, al igual que otros camarógrafos que en distintas partes del mundo filmaron acontecimientos tan importantes como la guerra ruso-japonesa de 1905, ellos recorrieron el país con su cámara en la mano registrando los sucesos y la vida cotidiana de la Revolución Mexicana. En cada región existieron esfuerzos similares gracias al establecimiento de pequeñas empresas locales creadas por camarógrafos entusiastas que filmaron la vida, fiestas populares y acontecimientos importantes de su comunidad.
Durante las primeras décadas del siglo XX el aprendizaje empírico fue una constante, varios de los directores que dejaron un importante legado al cine mexicano, en su juventud fueron extras o actores en Estados Unidos. Guillermo “El Indio” Calles debutó como actor en 1911 en el corto A Mexican Tragedy y el famoso director Emilio “Indio” Fernández, que debido a su participación en la lucha revolucionaria tuvo que escapar a Estados Unidos en 1923, fue extra en Hollywood donde conoció y aprendió el oficio, se dice que “con una cámara prestada y filmando los fines de semana”. Este último creó una propuesta estética en el cine inspirado en el muralismo mexicano y al descubrir el planteamiento cinematográfico de Serguei Eisenstein, fuente de inspiración y de enseñanza tanto para él como para otros directores como Adolfo Best Maugard, supuesto censor de su película que más bien fungió como asesor y admirador del director soviético. ¡Que Viva México! de 1931 dejó una profunda huella en la cinematografía mexicana.
La década de 1930 está marcada por el surgimiento de las empresas familiares que determinaron el nacimiento de la incipiente industria fílmica, la formación de los directores fue en buena parte el resultado de su experiencia personal, de su amor por el cine o de la casualidad, quedando muchos de ellos atrapados en la magia que generaba. Por poner algunos ejemplos, Juan Bustillo Oro, de estudiar la carrera de leyes, tomó un curso de guion, argumento y adaptación cinematográfica por correspondencia y de ahí decidió dedicarse de lleno al cine hasta convertirse en uno de los directores más consolidados de los años 30 y 40.
Para 1943, don Celestino Gorostiza, importante promotor, escritor y director teatral, fundó la primera Academia Cinematográfica de México en la que por cierto sólo había una mujer, Gloria Jiménez Pons, primera editora que hubo en la empresa Televisa; sin embargo, pese al apoyo de la Secretaría de Educación Pública y al interés del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC) en la Academia, en 1945 la institución cerró sus puertas en medio de una serie de conflictos de trabajadores que culminaron en la separación y formación del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC). Entre los profesores más destacados estuvieron artistas y escritores como Julio Bracho, Domingo Soler, Matilde Landeta, Carlos Pellicer, entre otros. De ahí en adelante la educación formal se fue consolidando. En 1957 la Universidad Iberoamericana, con la intención de promover la cultura cinematográfica, inició el Instituto de Cultura Cinematográfica que ofreció cursos de Dirección fílmica, Argumentos y Adaptación; sin embargo, la vigencia de este Instituto solo fue de 5 años, las materias relacionadas con el quehacer cinematográfico se impartieron más adelante en la Carrera de Ciencias y Técnicas de la Información, que data de 1963. Desde entonces han egresado directores entre los que destacan Eduardo Maldonado, Busi Cortés, Benjamín Cann y Carlos Carrera, entre otros.
Las dos escuelas de cine más importantes, aún en la actualidad, son el CUEC (Centro Universitario de Estudios Cinematográficos) de la UNAM, y el CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica). Este último ha dependido de distintos organismos de Estado desde su fundación: Banco Cinematográfico, RTC, y actualmente del IMCINE. Las diferencias reconocidas entre las dos escuelas eran aparentemente claras en un principio: en el CUEC había predominado una tendencia hacia el documental, mientras que el CCC trató de reforzar una tendencia hacia el cine de ficción. Ambas líneas se fueron diluyendo con el tiempo.
El desarrollo de esas instituciones no ha sido del todo parejo. Para fines de la década de 1980, algunos de los problemas en los que ambas escuelas se debatieron fueron la falta de reconocimiento académico y la reticencia de los productores de cine para trabajar con los egresados de dichos planteles; a pesar de su reconocida preparación teórico-práctica, se les llegó a llamar: “fábricas de desempleados”. Situación que ha tenido altas y bajas en distintos momentos de su historia. En enero de 1993, la crisis de la industria cinematográfica llevó al entonces director del CUEC, Alfredo Joskowicz, a revalorar la situación de la educación cinematográfica, lo que declaró públicamente al periódico citadino Uno más uno, al decir que ésta no debía ser cuantificada con criterios económicos, sino con los resultados de un proyecto que hiciera avanzar al país en el ámbito de la cultura: “Si el Estado mexicano no hubiese invertido, durante 30 años, en la formación de gente preparada en los niveles superiores de las ramas cinematográficas, México sería un país maquilador de cine extranjero, como en su tiempo lo fueron los sindicatos de la industria”.
