Argumentista, adaptador, dramaturgo, actor y director. Al concluir sus estudios preparatorios en Orizaba, Rafael M. Saavedra se dedica a la literatura y al periodismo en la capital, colaborando en el periódico “El Sol de México” como director del suplemento “Nuestro México”, dedicado al folclore, historia, geografía y letras nacionales. Participa en las fuerzas revolucionarias del general Francisco Murguía.
En 1919 y principios de 1920, interviene como argumentista y adaptador, además de actor en las cintas Juan Soldado, El blockhouse de alta luz, El precio de la gloria y Honor militar, dirigida la primera por Enrique Castilla y las siguientes por Fernando Orozco y Berra por encargo de la Secretaría de Guerra y Marina, con el fin de proporcionar educación y disciplina militar a las tropas del nuevo Ejército Nacional. En Los Angeles, California, dirige el suplemento cultural de la revista “Time”. En 1920 colabora con Manuel Gamio en el estudio de la cultura teotihuacana.
Rafael M. Saavedra monta y escenifica lo que se denomina “el teatro campesino” a partir de obras propias y de otros autores, que alterna con la presentación de danzas y música autóctona. Construye más de 600 teatros al aire libre. En 1924 funda con otros interesados en el estudio y difusión del folclore, el grupo denominado Teatro del Murciélago.
Regresa al cine en 1937 como argumentista de cintas costumbristas y folclóricas, principalmente al lado del director Raphael J. Sevilla, con quien colabora ese año en A la orilla de un palmar y en Guadalupe la Chinaca y más tarde, en El insurgente/1940 y en La niña de mis ojos/1946; también es colaborador de Boris Maicon en Ojos tapatíos/1937 y Fernando de Fuentes en La Zandunga/1937.
A partir de 1938 Rafael M. Saavedra desarrolla argumentos históricos y melodramas más convencionales con Luis Lezama en El cementerio de las águilas/1938, William Rowland en Perfidia/1939, Francisco Elías en Calumnia/1939 y La epopeya del camino/1941; Rolando Aguilar en Rancho alegre/1940, Miguel Contreras Torres en Caballería del imperio/1942, José Benavides, Jr. en La feria de las flores/1942, Miguel Morayta en Amor de una vida/1945, Los siete niños de Écija y El secreto de Juan Palomo/1946, René Cardona en Ya viene Vidal Tenorio/1948, Julio Bracho en San Felipe de Jesús/1949, Ernesto Cortázar en Un milagro de amor/1949, Adolfo Fernández Bustamante en Esposa o amante/1949, Carlos Véjar, Jr. en Solamente una vez/1953, Juan José Ortega en En carne propia/1959, y Federico Curiel en Cazadores de cabezas y Secuestro en Acapulco/1960.
Bajo un argumento y adaptación de su autoría, su única experiencia como director la tiene al lado de Raphael J. Sevilla en la película Porfirio Díaz/Entre dos amores, filmada en 1944 en los estudios Azteca e inspirada en las hazañas contra la intervención francesa y los fieles seguidores del que sería posteriormente presidente: Porfirio Díaz, cuya figura en la cinta dibuja a todo un héroe. Figuran en el extenso reparto: José Luis Jiménez, David Silva Virginia Serret, Alicia de Phillips, Mimí Derba y Manuel Noriega, entre muchos otros.
En 1944 Rafael M. Saavedra es llamado a participar en el Banco Nacional Cinematográfico, donde crea el departamento técnico. En 1950 ingresa como asesor técnico de la dirección General de Cinematografía, en la que permanece varios años.
“Pregunta capciosa y sutilmente (si cabe) reaccionaria: ¿quién es ese noble anciano con aspecto de estatua y con los rasgos de José Luis Jiménez, antes Juan Diego y San Francisco, y ahora ‘San’ Porfirio Díaz, que sufre el dolor del destierro? Respuesta inmediata en flashback: un patriota liberal oaxaqueño que lucha por la democracia y por la independencia de su patria. Qué injusticia tan grande, pues, resulta ese destierro.”
“Para dejar bien clara la injusticia, y para ‘no herir susceptibilidades’, la película no dice nada de lo ocurrido con Díaz entre el momento en que es héroe epónimo y el otro en el que es desterrado. No hay referencia ni a su dictadura ni a la revolución que la concluyó. Así se da gusto a la nostalgia porfiriana sin meterse en líos con el gobierno en el poder, resultante de la Revolución ignorada.”
(Historia documental del cine mexicano, Emilio García Riera, Vol. 3, p. 136)
Rafael M. Saavedra realiza sus estudios primarios en la escuela Ignacio Zaragoza de Orizaba, Veracruz. Ahí mismo cursa la preparatoria y estudia matemáticas con su padre el ingeniero Rafael M. Saavedra, profesor de esa asignatura. De joven participa en los hechos armados de la revolución en las filas del General Francisco Murguía, como artillero en el centro y norte del país. Por invitación de Manuel Gamio, se incorpora activamente en la recuperación del folclor popular mexicano.
Durante la gestión de Vasconcelos al frente de la Secretaría de Educación Pública, organiza en Teotihuacán el llamado Teatro Folklórico Mexicano, con el que representaba en el teatro al aire libre la vida y costumbres de indígenas y campesinos. Con sus obras se inaugura este evento, en San Juan Teotihuacán el 20 de mayo de 1922, a cuya función inaugural asiste el presidente Obregón y su gabinete. Funda con Carlos González y Francisco Domínguez el Teatro Regional Mexicano y otras experiencias afines.
Para la Dirección de Antropología de la Secretaría de Agricultura y Fomento, a cargo de Manuel Gamio, Rafael M. Saavedra monta en 1922 “Los novios”, ensayo de teatro de comedia regional, basada en costumbres y folclor teotihuacanos, representada por nativos de San Francisco Mazapán.
En septiembre de 1924, para difundir danzas y folclor, vestuarios y artesanías típicas, Luis Márquez, Ramón Díaz Ordaz, Rafael M. Saavedra, el padre Canuto Flores, Carlos E. González, Román Solano y Francisco Domínguez, fundan el Teatro del Murciélago con otros entusiastas para representar y difundir, por primera vez, danzas regionales, entre ellas, danzas del estado de Michoacán, así como el ritual de Janitzio.
En 1926 la editorial Poet-lore de Boston publica la traducción al inglés de sus obras “Las chinitas” y “Mate al Rey”, las cuales se presentan en Nueva York y en otras ciudades de Estados Unidos.
El cronista José María Sánchez García apunta que la primera participación de Rafael M. Saavedra como argumentista en el cine sonoro ocurre en 1934 en Corazón bandolero de Raphael J. Sevilla y que su primera película folclórica es El dolor de mi tierra, título del que no se tiene ninguna referencia.
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