Publicado en el: Diccionario del Cine Español e Iberomaericano. España, Portugal y América. (2012)

(Coordinación México, Perla Ciuk)

Sinopsis: El primer tiempo es heliocéntrico: bajo la luz cenital del sol, en la idealizada campiña de Córdoba, Veracruz, México, Rosario pasea y se besa con su novio, el aparentemente amoroso Victorino. A su vez, don Antonio, carpintero de una funeraria y padre de Rosario, comienza a sentirse mal. Regresando a casa tiene fiebre. Rosario no sabe cómo pagar la medicina. Ese día comienza el carnaval. Todo es fiesta alrededor de Rosario. Desesperada, va a pedirle dinero a don Basilio, quien accede, siempre que Rosario le otorgue algunos “favores”. Ella se niega. El farmacéutico accede fiarle el medicamento. Mientras tanto, Victorino se divierte con otra mujer en el carnaval. La lleva a su cuarto, que está en la misma vecindad donde Rosario vive con su padre. Ahí, tres viejas chismosas atestiguan la tragedia: Rosario sorprende en flagrancia a Victorino. Don Antonio escucha el escándalo. En cuanto Rosario se va, enfrenta a Victorino con un martillo. Pero debilitado, cae por la escalera. Agoniza cuando Rosario regresa. El día de las exequias, el pueblo sigue en carnaval y creen que el ataúd de don Antonio es para “el entierro del mal humor”. Rosario suplica la dejen sepultar a su padre. Reclama a don Basilio que por culpa de los que son como él, don Antonio ha muerto. El segundo tiempo es noctívago: durante una noche que parece eterna, arriba al puerto de Veracruz un barco que trae, entre otros, a Alberto, marino que después de 17 años regresa. A lo largo de toda la noche se divierten en diversos lugares. Alberto es muy solicitado por diversas prostitutas, pero él acaba en brazos de Rosario, elegante y sofisticada, con largo vestido de espalda escotada: es la reina de la noche. Tras hacer el amor, Alberto y Rosario se hacen confidencias. La más reveladora es terrible: ella dice su verdadero nombre y él su apellido; descubren que son hermanos. Quedan en profundo agobio moral. Tanto que ella corre hacia el muelle principal. Alberto la sigue. Nunca la alcanza. Sólo encuentra entre las rocas y ante las olas, parte de las ropas de Rosario que se ha suicidado.

Este filme ha conservado su estatus de ser el primer clásico del cine mexicano que tuvo una recepción unánime. Su valor histórico está en su audacia temática, que hizo a la protagonista la primer star de una industria necesitada de despegar con éxito. Junto con Santa/Antonio Moreno 1930, cimentó el auge del melodrama mexicano de tinte prostibulario. Es prácticamente un filme carente de moral, tanto en lo que narra, como en sus posibles conclusiones. Esto se debe a lo audaz de sus imágenes, que incluyeron lo mismo novedosas disolvencias que anuncian el estilo pop de los 1960, así como un breve desnudo de una de las extras, que le daba verosimilitud a esta historia, ubicada en un burdel concebido con estilo hiperrealista en el que los personajes secundarios parecen sus habitantes naturales. Asimismo, su tono desdramatizado, unido a un sentido del humor lo mismo negro (la escena del funeral), que uno más amable, de cabaret (con chistes de todo tipo), hicieron de éste un filme destacado porque permitía al espectador comprender e internarse por lo sórdido de su tema.

Arcady Boytler, siempre pintoresco en la concepción y ejecución de sus filmes, realizó un melodrama de avanzada, frío, cerebral, profundamente arraigado en elementos de la naturaleza, que contrastaba con el estilo dramático convencional, de fáciles moralejas, que ya estaba dando frutos en el cine mexicano. Lo más inteligente del filme es que con sus imágenes capta y subraya una realidad que hace vívidos y palpitantes la tragedia de la protagonista y el terrible lugar en que sucede. Finalmente, Boytler le dio una dimensión mítica a la historia al incluir a su esposa cantando el tema principal como apunte poético.

En La mujer del puerto se condensa el futuro tema de la perdición femenina a manos de hombres inescrupulosos. Tema que el cine mexicano culmina de diversas formas, no siempre con el éxito de este original clásico. Ejemplo de ello es la segunda versión en 1949, dirigida por Emilio Gómez Muriel, con María Antonieta Pons y Víctor Junco. La historia se representó con sensualidad contenida, aunque carecía de la sofisticación que al personaje dio Andrea Palma, estrella por derecho propio a pesar de parecerse demasiado a su amiga Marlene Dietrich. El mérito principal de Boytler fue narrar la historia en dos tiempos perfectamente diferenciados cinematográficamente.

Ficha artística: Andrea Palma (Rosario): Domingo Soler (Alberto); Francisco Zárraga (Victorino); Fabio Acevedo (don Antonio, padre de Rosario); Antonio Polo (don Basilio, dueño de la funeraria); Arturo “Panseco” Manrique (marino argentino); Jorge Panqué Treviño (marino norteamericano); Roberto Cantú Robert (marino cubano); Stella Inda (prostituta); Esther Fernández (prostituta); Lina Boytler. (cantante).

Ficha técnica: Productora: Eurindia Films, México; Productor: Servando C. De la Garza; Guion y adaptación: (sin crédito en pantalla) Antonio Guzmán Aguilera (Guz Águila), Carlos de Nájera y Raphael J. Sevilla, inspirados en relatos de Guy de Maupassant (“Le port”) y Lev Tolstoi (“Natasha”); Diálogos: Carlos de Nájera; Fotografía: Alex Phillips (en blanco y negro); Efectos especiales: Salvador Pruneda; Edición: José Marino; Escenografía: Fernando A. Rivero; Sonido: José B. Carles; Música: Max Urbán; Canción tema: Vendo placer de Manuel Esperón y Ricardo López Méndez; Cantada por: Lina Boytler.

Estudios: Estudios México Films, de Jorge Stahl; Duración: 76 minutos; Estreno: Cine Regis, Ciudad de México, 14 de febrero de 1934.