El cine universitario fue una alternativa para elevar la calidad del cine. Se buscaba que los profesionales egresados de la universidad contrajeran la obligación de emplearlo como una herramienta capaz de permitirle el reencuentro con los patrones culturales de su comunidad. El hecho es que en las escuelas se cristalizaron interesantes iniciativas que dieron a conocer la capacidad de los realizadores.
El Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM empezó como un taller de cine. Fundado por Manuel González Casanova en 1963, es la escuela de cine más antigua de América Latina. Desde sus orígenes a la fecha la enseñanza del fenómeno fílmico se ha ido sistematizando, primero en la parte teórica por falta de recursos; hasta más adelante, en los años setenta que contó con presupuesto propio, se dedicó también a la práctica como actividad universitaria y de esa forma al desarrollo del lenguaje cinematográfico. La planta docente ha estado integrada en distintas épocas por cineastas, técnicos, historiadores y críticos de cine como: Jorge Ayala Blanco, Ramón Aupart, José Rovirosa, Emilio García Riera, quien impartía la cátedra de corrientes estéticas del cine; Federico Cervantes, la de técnica de laboratorios; Gloria Shoemann, la de montaje; Walter Reuter, fotografía; José Revueltas y Gabriel García Márquez, la de guion.
Todavía en 1988, durante la celebración de los 25 años del CUEC, la educación cinematográfica intentaba crear un cine crítico y acorde a la realidad social del país. Esto podía generarse por los lineamientos y por el tipo de estudiantes que ingresaba, en su mayoría gente que tenía otras actividades, lo que les permitía sensibilizarse a lo que estaba pasando a su alrededor. Hay que recordar que, en determinado momento, tener una carrera previa fue un requisito para ingresar al CUEC y al CCC. Marcela Fernández Violante evoca: “No supe de qué partió la idea de quitar un año académico ni por qué se pasó a matutino, porque si tu vas al CUEC en las tardes está vacío. Era muy agradable en las tardes porque todo mundo libraba sus propios ingresos personales y eso les permitía hacer mejores películas a los chavos porque tenían entradas y por otro lado era una vida académica muy activa”.
A principios de 1989 el cineasta Alfredo Joskowicz fue nombrado director del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM en sustitución de la maestra Marcela Fernández Violante. Con él no sólo cambió la administración y dirección del CUEC, sino también el rumbo y las exigencias de la enseñanza universitaria de cine que conocemos en la actualidad.
La Universidad Nacional, como parte de un sistema global, no podía quedarse fuera de los cambios que trajo consigo la década de 1990 y la política estatal. En este contexto, la nueva administración mostró un especial énfasis por reconsiderar la proyección que tendrían que tener los egresados del CUEC. Era necesario prepararlos para ingresar a un nuevo esquema en el que tuvieran cabida tanto dentro del sector público como del privado, por lo que la reestructuración, que era ya una necesidad, fue concebida de fondo.
Se decía que el CUEC requería una mentalidad compatible con el fin de siglo, con la modernización y con el liberalismo económico sin descuidar la calidad y el compromiso del cineasta con su creación. Alfredo Joskowicz describió el cine mexicano de décadas anteriores como un proceso esquizofrénico, que no había podido conciliar el cine comercial de claros y precisos intereses, con el cine de pretensiones artísticas. En esta ocasión, la realidad, la creación artística y las necesidades del mercado eran una sola, el reto consistió en descubrir las inquietudes de la gente para plasmarlas en películas con valores artísticos y con posibilidad de recuperación. Sin olvidar que, con el ingreso de las exhibidoras extranjeras y los nuevos precios de taquilla, el tipo de público cambió. Las nuevas películas estarían dirigidas a las clases medias que son las que hasta el momento pueden acceder a los modernos complejos cinematográficos, y por lo tanto son estas necesidades y preocupaciones las que se mostrarían a través de las pantallas.
