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ENSAYOS

Manuel González Casanova

LOS ARCHIVOS DE IMÁGENES EN MOVIMIENTO EN MÉXICO (1896 – 2005)

Manuel González Casanova.

Publicado en el: Diccionario del Cine Español e Iberomaericano, España, Portugal y América. (2012)

(Coordinación México, Perla Ciuk)

 

El concepto de qué era el Cine que dominó los veinte años iniciales de la producción cinematográfica en México, (1896 – 1916), fue determinante para el establecimiento de los primeros Archivos de Imágenes en Movimiento en este país. Dicho concepto partía de las ideas imperantes en esa época en una República, señoreada por el Positivismo; ideas que la llevaban a considerar al Cine como un valioso registro testimonial del acontecer; forma de pensar que pretendía que el Cine era objetivo y, por lo tanto, no permitía la realización de recreaciones; excepto aquellas que aspiraban a mostrar los grandes momentos de la Historia, en épocas anteriores a la existencia del Cinematógrafo. Era un Cine decididamente encaminado a educar. Esa actitud se hizo notoria desde los primeros días como se desprende del artículo que publicó el periódico mexicano El Globo, el 22/XII/96, ante el conflicto que suscitó la reconstrucción de un Duelo a pistola en el bosque de Chapultepec, el diario manifestaba su preocupación porque las futuras generaciones “… no están en la obligación de saber si se trata de un simulacro de duelo o de un lance de honor verdadero…

Al reconocer en el Cine un valor de registro testimonial de la actualidad para el futuro, se estaba aceptando implícitamente la necesidad de la conservación de dichas imágenes para ese futuro, y por ende la importancia que tenía el crear archivos adecuados para ellas.

En los años sucesivos volveremos a encontrar comentarios, ahora firmados por diversos escritores mexicanos de reconocido prestigio, que nos confirman que el concepto del Cine continuaba en el país por el mismo camino. El 20/III/98, Amado Nervo publicó en el diario El Mundo el siguiente texto: “Y ese espectáculo me ha sugerido lo que será la historia en lo futuro […] No más libros. El fonógrafo guardará en su urna oscura las viejas voces ya extinguidas; el cinematógrafo reproducirá las vidas prestigiosas, y los reflectores eléctricos vestirán de nuevo las figuras heroicas con los colores que usaron en su jornada de luchas y de hazañas.

Y para 1906, Ángel E. de Campo y Valle, más conocido por el seudónimo de Micrós, – aunque el texto al que corresponden las siguientes líneas lo firmó como Tick–Tack–, dio rienda suelta a su fantasía al referirse, dentro del concepto vigente en México en ese momento de lo que era el cine, a los Archivos de Imágenes en Movimiento del futuro cuando escribió: “Los gobiernos habrán de tener cinematógrafos oficiales destinados a la inquisición de las comisiones de seguridad, reseña de las fiestas cívicas y crónicas de acontecimientos históricos. Estante A, cajón 236, película 1392, tomada ante notario, debidamente timbrada y cancelada con sellos de luz.” (El Imparcial, 14/X/06).

 A mediados de 1926, el entonces muy joven don Jaime Torres Bodet, dedicaba un artículo de su columna La cinta de plata, que publicaba en Revista de Revistas, tras el seudónimo de Celuloide, al tema de: “Películas del pasado. Cine, biblioteca y museo…”. Desde el título es evidente que en el artículo se plantea la necesidad de los Archivos de Imágenes en Movimiento, en esta ocasión escrito ya en función de considerar al Cine “… como un arte de lo transitorio, de lo cotidiano.Esta sugestión, … podrá no merecer la atención.., pero no por eso desaparecerá y un día, no muy tarde, comenzará a cundir la inquietud por establecer esta biblioteca, este museo de un arte vivo.”

