Publicado en el: Diccionario del Cine Español e Iberomaericano. España, Portugal y América. (2012)
(Coordinación México, Perla Ciuk)
Sinopsis: Al igual que la novela de Federico Gamboa, la primera parte del filme sitúa la acción en una suerte de paraíso bucólico en el pueblo de Chimalistac en San Ángel donde la joven heroína pierde la virginidad. Lo que sigue, es el descenso de Santa a los infiernos de la urbe metaforizada por el ambiente de la feria; el azar, el destino cruel que se ensaña con la ingenuidad de una joven mancillada. Es decir, la premisa de esa primigenia cinta sonora que a su vez, relata las historias de amor de Santa, primero con el militar y más tarde con un torero y el ciego que la ama desde su mundo de oscuridad, todo ello en un ambiente melodramático y naturalista por igual (las escenas del burdel resultan soberbiamente realistas), no sólo trastocó la industria de cine en México debido a su éxito taquillero, sino que impondría el estereotipo de un cine tan lúdico como moralista con las desventuras de esa joven enfrentada a la vorágine del mundo.
La prostituta en el cine mexicano empezaba a convertirse en leyenda de la urbe, en una ciudad que se abría paso hacia la modernidad y a una explosión de sentidos, en medio de regocijo nocturno, enfermedades venéreas, lupanares y cabarets. Ya sea por rechazo social, gustoso sometimiento, vanidad, deseo de dominio, frigidez, ninfomanía, problemas económicos, o por un simple mal paso: ficheras, rumberas, pecadoras, perdidas o aventureras, se trastocarían en las diosas del deseo que encarnan el mal necesario, el paño de lágrimas, o el himeneo gozoso de una cinematografía como la nuestra, que alcanzaría altas dosis de delirio y genialidad con la premisa impuesta por Santa y su arquetipo: el de la callejera que se mantiene virgen en espíritu y que brilla en el fango de la sordidez cotidiana.
El cine silente y el sonoro tuvieron un amasiato difícil. El paso de uno al otro, no se dio en buenos términos ya que el cine sonoro fue mal visto o más bien, mal oído por artistas e intelectuales nacionales y extranjeros, incluso, acabaría con las carreras de varias estrellas del cine silente. No obstante la llegada de Santa, la primera cinta mexicana sonorizada sincrónicamente, no sólo abriría una nueva expectativa a nuestro idioma, para tranquilidad de los intelectuales de aquellos años, sino que revolucionaría la industria de cine en nuestro país, concibiendo un arquetipo y un género al que no han dejado de acudir nuestra cinematografía.
Para 1931, no había pasado ni un año aún desde aquella propuesta del escritor Rubén Salazar Mallén para reconocer a la prostitución como un oficio equiparable a cualquier otro, cuando el cine nacional estigmatizaría de por vida a las mujeres de la calle con Santa, dirigida por el español Antonio Moreno aunque ya en 1918 Elena Sánchez Valenzuela había protagonizado la versión muda del relato, basada en la inmortal novela de Federico Gamboa. Su premisa: la desventura de cargar a cuestas con el oficio más antiguo del mundo, el de la jovencita inocente seducida y abandonada orillada al vicio por un mal consejero, un engaño, una decepción amorosa o familiar y cuyo encanto se debe no sólo a la ingenuidad moral del relato o la belleza y gracia de Lupita Tovar, su protagonista, sino a la presencia del sonido sincrónico a cargo de Joselito Rodríguez con el apoyo de su hermano Roberto, quien convertiría a ruidos, efectos, voces, e incluso la canción de Agustín Lara, en un protagonista más, que finalmente se dejaba oír en nuestras pantallas sin necesidad de discos, utilizados en anteriores cintas mexicanas como Dios y ley, El Águila y el nopal o Más fuerte que el deber.
De hecho, con el tema de “Santa”, Agustín Lara ponía en boca de Hipólito, toda una filosofía prostibularia que se mantendrá a lo largo de los años treinta, para dar un salto cualitativo una década después. Así, el “Flaco de oro” brindaba al cine algo más que canciones; le proporcionaría un alud de argumentos sintetizados en los títulos mismos y las letras de sus temas musicales, al tiempo que ofrecería un curioso giro realista al género al convertirse él mismo en actor de varios dramas arrabaleros pocos años después. La importancia de sus canciones como una suerte de comentario social de la época, puede apreciarse no sólo en Santa, sino en filmes posteriores como Perdida o Aventurera, otras heroínas trágicas que rodaron al fango después de destrozar su virtud y su honor.
Así, el 3 de noviembre de 1931 arrancaría el rodaje de Santa. No sólo se importó al director Antonio Moreno galán de estrellas como Greta Garbo, sino a Lupita Tovar en el protagónico y a Donald Reed como Marcelino el militar que la seduce. Al reparto se sumaría Juan José Martínez Casado como el torero Jarameño, Carlos Orellana en el papel del ciego Hipólito, el niño Jorge Peón como Genarillo, Mimí Derba la dueña del burdel, Antonio R. Frausto y Joaquín Busquets como los hermanos de Santa que le reclaman sobre las “casas puercas” y entre los extras: a Sofía Álvarez como prostituta, Jorge Marrón Doctor IQ, Fernando A. Rivero y Raúl de Anda.
Ficha artística: Lupita Tovar (Santa), Carlos Orellana (Hipólito), Juan José Martínez Casado (El Jarameño), Donald Reed (Marcelino), Antonio R. Frausto (Fabián), Mimí Derba (doña Elvira), Rosita Arriaga (madre de Santa).
Ficha técnica: Productora: Compañía Nacional Productora de Películas, Juan de la Cruz Alarcón; Productor ejecutivo: Gustavo Sáenz de Sicilia; Argumento y Guion: Carlos Noriega Hope; Fotografía: Alex Phillips (blanco y negro); Montaje: Aniceto Ortega; Sonido: Joselito y Roberto Rodríguez; Música: Agustín Lara, Miguel Lerdo de Tejada; Escenografía: Fernando A. Rivero.
Estudios: Nacional Productora. Duración: 81 minutos. Estreno: 3 de noviembre de 1931. Clasificación: B.
Bibliografía:
Historia Documental del Cine Mexicano, Emilio García Riera.
La aventura del cine mexicano, Jorge Ayala Blanco.
La vorágine del mal. Nocturno hormonal (en prensa), Rafael Aviña.
RAFAEL AVIÑA
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