Un problema grave era que a pesar de que cada vez existía un mayor interés de los jóvenes egresados por integrarse a la industria cinematográfica, la diferencia entre las generaciones que ingresaron 25 años antes, con las generaciones de los jóvenes de principios de la década de 1990 eran, según la prensa mexicana, que estas últimas: “cargaban deficiencias y poca memoria cultural, menos preparación que antes, poca cultura cinematográfica y preparación poco profunda en las diversas áreas, ‘salvo honrosas excepciones’”. La percepción no está alejada del todo de la realidad, se sabe que las tendencias a la súper especialización provocan vacíos en distintos sectores. El simple hecho de modificar los horarios tanto en el CUEC como en el CCC, produjo cambios en el tipo de alumnos que se inscribían, en sus primeros tiempos se trataba de escuelas vespertinas o nocturnas a donde por lo regular asistían alumnos con una formación profesional anterior en otras disciplinas, sociología, letras, comunicación, arquitectura, etc., o una situación laboral sólida que les permitía incluso invertir en su educación; al cambiar al horario matutino como principal, se volvió la primera opción de los alumnos y por lo tanto los intereses y contenidos cambiaron.
Es claro que nadie puede abstraerse del tiempo en el que vive, por lo que las transformaciones sociales repercutieron en los planes de estudio y los resultados reflejados en las películas fueron distintos. Anteriormente las generaciones habían sido formadas con un tipo de capacitación integral que respondió a razones socio históricas que tenían que ver con la cerrazón de la industria cinematográfica hacia los egresados de las escuelas; resultaba imposible la formación de especialistas que no contaban con una infraestructura en donde desarrollarse. Finalmente, los sindicatos se abrieron y dieron la oportunidad a los estudiantes de incursionar en otras áreas -fotografía, edición y sonido-, distintas a las tradicionales, dirección y guion, que eran a las que se podía ingresar. Alfredo Joskowicz, egresado del CUEC, fue asistente de dirección del primer largometraje de esa institución: EL GRITO, filmado durante el movimiento estudiantil de 1968. Varios años después, desde la dirección de la escuela, su opinión era la siguiente: “Yo creo que, por lo menos el CUEC, tiene ahora obligación de repensar su situación después de 25 años de existencia, su situación en términos de programas académicos y de lo que ofrece a los estudiantes, tomando en cuenta lo que son las oportunidades de trabajo en el mercado, porque de otra forma puede propiciar un largo camino de aislamiento. Yo creo que tenemos obligación ahora de analizar qué son oportunidades de trabajo y de preparar al alumno de manera tal que pueda ingresar fácilmente al mercado de trabajo, para después poder desarrollarse como cineastas […] Se debe de tratar de ingresar a los estudiantes al desarrollo de los medios, tanto cine como TV. Partimos de lo que es la enseñanza de la gramática cinematográfica y de sus exigencias, pero con esa disciplina adicionar técnicas de video y televisión para permitir que el egresado encuentre rápidamente manera de vivir de su profesión.”
Otro aspecto que cambió dentro del CUEC fue la influencia y el desarrollo del video. Contrario a lo que se consideraba en sus inicios, el video dejó de ser un medio marginal. Una vez que se comenzó a desarrollar con éxito en Estados Unidos donde el progreso de las técnicas de video fue parte del cine publicitario, e inclusive de largometrajes, en México se hizo parte esencial de la formación cinematográfica. La globalización obliga a seguir modas, especialmente las tecnológicas.
Los resultados se vieron de inmediato, los egresados de escuelas de cine comenzaron a ser absorbidos por la televisión, que se convirtió en un campo de proyección profesional. Una de las primeras incursiones de ello fue cuando los estudiantes participaron en emisiones de La hora marcada producida por Televisa. Según palabras de Joskowicz, entre las razones de mayor peso para la reestructuración de los planes de estudio, es que se deseaba dejar de formar: futuras generaciones de desempleados. La televisión estatal también abrió espacios. En la década de 1990, el Canal 22 incluyó en su programación la serie En corto, logrando por primera vez un espacio de difusión masiva de los cortos de los estudiantes del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, memoria de más de 25 años de actividad docente. Fue una época de reconciliación de todos los sectores de la industria por el bien del cine, Mitl Valdez, futuro director de la escuela (1996-2003) durante su experiencia como miembro de la Comisión de Premiación del Ariel, decía en 1989: “Creo que es justo eliminar diferencias -si es que las hubo- entre los sectores privado y oficial para no caer en los mismos errores que estuvieron a punto de causar el resquebrajamiento de una industria (la fílmica) que sirve de sustento a miles de familias en nuestro país.”
La llamada colonización del cine norteamericano en toda Latinoamérica fue otra causa por la que el cine mexicano reaccionó y reconsideró su esencia a partir de sus propios medios. La comparación de ambas industrias ha sido un permanente debate por demás incongruente. Es imposible comparar industrias con características tan disímiles, especialmente en cuanto a presupuestos. Una película mexicana cuesta lo equivalente a lo que cobraría el actor principal de una película de Hollywood. Reconocer las diferencias es lo que permite hacer un cine mexicano con características propias.
