PATIÑO GÓMEZ, ALFONSO

Director, productor, actor y argumentista. A los 10 años es colaborador habitual en el suplemento “El Heraldito Infantil” que se publica los miércoles, en “El Heraldo”. Alfonso Patiño abandona la idea de estudiar Medicina dada la precaria situación económica familiar. En 1926 filma en Pathé Baby el cortometraje Mi hombre, protagonizado por la cantante María Luisa Carbajal. En 1928 es uno de los fundadores del periódico “La Prensa” y escribe en la sección de espectáculos. Cinco años después deja el periódico para fundar el semanario “Cine Gráfico”.

En 1934 ingresa al cine como actor en ¡Viva México!/Miguel Contreras Torres 1934. Deja “Cine gráfico” y funda “Mundo cinematográfico”. En 1938 es dialoguista en Pescadores de perlas/Guillermo Calles, Un domingo en la tarde/Rafael E. Portas y adapta Los bandidos de Río Frío/Leonardo Westphal y La China Hilaria/Roberto Curwood, que también produce. Es nombrado en 1939 por la UTECM para trabajar como asistente de director, cargo que no acepta ya que debe convertirse en masón.

Alfonso Patiño dirige Carne de cabaret/Rosa la Terciopelo/1939, un melodrama en el que una mujer es acusada del asesinato de un hombre, que la violó y embarazó siendo joven; ella triunfa como cantante, pero mata al padre de su hija para evitar que se la quite. Con las actuaciones de Sofía Álvarez, Miguel Arenas, Tony Díaz, Julio Villarreal y Agustín Isunza, entre otros. Se filma en los estudios Azteca con un costo de 40 mil pesos.

Su segundo filme es Cinco minutos de amor/1941, una comedia de enredos entre amantes, esposas y esposos engañados, novias, novios y suegros. Con Arturo de Córdova, Mapy Cortés, Carlos Orellana, Ángel Garasa (actor español que debuta en México), Alicia Ortiz y Fernando Cortés. Filmada en los estudios CLASA, permanece una semana en el cine Orfeón a partir del 12 de diciembre de 1941.

En 1944 funda el Sindicato Mexicano de Directores Cinematográficos, que se convierte en la Sección de Directores del STPC. Escribe los argumentos de Voces de primavera/Jaime Salvador 1946, Sentencia/Emilio Gómez Muriel 1949 y Nosotras las taquígrafas/Emilio Gómez Muriel 1950.

Se inicia como productor en 1952 con Rostros olvidados/Julio Bracho 1952, funda al año siguiente Alianza Cinematográfica. Produce Los Fernández de Peralvillo/Alejandro Galindo 1953, Pueblo, canto y esperanza/Julián Soler/Alfredo B. Crevenna/Rogelio A. González 1954, El túnel seis/Chano Urueta 1955, Cuatro contra el imperio/1955 y su continuación El fin de un imperio/Jaime Salvador 1956, Música de siempre/Tito Davison 1956 y Las rosas del milagro/Julián Soler 1959.

Ingresa en 1956 a los Estudios América como director general aunque renuncia cuando se le pide que abandone al STPC y se integre al STIC. Alfonso Patiño cierra el ciclo como director con: Las canciones unidas/1959, codirigida con Chano Urueta, Tito Davison y Julio Bracho. En una asamblea de la ONU, en lugar de la sesión de las naciones unidas, se lleva a cabo una inusual sesión de las canciones unidas, en la que el delegado mexicano propone, a protesta del delegado soviético, dar a conocer la música de cada país empezando por México. Dos números mexicanos inician y terminan el maratón musical: Miguel Aceves Mejía, a caballo, canta “La malagueña” mientras persigue por el campo a Elvira Quintana, y Lola Beltrán dedica a la Guadalupana una canción pacifista. Con Pedro Vargas (delegado mexicano), Lucho Gatica (delegado chileno), Carlos Cores (delegado argentino) y Wolf Ruvinskis (delegado soviético), entre muchos otros. Permanece dos semanas en el cine Orfeón, a partir del 15 de septiembre de 1960.

Su última intervención cinematográfica es: En cada feria un amor/Rogelio A. González 1960, de la que escribe el argumento y realiza la adaptación.

AP.- “El director es la película misma y cuando lo digo no es por usar un lugar común muy socorrido, sino porque el realizador es el maquillaje, la escenografía, el vestuario, el decorado, la estrella, el peinado, el galán y su actitud, su prestancia, la femineidad, la dulzura, la ternura de la madre. En realidad es todos los personajes y tiene que dar a cada uno la tónica de su actuación, medirlo y no dejar que ninguno se le vaya al cielo para hablar como en el teatro.

Yo como director no funciono, entiendo mis limitaciones, no sirvo, me pierde el carácter y la extrasensibilidad. Sudo copiosamente, me angustio, sufro más que los intérpretes. En cambio -y en eso me voy a parar el cuello- me parece que soy muy buen productor. Lejos de la cámara, ayudando al realizador a tener todo.”

(Cuadernos de la Cineteca, “Alfonso Gómez Patiño”, coord. Eugenia Meyer, No. 5, pp. 77-78)