Las citas anteriores, seleccionadas un poco al azar, son un ejemplo de las preocupaciones de algunos sectores del país, las que unidas a la existencia del cine –club Mexicano, a partir de 1931, contribuyen a explicarnos porqué en México se creó uno de los primeros, si no es que el primer Archivo de Imágenes en Movimiento, con reconocimiento oficial, en el Mundo. Ya que, a principios de 1936, se fundó en la Secretaría [Ministerio] de Educación Pública la Filmoteca Nacional de México, quedando al frente de la nueva institución la destacada actriz del Cine Mudo, Elena Sánchez Valenzuela, vigorosamente apoyada por el director de cine, Emilio Gómez Muriel, quien por esas fechas estaba por concluir la realización de la que fuera, sin duda, su mejor película: Redes, producida por esa misma institución.

Desafortunadamente, la Filmoteca Nacional de México respondió por poco tiempo a los intereses que la habían creado. En 1940 subió al poder un nuevo Presidente de la República; el general Lázaro Cárdenas, (1934 – 1940), fue substituido por el general Manuel Ávila Camacho, (1940 – 1946). Y el nuevo gobierno se renovó en todos sus cuadros. Al frente de la Filmoteca Nacional quedaron personas a las que, posiblemente, no les interesaban lo suficiente las tareas del Archivo, probablemente para ellos se trataba simplemente de un empleo más, y la Filmoteca se fue burocratizando, y destruyendo.

En diciembre de 1949, como consecuencia de la crisis que empezaba a avizorarse en el cine mexicano, después del auge económico de sus años dorados, el Gobierno de la República decidió intervenir para apuntalar a la Industria que tan buenos dividendos había producido. Entre las medidas que tomó estuvo la de aprobar en el Congreso de la Unión una “Ley de la Industria Cinematográfica” que venía a sustituir de forma completa el Reglamento en vigor, el cual databa del 25 de agosto de 1941. La nueva Ley ponía toda la responsabilidad de dicha Industria en manos de la Secretaría de Gobernación, [Ministerio del Interior].

Durante el debate en la Cámara de Diputados se manifestó la inquietud por la necesidad de un Archivo de Películas, habiéndose considerado conveniente la creación de la Filmoteca Nacional; sin hacer la más mínima referencia a la que ya existía en la Secretaría de Educación Pública. Todos los diputados estuvieron de acuerdo en incluirla; al principio se la colocó en el inciso XIII de la flamante Ley, el dedicado al Registro Público Cinematográfico, posteriormente se le dio la importancia suficiente como para señalarle un nuevo inciso, el XIV, conservando la obligación de los productores de entregar para la Filmoteca “…una copia de las películas que produzcan en el país al solicitar la autorización para la exhibición pública de las mismas.” En el texto final se hizo hincapié en que dicha copia debería ser entregada a la Filmoteca en forma gratuita.

Durante la discusión del punto entre los diputados, el diputado Alberto Trueba Urbina solicitó se cambiara el nombre del Archivo Nacional, de FILMOTECA por el de CINETECA, argumentando que el primero era un “yanquisismo” y que “… la palabra correspondiente al lenguaje español, que debe ser “cineteca”. Apoyando su dicho en que: “…en el Congreso Cinematográfico Hispanoamericano de 1931 celebrado en Madrid, se utilizó el término “cineteca”, en vez de “filmoteca”, porque se consideró como un anglicismo, yanquisismo, etc.” Dato por demás curioso ya que el Archivo oficial de España, fundado en 1953, poco después de la promulgación en México de esta ley, se llama FILMOTECA ESPAÑOLA–.

Los demás diputados no tuvieron objeción, y el nombre del Archivo quedó oficialmente como CINETECA NACIONAL. Infortunadamente, la buena voluntad que llevó a los diputados a incluir en la Ley la exigencia de la creación del Archivo Fílmico, no encontró eco en los inmediatos responsables de la Dirección General de Cinematografía, dependencia a la que quedaba adscrito, subsistiendo como letra muerta en la Ley, durante cerca de veinticinco años. En octubre de 1952 el Senado de la República revisó la “Ley de la Industria Cinematográfica”, haciéndole algunos cambios. El monopolio de la exhibición se amparó, dando inicio a un conflicto que no modificó en lo absoluto la legislación en lo relativo a la Cineteca Nacional, la cual permaneció sin cambio alguno, pero también sin que nadie le prestara atención.