La reestructuración del plan de estudios del CUEC tuvo varios lineamientos. Uno de ellos fue el proyecto a largo plazo de convertirlo en la Escuela Nacional de Cine y Televisión, con validez de licenciatura y con posibilidad de maestría; y el que los profesores de enseñanza cinematográfica fueran gente activa en su profesión con el fin de evitar la educación adocentada. Los tiempos en que el cine era un hobbie o una carrera menor habían terminado: “Hasta ahora es un centro de extensión que da certificado de estudios. Antes era una carrera de medio tiempo, hobby, pero con la reforma al plan de estudios ahora se obliga a estudiar cine de tiempo completo”, declaraba el director de la institución en 1993. Cabe recordar que en el año 2005, pese al reconocimiento nacional e internacional que tiene la escuela, los estudios aún no son reconocidos a nivel licenciatura.
En 1990, se pusieron en marcha actividades académicas para complementar los estudios. La carrera se redujo de cinco años a cuatro; para ingresar, sería necesario presentar un examen de admisión sobre cultura general, cultura cinematográfica, se haría una evaluación de aptitudes y una entrevista personal con cada aspirante. Era necesario demostrar vocación y profesionalismo.
La difusión de las obras y ejercicios del CUEC tuvieron ciertas salidas, lo que muestra la preocupación por darlas a conocer. Cada año se preparó una muestra con los ejercicios de los alumnos, además del extenso catálogo publicado con motivo de sus 25 años de existencia (1963-1988) a disposición de cine clubs y sindicatos interesados en conocer los materiales, muchos de los cuales fueron transferidos a video. En el CUEC se formaron realizadores como Alfredo Joskowicz, María Novaro, Jorge Fons, Luis Estrada, Alfonso Cuarón, Emmanuel Lubezki, María del Carmen De Lara, Carlos Bolado y Carlos Marcovich, entre muchos otros.
Un logro considerable para los cineastas universitarios fueron las salas que construyó la UNAM en el Centro Cultural Universitario. Por fin los cineastas universitarios tendrían espacios apropiados para la exhibición de sus películas. Gracias a dichas salas se estrenaron cintas largo tiempo guardadas por falta de espacios, tal es el caso de Historias de ciudad, serie de cuatro mediometrajes dirigidos por egresados del CUEC; Nocturno amor que te vas de Marcela Fernández Violante, entre otras tantas.
En 1994, estos cineastas contaban con un prestigiado reconocimiento internacional. Alejandra Moya fue considerada por la prensa francesa una de las grandes revelaciones del Festival de Cannes donde participó con el cortometraje Ponchada, su primer trabajo realizado en formato de 35 mm. En los medios impresos se le reconoció como una historia “ácida y mordaz”.
Desde 1986, año en que se creó la Fundación de Nuevo Cine Latinoamericano hasta este momento, la relación con las Escuelas de Cine Latinoamericanas ha sido muy significativa, en especial con la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba, dirigida por Gabriel García Márquez, maestro del CUEC algún tiempo atrás. Lo mismo sucedió con el Sundance Institute fundado por iniciativa del actor estadounidense Rober Redford, que tuvo como finalidad el apoyo al cine independiente.
A partir de 1998, se instaura el programa de Ópera Prima que, apoyado por el IMCINE, FOPROCINE y la UNAM, produce los largometrajes Rito terminal en 1998 de Óscar Urrutia, Un mundo raro en 2001 de Armando Casas y El mago en 2005 de Jaime Aparicio; películas bien producidas y bien recibidas por la crítica tanto nacional como internacional. La producción del CUEC pasa por un buen momento, sus cortos más destacados participan en festivales como Guanajuato, Morelia y Guadalajara y en el circuito internacional.
El Centro de Capacitación Cinematográfica fue fundado en 1975 por Carlos Velo. En 1978 ingresó al Centro Internacional de Liaison de Ecoles de Cinéma de Televisión (CILECT) y en 1990 la institución participó en la creación de la Federación de Escuelas de la Imagen y el Sonido de América Latina (FEISAL).
Su historia, a pesar de los altibajos, la ha llevado a ser, al lado del CUEC, una de las escuelas de cine más importantes del país, y por su relación con la industria estatal, quien más produce.
Desde 1989, igual que sucedió en el CUEC, hubo una transformación del proyecto cultural del CCC que desde que comenzó fue apoyado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA), al otorgarle un presupuesto de 200 millones de pesos para la adquisición de equipos y materiales. Al igual que el CUEC, el CCC dirigió parte de sus esfuerzos a sumarse a los avances y propuestas mundiales.
Los alumnos, por su parte, recibieron el respaldo del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE) mediante un plan que revitalizaría enormemente el cine estudiantil fijando un presupuesto especial: el proyecto de Óperas primas que consistió en dar oportunidad de debutar a egresados de las escuelas y a jóvenes cineastas mexicanos que no hubiesen estudiado en el país.
