SOLER, JULIÁN (nombre verdadero, Julián Díaz Pavía)

Director, actor y guionista. Desde pequeño se inicia en el teatro en la compañía que funda su padre Domingo Díaz García, donde actúa al lado de sus hermanos Fernando, Andrés, Irene, Domingo y Mercedes. Se inclina por la pintura y estudia con prestigiados maestros de la época como Roberto Montenegro y, por un tiempo, se gana la vida como pintor y decorador. La tradición familiar es mayor y en 1924 debuta como actor teatral en la compañía de su hermano Fernando en la obra de teatro “El amigo Teddy”, más tarde se integra en diferentes compañías dramáticas, entre ellas, la de su hermano Domingo, la de María Tereza Montoya, la Fábregas Soler y la Comedia Mexicana; desde entonces viaja por la mayor parte del continente americano, Francia y España.

En 1931 y de gira por Valencia, la Paramount de París le ofrece una pequeña parte en la película Les nuits de Port Said/Dimitri Kirsanoff, pero no llega a tiempo y se conforma con aparecer de extra. Al siguiente año la misma empresa le da un papel en ¿Cuándo te suicidas?/Manuel Romero, donde actúa al lado de su hermano Fernando que lleva el rol protagónico. Se integra al cine mexicano con una pequeña parte en Pecados de amor/David Kirkland 1933, más tarde obtiene un papel mayor en Chucho el Roto/Gabriel Soria 1934, en donde actúa junto a sus hermanos Domingo y Fernando.

En 1943 Raúl de Anda le da la oportunidad de iniciarse en la dirección con la película Tormenta en la cumbre, de la que escribe el guion y protagoniza a lado de Raquel Rojas y Pituka de Foronda. Al siguiente año dirige Imprudencia y ¡Me ha besado un hombre!, considerada una de las mejores comedias de ese año. Escribe once de sus cintas: Tormenta en la cumbre/1943, Las cinco advertencias de Satanás/1945, Ocho hombres y una mujer/1945, Matrimonio sintético/1947, Tía Candela/1948, El pecado de Laura/1948, El diablo no es tan diablo/1949, Lágrimas robadas/1953, La mujer X/1954, No hay cruces en el mar/1967 y La otra mujer/1971.

Dirige varias coproducciones de México con países de habla hispana, como: Playa prohibida/1955, con España; Semáforo en rojo/1963, con Colombia; Cuando acaba la noche/1964 y El Jibarito Rafael/1966, con Puerto Rico; y Bárbara/1971, con Venezuela. Poco antes de su muerte dirige en 1977, El soplador de vidrio, episodio de Los amantes fríos.

Julián Soler combina la actuación en teatro y cine, en 1941 su notable interpretación del libertador Simón Bolívar/Miguel Contreras Torres, lo asciende a la categoría de primer actor; a pesar de tener una prolífica carrera como director no interrumpe la de actor en cintas como Amok/Antonio Momplet y Un beso en la noche/Gilberto Martínez Solares, ambas en 1944. Su última actuación es en la cinta El jardín de los cerezos/Gonzalo Martínez Ortega 1977.

JS.- “Para mí el director es sencillo definirlo; se trata de una persona que crea, que imagina una situación visual directamente enfocada a una muchedumbre, llamémosle así; al mismo tiempo es tan difícil lograr compaginar criterios, porque si a unos les gusta o les agrada, o merecen, o creen merecer la atención de la labor de un director, por el otro lado es todo lo contrario, entonces el realizador se encuentra muchas veces en un callejón sin salida, en el que tiene muchos contrarios y muchos favorecedores; hay ocasiones en que la labor que lleva a cabo es tan formidable, que todo un núcleo de personas está de acuerdo con esa tarea y con el mensaje que ha llevado a la pantalla.

Me adapto por temperamento a los diferentes géneros, a veces soy terriblemente trágico, llegando al paroxismo de la tragedia griega, mientras que otras me embarga una frivolidad rayando en el ‘churro’. Me considero introvertido y, cosa notable, ya en la filmación, en plena actuación, en plena dirección de una obra teatral o una película, soy otra persona, abierto, explicativo y conversador.

Me defino a mí mismo, de manera sencilla: soy un buen director, no brillante ni genial; tengo una ventaja o una virtud: sé explicar y hablar con el actor y decirle lo que quiero, pero en tal forma que ni lo lastimo ni lo molesto; entonces un noventa y cinco por ciento de los que han trabajado a mi lado, me estiman por ello. No quiero negar que en cierta ocasión, con elementos sin ninguna significación, me he visto en la necesidad de emplear un poquito la energía, la autoridad, para hacerme entender.”

(Cuadernos de la Cineteca, “Julián Soler”, coord. Eugenia Meyer, No. 7, pp. 97-102)