En los primeros meses de ese año de 1952 creamos el cineclub Progreso, primer cine–club de vanguardia en México; y, ya para finalizar el año, buscando películas que programar en el cineclub, nos habíamos aproximado a lo que quedaba de la Filmoteca Nacional. Del acervo original restaban cuatro valiosos largometrajes y una serie de cortos, fundamentalmente documentales del gobierno del general Cárdenas, eso era todo. Los sueños que le dieron vida, hacía tiempo habían sido olvidados.

En los años que siguieron a la fundación del cineclub Progreso, y estimulado por éste, se desarrolló en México un importante movimiento de cineclubes, el cual desembocó en 1956 en el nacimiento de la Federación Mexicana de Cine Clubes. La Federación encontró una muy fuerte oposición contra la que no pudo defenderse y desapareció al poco tiempo, dejando sin embargo una significativa Declaración de Principios, en la que se señalaba, entre otros puntos importantes, la necesidad de la existencia en el país de un Archivo Fílmico.

En esa Declaración se incluía, de hecho, un programa de trabajo muy completo encaminado a contribuir de manera decisiva en la transformación del cine mexicano; programa que, sin proponérnoslo conscientemente, fue utilizado como punto de partida para la organización de la Sección de Actividades Cinematográficas de la Dirección General de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, cuando ésta empezó a trabajar en 1959, como heredera indirecta del movimiento de cineclubes que había florecido en el país los años anteriores.

La Filmoteca de la UNAM celebra el día 8 de julio de 1960 como la fecha de su fundación, en realidad esa fecha corresponde a la del primer acto público, oficial, en su por entonces corta existencia; ese día el Dr. Nabor Carrillo, Rector de esa Casa de Estudios, recibió de manos del productor Manuel Barbachano copia en 16mm de dos de las películas producidas por la Empresa de éste: Raíces (1953) y Torero (1956). Como consta en el editorial de la Gaceta de la UNAM, –lunes 18 de julio.., que informa de la Ceremonia–, la Filmoteca tenía ya algún tiempo de haber empezado a cumplir con las tareas que se había propuesto, de rescate de la memoria fílmica nacional, –entendiendo por ésta no sólo la conservación de las películas producidas en México, sino también de las exhibidas en el país, particularmente aquellas que se encontraran en peligro de perderse–, y de ofrecer, en la medida de sus limitaciones, apoyo para la difusión de la cultura cinematográfica. A partir de esa fecha, con las copias donadas por Manolo Barbachano, a las que se sumaron otras dos copias en 16mm, de las películas La Huelga (1924), de Serguei M. Eisenstein y Redes (1936), de Emilio Gómez Muriel, reducciones de copias originales rescatadas por la Filmoteca de la UNAM, dicha institución inició el servicio de préstamo.

En México se dio pues, durante un buen número de años, la contradicción de que el Archivo Fílmico cuya existencia había sido acordada por la más alta autoridad legislativa del país, existiera solamente en la Ley; su vida no pasaba del papel en la que ésta estaba escrita. En tanto que el Archivo Fílmico activo, aquel que estaba rescatando, prácticamente sin ningún apoyo, la memoria nacional de las imágenes en movimiento, no tenía tras de sí ningún acuerdo formal que diera siquiera una mínima seguridad a su existencia.