La primera filmación bajo este rubro dio inicio en septiembre de 1990 con la cinta Benjamín y Micaela, nombrada finalmente La mujer de Benjamín, de Carlos Carrera, quien por su parte ya había demostrado su talento al dirigir Malayerba nunca muerde, que en ese año ya tenía un premio. La mujer de Benjamín obtuvo reconocimientos internacionales en los festivales de cine de Tel Aviv; Bilbao y Montreal.
El proceso de selección de la cinta para el programa de Ópera prima tuvo requerimientos de suma exigencia dado el elevado costo de la producción. El antecedente a este programa fue la cinta El secreto de Romelia, no obstante que aún no estaba regularizado anualmente el programa. En 1991, el ganador del concurso de proyectos presentados para Ópera prima correspondió a Francisco Athié por su cinta Lolo.
El deseo por apoyar al séptimo arte se dio en varias formas: la organización de dos talleres de guion cuyo objetivo fue realizar proyectos de calidad para promocionar los mejores trabajos al IMCINE y a la iniciativa privada para ser llevados a la pantalla. En 1990 se invitó al director de fotografía Janusz Polom de nacionalidad polaca a impartir un curso especial. Durante su estancia hizo una interesante comparación entre la industria fílmica polaca y mexicana en la prensa: “Durante 12 años trabajé en Polonia simultáneamente realizando documentales y en la industria polaca, temas de ficción. La escuela de cine en Polonia es una parte de la industria; los alumnos y los profesores de esa escuela trabajan también en el cine industrial. Y después el alumno tiene derecho a pertenecer a los sindicatos. Los profesores buscan mucho a estudiantes que les interesa para trabajar juntos.”
Durante la administración de Ignacio Durán Loera como director de IMCINE, se enfatizó el apoyo a los egresados de las escuelas de cine, respaldando las producciones del CCC; en 1991 se filmó el mediometraje La sombra del ángel de Leticia Venzor, con la colaboración del gobierno de Tabasco y del propio CCC. El Centro también participó en la serie Encuentros y desencuentros, realizada en coproducción con la Unidad de Producciones Audiovisuales, los estudiantes hicieron nueve episodios de un total de once, los otros dos correspondieron al CUEC.
En ese momento, el CCC se proyectaba como parte fundamental de una industria, Gustavo Montiel, director del Centro, anunció que desde su formación los alumnos trabajarían como fotógrafos, sonidistas, productores o asistentes. Desde otro punto de vista, Alfredo Joskowicz reiteró la importancia de la academia y la calidad en la formación de los estudiantes. Tanto el CCC como el CUEC expusieron sus particulares tendencias a la prensa. El Centro de Capacitación Cinematográfica insistió en la inserción de los estudiantes a la industria del cine casi de inmediato, mientras que el CUEC lo llegó a considerar presuroso. La discusión en los medios impresos se leía de la siguiente manera: “Para el director del Centro de Capacitación Cinematográfica, Gustavo Montiel, uno de los grandes retos para el CCC en 1993, consiste en equilibrar la docencia y la producción, así como consolidar a la escuela como parte fundamental de la industria. Por su parte, el director del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, Alfredo Joskowicz, hizo énfasis en que para el CUEC lo importante no es la producción, sino la academia: “Para nosotros lo fundamental es que el estudiantado esté bien formado en todos los aspectos de la cinematografía”.
El trabajo activo de esos años trajo consigo el reconocimiento internacional, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de EU otorgó en 1993 el Student Academy Award, conocido también como el Oscar Estudiantil, a la película El último fin de año, de Javier Bourges. Fue el premio al mejor cortometraje en la categoría de película extranjera. La cinta fue producida por el CCC y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. En 1992 ganó también el Colón de Oro del Festival de Huelva, y el primer premio del Festival de Huesca, ambos de España.
Es innegable que los logros de estos años fueron determinantes en el esfuerzo por rescatar al cine mexicano. Sin embargo, la falta de continuidad cinematográfica, debido a la incierta y veleidosa aparición de los recursos es una cuestión que permanece latente y que ha frenado la carrera cinematográfica de muchos realizadores. Es verdad que se filmaron cintas reconocidas en todo el mundo, y que se demostró la capacidad de los jóvenes realizadores, no obstante que algunos de ellos no volvieron a hacer una película más.
El llamado macroproyecto de ampliación que se implementó en 1994 dentro del CNA le proporcionó beneficios incuestionables a los estudiantes, el simple hecho de contar con el equipo y la tecnología necesaria implicó avances significativos en la preparación de los alumnos; fue el caso del Centro Multimedia que se creó con la intención de favorecer el trabajo de todo el CNA incluyendo el del CCC.
