Publicado en el: Diccionario del Cine Español e Iberomaericano. España, Portugal y América. (2012)

(Coordinación México, Perla Ciuk)

Sinopsis: El argumento de Luis Márquez imagina un paraíso primitivo, la isla de Janitzio, en el lago de Pátzcuaro, en el estado de Michoacán, habitado por una comunidad purépecha de pescadores cuya tradición castiga con la muerte a toda mujer que se relacione sexualmente con un extraño. En este caso, se trata de la historia del amor entre Eréndira y Sirahuén frustrado por la lascivia de un intruso blanco, un acaparador a quien los nativos se ven obligados a mal vender el producto de su pesca. Sirahuén ajusticia al canalla, pero es incapaz de evitar que los isleños, azuzados por la celosa Tacha, lapiden a su amada. Con ella en brazos se adentra en la laguna para acompañarla en la otra vida.

Comentario: Después de 1930, la exaltación nacionalista se vive a través de las recreaciones de la Revolución o de las obras de fondo etnográfico, que derivan finalmente en el nacionalismo epidérmico de las comedias rancheras y de los melodramas folclóricos. El Estado mexicano, desde mediados de los treinta, se interesa por llevar al cine la estética nacionalista que se vive en las otras artes. Así, se promueve un cine de “contenido social”, como Redes/Fred Zinnemann y Emilio Gómez Muriel, un proyecto auspiciado por la Secretaría de Educación Pública y el azaroso proyecto de iniciativa particular, Janitizio. Ambos, filmados en 1934, se inspiran en la estética eisensteniana y revaloran la vida indígena, desde distintas perspectivas.

La producción de Janitizio es muy accidentada. Se filma en quince días a partir del 25 de noviembre de 1934 en escenarios naturales y se termina en los estudios de la Nacional Productora. Según Luis Márquez, cuando los recursos de cooperativa inicial se agotan, el proyecto es apoyado por Crisóforo Peralta Jr. y, finalmente, por el señor Antonio Manero, dueño de la Cinematográfica Mexicana, S. A., quien también, más tarde, se hace cargo de la distribución de la película.

Se trata del único largometraje dirigido por Carlos Navarro en nuestro país. Por otro lado, Lauron Draper, que se integra a nuestro cine proveniente de Hollywood, como los cinefotógrafos Alex Phillips y Ross Fischer, era bien conocido por sus aportaciones a la película de W.S. Van Dyke White Shadows in the South Seas/Sombras blancas de los mares del sur/1928; que por su tema y aproximación estética la crítica emparenta con Janitizio, al igual que otras obras que, con una visión romántica, se inspiran en la antropología y en el folclor, como Tabú/F. W. Murnau y R. J. Flaherty.

Luis Márquez, veterano cinematografista del periodo mudo, era bien conocido por su decidida contribución a la construcción de una estética de lo mexicano mediante el registro fotográfico de tradiciones, rostros, indígenas, arquitectura, vestimenta y paisajes regionales. Además, Márquez, con otros artistas mexicanos, asesora, orienta y recibe la influencia de Serguei Eisenstein durante la estancia del artista ruso en nuestro país (1930-1932). Tales inquietudes e influencias artísticas las plasma Márquez en el trabajo que desarrolla para el rodaje de la película Janitizio, como responsable de la “localización fotográfica”. En muchos de los planos de la cinta se aprecia la mano y el ojo del fotógrafo, cuyo trabajo como hemos visto, era bien conocido.

Además, Luis Márquez es el autor de su argumento. Según afirma, conoció la tradición purépecha del Día de Muertos tal y como se celebra en la región del lago de Pátzcuaro, en el estado de Michoacán, en 1923, cuando era desconocida en la capital. Tal tradición se difunde gracias al Teatro del Murciélago, en el que participan otros veteranos del cine mudo mexicano, como Rafael M. Saavedra y Carlos E. González.

La película es de una realización bastante primitiva y el argumento es de una simplicidad tan desarmante, que con dificultades supera la hora de proyección. Sin embargo, se trata de uno de los mejores ejemplos realizados por la cinematografía mexicana en el contexto del proceso de construcción del nacionalismo revolucionario, para reivindicar el pasado indígena. Es una exaltación paternalista de las tradiciones purépechas y enfatiza la bondad e inocencia primigenia del mundo indígena frente al occidental, sin tocar aspectos sociales y políticos. Se traslada al cine el descubrimiento de la fotogenia del paisaje del lago de Pátzcuaro, con sus canoas de pescadores y sus redes en forma de mariposa y el folclor de la noche de muertos. Los papeles protagónicos fueron encarnados por las muy mexicanas figuras de Emilio “Indio” Fernández y de María Teresa Orozco; una experiencia decisiva para el primero, quien más tarde, ya como director representativo de lo mexicano en el extranjero, haría dos versiones de la misma historia: María Candelaria/1943 y Maclovia/1948.

Ficha arftística: Emilio “Indio” Fernández (Sirahuén); María Teresa Orozco (Eréndira); Gilberto González (don Manuel); Felipe Flores (Luis); Max Langler (don Pablo); Adela Valdez (Tacha); Luis Márquez (Tata).

Ficha técnica: Productora: Cinematográfica Mexicana, S. A.; Productores: Antonio Manero y Crisóforo Peralta Jr.; Argumento: Luis Márquez; Adaptación: Roberto O’Quigley; Fotografía en blanco y negro: Lauron Draper; Asistente de fotografía: Eugenio Lezama Michel; Localización fotográfica: Luis Márquez; Sonido: José B. Carles; Música original: Francisco Domínguez; Escenografía: José Rodríguez Granada.

Estudios de rodaje: Estudios de la Nacional Productora de Películas; Duración: 67 minutos; Estreno: cine Olimpia, 28 de septiembre de 1935, México, D. F.

Fuentes: Información tomada de la película; M. L. Amador, J. Ayala Blanco: Cartelera cinematográfica, UNAM / Filmoteca, México, D. F., 1980. Entre corchetes datos de Luis Márquez a Raquel Tibol, en HDCM e interpolaciones del autor.

BIBLIOGRAFÍA: J. Ayala Blanco: “Los indígenas”, La aventura del cine mexicano, Era, México, D. F., 1968, 193-194.