Que la Filmoteca de la UNAM estaba trabajando, encontramos constancia en el Anuario de 1962 que reseñaba las Actividades Cinematográficas en la Universidad, y en el cual la Filmoteca incluyó la lista de películas que formaban ya su acervo; cerca de un centenar entre corto y largometraje, 44 y 47 respectivamente, la mayor parte copias originales de películas europeas de principio del siglo; además tenía más de veinte rollos de películas incompletas, así como diez de documentales sobre México. El único presupuesto con el que contaba la Filmoteca para enriquecer su acervo de películas y piezas de museo, eran los ingresos que obtenía el cineclub de la Universidad por la venta de abonos, mismos que eran depositados en la Tesorería de la UNAM, y que regresaban a la Filmoteca a través de la Dirección de Adquisiciones de la propia institución.

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Acervo de la Filmoteca registrado en el Anuario 1962 de la Sección de Actividades Cinematográficas de la UNAM: cuarenta largometrajes de 35mm; siete de 16mm: dos mediometrajes de 35mm; veintiocho cortometrajes de 35mm; veinte rollos (fragmentos de películas, de 35mm); catorce cortometrajes de 16mm; y diez rollos de documentales sobre México.

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En los sucesivos anuarios, y hasta 1967, fecha en que se publicó el último, cada año la Filmoteca incluyó las listas de su acervo creciente. El conocimiento de los peligros que encierra la conservación de las películas producidas en los primeros cincuenta años del cine, hechas sobre un material conocido como celuloide, en base de nitrato de plata, lo que las hace terriblemente inestables, auto inflamables y explosivas, –de hecho están fabricadas con elementos similares a los del algodón pólvora, utilizado en la primera Guerra Mundial–, llevó al responsable de la Filmoteca, –desde los primeros años de ésta–, a buscar apoyo para construir un almacenaje adecuado a esa circunstancia; habiendo encontrado generoso respaldo en la Dirección General de Obras, de la propia UNAM, la que, partiendo de un diseño hecho por el Director de la Filmoteca, (MGC), construyó una bóveda en un espacio cercano al edificio que por esas fechas ocupaba la emisora Radio Universidad, en lo que entonces era prácticamente las afueras de la Ciudad Universitaria. El diseño era muy simple, buscando resolver con poco costo los problemas que podía crear la conservación de material de Nitrato; se trataba de un cuarto dentro de otro, con un pasillo de ventilación entre las paredes, y ventanas alternas, abiertas en los cuatro costados, que provocaban corrientes de aire para evitar la concentración de gases. En el techo una loza ligera, posada, no amarrada a la estructura, facilitaría la salida de una explosión en el caso de que ocurriera.

En marzo de 1965 el responsable de las Actividades Cinematográficas en la UNAM, (MGC), asistió invitado al Festival Cinematográfico Internacional de Mar del Plata, República Argentina. Allí, además de muchas otras interesantes personalidades, encontró a representantes de los Archivos Fílmicos de los países del entorno, casi todos ellos asistentes regulares al Festival: Rolando Fustiñana, por la Cinemateca Argentina; Walter Dassori Barthet, por la Uruguaya; Rudá Andrade por la Brasileña, –San Pablo–, Pedro Chaskel, por la Cinemateca Universitaria de Chile; Miguel Reynel, por la Cinemateca de la Universidad Agraria del Perú.

Dejándose llevar por la vocación Bolivariana de la Universidad de México, a la que representaba, González Casanova les propuso a esos directivos de los Archivos del Cono Sur la creación de un organismo regional. Y así nació la UCAL, (Unión de Cinematecas de América Latina). Organismo que, no sin grandes dificultades, sobrevivió hasta principios de los años ochenta.

A mediados de 1965, Doña Carmen Toscano, hija de un importante pionero del Cine Mexicano, y realizadora a su vez de la notable película Memorias de un Mexicano (1950), convocó a una reunión en su casa, de personalidades de la cultura mexicana, en particular del cine nacional, encuentro en el que se instituyó la asociación civil Cinemateca de México.