En la actualidad el CCC es una institución vinculada a la investigación a través de su asociación con el Centro Internacional de Enlace de Escuelas de Cine y Televisión, CILECT, y de la Federación de Escuelas de la Imagen y el Sonido de América Latina, FEISAL. Ambas organizaciones buscan fortalecer los vínculos de trabajo e intercambio académico entre más de doscientas instituciones formativas en el campo audiovisual en el mundo. Así, el CCC participa activamente de la discusión sobre metodologías y herramientas para la enseñanza del cine, y se inserta en proyectos de investigación y producción que se generan en todo el mundo, no sólo para el beneficio de sus alumnos sino para el de su planta docente.
El CIEC de Guadalajara fue creado en 1986 por Emilio García Riera, Eduardo de la Vega, Jaime Humberto Hermosillo y otros cineastas e investigadores del cine mexicano. El antecedente al centro de investigación está en el grupo Cine y crítica, que albergaba a cinéfilos e intelectuales de la ciudad de Guadalajara, un grupo independiente de la Universidad, que desarrollaba la labor de crítica y análisis, e impartía cursos de análisis cinematográfico. Eduardo de la Vega, actual director del centro, recuerda: “Ese grupo al que pertenecían gente como Guillermo del Toro, Daniel Varela y otros, era un grupo pequeño, homogéneo que desempeñó esas tareas. Cuando Jaime Humberto Hermosillo vino a Guadalajara a filmar una de sus películas, se quedó a vivir en Guadalajara, le gustó la ciudad, le gustó el ambiente, quería salirse del D.F., se quedó a vivir, entonces se acercó al grupo y el grupo se acercó a él.”
Más adelante, con apoyo de Raúl Padilla, quien sería rector de la misma Universidad de Guadalajara, se planteó el proyecto de crear una institución de investigación y de enseñanza de cine en la Universidad: “Raúl plantea esta idea junto con Hermosillo y con Emilio, Hermosillo había sido alumno de Emilio en el CUEC, entonces ya se conocían, Emilio había trabajado en la crítica y había comentado varias películas de Hermosillo, había vínculos por ahí, entonces se fue conformando la posibilidad de crear una institución que fuera una alternativa a la realización, la enseñanza cinematográfica, que ya desde entonces se impartían en México en el CUEC y en el CCC y aprovechando eso, adscrita al área de enseñanza crear un área de investigación, entonces se conformó finalmente la institución. Emilio con sus antecedentes quedó como director de ella, Jaime Humberto como coordinador del área de enseñanza y mucha gente de lo que era el grupo de Cine y crítica como componentes de la planta de profesores y algunos de los que veníamos trabajando con Emilio desde años atrás nos ofreció integrarnos como investigadores y profesores en esta institución”. Narra el actual director. Cabe mencionar que el mencionado grupo, Cine y crítica, nació en 1986 con la intención de reunir gente que escribía sobre cine en los medios locales o que tenía programas de radio en el área local, desarrollaba una labor de crítica y análisis, o había comenzado incluso a plantear cursos y cursillos de análisis cinematográfico. Era un grupo independiente de la universidad, una especie de asociación civil de gente cinéfila que se reunió y tuvo afinidades cinematográficas.
Desde su creación, el proyecto académico del centro se ha caracterizado por la publicación de una amplia gama de estudios sobre cine y por su impulso desde distintas áreas: dirección, investigación, guion, etc. Una de las tareas sobresalientes ha sido también la participación en la exhibición y promoción del cine contemporáneo a través de la organización de la Muestra de Cine Mexicano, ahora Festival Internacional de Cine en Guadalajara, el cual se realiza a partir de 1985.
La primera “Muestra de cine mexicano” fue organizada por el grupo Cine y crítica; desde entonces ha sido un espacio vital para la promoción de jóvenes realizadores que en muchas ocasiones estrenan su primer largometraje, así como para los directores mexicanos que, dadas las condiciones del cine en el país, no cuentan con suficientes espacios de este tipo en los que puedan dar a conocer su trabajo. Cuando se creó el CIEC, la Muestra estuvo a su cargo algunos años, sin embargo, dada su envergadura se vio la necesidad de fundar una instancia aparte que funcionara todo el año. El proceso, en palabras de Eduardo de la Vega fue el siguiente: “A partir del 95 más o menos, la Muestra se vuelve también independiente, un poco ocurrió como con lo de enseñanza, hubo un momento en que teníamos investigación, enseñanza y muestra. Era la institución que hacía todo, primero se bifurca lo de enseñanza e investigación, pero queda la Muestra, parte en enseñanza y parte en investigación y luego ya también se independiza la Muestra, se crea un Patronato y ahora ya es una entidad completamente independiente”.
La bifurcación respecto a la enseñanza, a la que Eduardo de la Vega se refiere, se consolidó en la Licenciatura en Ciencias y Artes Visuales que desde 1998 está constituida formalmente dentro de la U de G, de la que los investigadores del CIEC son parte de la planta de profesores. En el área de historia el centro también tiene una activa participación dentro de la línea de difusión: “En difusión de la historia se capacita al historiador para que también pueda difundir sus propias investigaciones a través de los medios, formándolo como guionista, en video, en programas de radio, documentales, etc.”.
En sus comienzos, el CIEC se interesó en apoyar los trabajos de los egresados al intentar llevar sus obras a la pantalla. En 1989 el realizador Jaime Humberto Hermosillo, que fue profesor del Centro durante algunos años, anunció que filmaría La corbata roja, de Sergio Díaz, egresado y ganador del Primer Concurso de Guiones. Uno de los objetivos era que los alumnos que salieran pudiesen producir largometrajes, sin embargo, a principios de la década de 1990 los apoyos sólo podían ser en video y formatos pequeños.
Las metas del CIEC y, por ende, de la Universidad de Guadalajara, siempre fueron ambiciosas. En 1993, se planeó crear una escuela de efectos especiales con el fin de propiciar el surgimiento de jóvenes técnicos de alto nivel de capacitación; al igual que crear una Cineteca que ayudara a desarrollar una amplia cultura cinematográfica. La Cineteca devino en una videoteca que consta de 4000 títulos aproximadamente, seleccionados con el mayor cuidado posible que se nutre de intercambios y solicitudes a distintos archivos fílmicos nacionales e internacionales. Sin embargo, la escuela de efectos especiales aún está pendiente.
La producción editorial del centro incrementó distintas colecciones como: Testimonios del cine mexicano y Cineastas de México. La primera se realiza a partir de la experiencia personal de los cineastas, la mayoría de las veces activos, transmitida por medio de la entrevista directa; mientras que la segunda es una reconstrucción a partir de fuentes bibliográficas, hemerográficas, archivos y otras fuentes secundarias. Testimonios del cine mexicano inició con entrevistas a Arturo Ripstein, Gabriel Figueroa y a Felipe Cazals. Cada uno de los realizadores intentó dar un autorretrato de su trabajo involucrando al lector en su experiencia personal. Respecto a otras líneas de investigación, existe la de Grandes cineastas, que incluye trabajos sobre Orson Welles, Hitchcock, Truffaut, entre otros y la de Cine regional, que inició con los trabajos de Guillermo Vaidovits sobre el cine de Guadalajara. En la actualidad el centro tiene nueve investigadores y ha producido 75 publicaciones, entre las que se cuenta una enciclopedia, monografías y libros de análisis fílmico como los ya mencionados.
Se puede decir que la década de 1990 marcó el auge de las escuelas de cine en México con perspectivas novedosas y prácticas, se crearon institutos, academias y universidades vinculadas estrechamente a instituciones nacionales y extranjeras, un ejemplo es Cinemanía, que aunque no imparte cursos permanentemente, sí es una posibilidad de ver cine de arte y de acercarse a través de sus talleres y de las películas que exhibe. Entre los casos más destacados están: La Universidad del Cine, fundada en 1993 paralela a la Asociación Mexicana de Cineastas Independientes (ANDI) por Pedro Araneda, egresado de New York University. Surge como una necesidad social que buscó abrir otras posibilidades de enseñanza además del CUEC y del CCC en quienes por muchos años recayó la enseñanza cinematográfica. Sus fuentes principales de financiamiento son las alianzas estratégicas que realiza con las empresas CINEMEX, New Art, Kodak, entre otras. Imparte cursos, talleres y las carreras de cine y actuación con tiempos abiertos de estudio. Algunas de las cintas en las que sus egresados han colaborado son: Titanic, Sobrenatural, La máscara del Zorro, Club eutanasia. Hasta el año de 2004 ha habido alrededor de 1000 egresados entre los campus D.F. y Monterrey.
El CENTRO, diseño, cine y televisión y el Centro de Capacitación para Productores, fueron fundadas en 1998. El concepto de esta última es la del productor como eje principal para llevar a cabo un proyecto. Está avalada por la Asociación de Cine Digital y por la Asociación de Enseñanzas Cinematográficas y fue fundada por el cineasta Ernesto Yáñez y Sara Campos, entre otros.
En 1999 a partir de un taller de animación y uno de cine surgió Golem producciones. Sus fundadores Ricardo Torres y Jésica Hernández iniciaron su trabajo a partir de su interés particular por aprender a hacer películas. Con el tiempo los cursos que organizaban crecieron y el entusiasmo de los jóvenes que asistían también. Actualmente mantienen estrechos vínculos con escuelas de cine y animación en Canadá. Trabajan bajo el concepto “empowerment” que consiste en dar herramientas a los alumnos que les sirvan a sus proyectos de manera independiente. El tipo de enseñanza que se promueve en la escuela va directamente a generar resultados en la iniciativa privada. Se trata de talleres cortos que complementan estudios en otras escuelas.
Otro importante esfuerzo lo realizó el cineasta Sergio Olhovich, quien al lado de Tania Olhovich y Gabriela Robles fundaron el Instituto Ruso Mexicano de Cine y Actuación Serguei Eisenstein en mayo del 2000. Nació con la intención de crear un centro independiente de enseñanza, producción y exhibición de películas y de promover la actuación y producción de teatro. Su objetivo es formar cuadros que aprendan a trabajar el lenguaje cinematográfico utilizando las nuevas tecnologías de video digital, así como producir en cooperativas cinematográficas, apoyando el desarrollo individual y colectivo. La enseñanza se basa en la Escuela rusa de cine y actuación y tiene un convenio con el Instituto Estatal de Cinematografía de la Federación Rusa, de modo que los planes de estudio a nivel licenciatura son semejantes. Al terminar su formación los alumnos tienen la posibilidad de especializarse en Rusia como parte del convenio. De igual forma, en enero del año 2000, nació el CIGCITE con especialidad en guion y escritura, crítica, dirección de cine, entre otros. Su sistema es a través de asesorías, concursos, capacitación y representación de guionistas, además de cursos y talleres on-line, que permiten al alumno elegir su horario y ritmo de estudio.
En octubre del 2001, con un enfoque comercial, surge el Centro de Estudios Cinematográficos INDI, creado por Juan Carlos Blanco y Mitzuko Villanueva, quienes, igual que los anteriores, vieron la necesidad de crear otros espacios de educación. La enseñanza tiene un enfoque teórico, práctico, equitativo y flexible enfocado a las nuevas necesidades de la industria cinematográfica actual. La carrera es intensiva con una duración de cinco cuatrimestres. En la actualidad tanto estudiantes como egresados participan en la producción de un largometraje escrito y dirigido por Juan Carlos Blanco basado en la leyenda de Jesús Malverde, bandido social que robaba a los ricos y a la iglesia para repartir el botín entre los pobres. Colaboran tanto alumnos como profesores. En 2003 da inicio en la recién instaurada institución académica, Centro, la carrera de cine bajo la dirección del cineasta Jorge Bolado, escuela en la que a diferencia de otras, todo alumno es bienvenido, no se requiere examen de admisión, sino más bien, cheque de admisión. La Universidad Anáhuac en 1995 abre el pos-grado en Análisis y Crítica Cinematográfica, con un año de duración, del cual egresan cuatro generaciones, siendo la última la del año 2001. En la misma institución, a partir del 2004 se inicia la pre-especialidad de Cine dentro de la carrera de Comunicación; es así que los alumnos salen como egresados en Comunicación-Cineastas. Durante los dos primeros semestres los estudiantes se integran al tronco común de la carrera. A partir del tercer semestre, comienzan con las materias de la especialidad, las cuales se van incrementando en cada semestre, hasta llegar a octavo totalmente enfocados al cine, a través de un esquema en que dominan las materias prácticas. En 2007 por vez primera en México, se abre en la Anáhuac la Maestría en Historia, Producción y Análisis Cinematográfico. Finalmente, cabe decir que otras instituciones como el IMCINE, la Cineteca Nacional, la Sociedad General de Escritores Mexicanos, el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica y la Filmoteca de la UNAM, se han preocupado por impartir diferentes tipos de cursos a público en general y a público especializado. Los últimos años destacan los de escritura de guion, análisis cinematográfico, consolidación de proyectos cinematográficos y en el caso de la Cineteca Nacional y de la Filmoteca UNAM, los Diplomados de Historia Mexicana a través del cine, de Historia del cine mundial y los cursos y talleres impartidos por invitados internacionales que la Filmoteca ha promovido, tanto de teóricos como de especialistas en las distintas ramas. En el caso del IMCINE a fines de los años noventa, sobresalen los cursos internacionales de guion en colaboración con el Sundance Institute fundado por Robert Redford. Bibliografía. Ayala Blanco, Jorge, La fugacidad del cine mexicano, México, Editorial Océano, 2001
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Archivo Isis Saavedra Luna.
Entrevistas con: Marcela Fernández Violante, Eduardo de la Vega, Pedro Araneda, Ricardo Torres, Tania Olhovich, Mitzuko Villanueva, Cristina Prado, Ernesto Yáñez.
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