Para septiembre de ese mismo año se celebró en Río de Janeiro, Brasil, un Congreso de la entonces naciente Federación Mundial de Museos del Cine, convocado por el pionero de los Archivos Fílmicos, Henri Langlois, a través de su amigo José Sanz, de la Cinemateca Nacional de Brasil, –Río de Janeiro–; reunión a la que acudieron representantes de la mayoría de los archivos fundadores de la UCAL. Organismo regional al que se adhirieron en esa ocasión, además de la recién constituida Cinemateca de México, Carmen Toscano; la Cinemateca del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, de Venezuela, Margot Benacerraf; la Cinemateca Colombiana, Hernando Salcedo Silva; y, naturalmente, la organizadora del encuentro, la Cinemateca Nacional de Brasil. El haber participado en esa reunión, unido a la amistad personal con la que nos favoreció siempre Langlois, parece que fue pretexto, años más tarde, de conflictos inexplicables de la Filmoteca de la UNAM con la FIAF, al iniciar, al fin, relaciones.

Para septiembre de 1967 dio principio la labor de la Cinemateca Mexicana, dependiente del Instituto Nacional de Antropología e Historia de la Secretaría de Educación Pública, sin la más mínima relación con su antecesora en la misma dependencia. Nuevamente se manifestaron contradicciones, pues dicha institución gozó de todo el apoyo de la FIAF, a pesar de que nunca tuvo realmente el carácter de Archivo, limitándose a organizar en el Auditorio del Museo de Antropología, interesantes retrospectivas de la Historia del Cine.

En esos años, 1966 – 1973, la fragilidad institucional de la Filmoteca se puso de manifiesto en más de una ocasión. Quizás la más evidente fue cuando nos olvidamos de su nombre original, de Filmoteca, a raíz del nacimiento de la UCAL, y empezamos a llamarla la Cinemateca de la UNAM, llegando incluso en 1970 a publicar una revista como órgano oficial de la dependencia a la que se dio el nombre de CINEMATECA. Esa situación de fragilidad empezó a cambiar a partir de 1974.

Para identificar al primer número de CINEMATECA, –editado sin data–, se le dio el número CERO, “…porque consideramos que este primer número es apenas un experimento, un esbozo de lo que queremos hacer de esta revista,…”, se decía en el Editorial. En ese primer número se incluía, un artículo escrito por Rodolfo Chávez Galindo, colaborador de la Filmoteca, en el que daba breve cuenta de las actividades que, por esas fechas, realizaba la institución. Entre otros temas, Chávez señalaba que: “La cinemateca cuenta actualmente con un total de mil títulos, de muchos de los cuales se posee un original de nitrato, un negativo copiado de ese original y una copia positiva en material de seguridad…

 “Del total de los títulos mencionados, el quince por ciento pertenece a obras de cine nacional; se cuenta con seis negativos originales de las obras más importantes de nuestro cine y dos negativos originales de largometraje producidos en el período del cine mexicano silente, y también algunos negativos originales de documentales producidos en el mismo período, además del negativo original de la primera comedia del cine mexicano, “El Aniversario de la Muerte de mi Suegra”(1912). [Investigaciones posteriores precisaron que se trataba de una de las primeras comedias, más no de la primera, y que había sido rodada en 1913].

El volumen de copias en nitrato que constituían el acervo de la Filmoteca explica la necesidad que tuvo ésta de construir por esas fechas una nueva bóveda de seguridad, la cual se levantó en una hondonada por el rumbo de la anterior, siguiendo el mismo esquema. Pero, volvamos a los comentarios de Chávez, quien, además de enumerar algunos de los “tesoros” reunidos por la Filmoteca, señala otras tareas que cumple la misma como la de reunir fotografías, carteles y aparatos antiguos, verdaderas piezas de Museo; o, la elaboración de fichas filmográficas de las películas existentes, así como la reducción a copias en 16mm de su acervo, para apoyar las proyecciones de difusión, o de apoyo a la docencia. “El número de préstamos a diversas instituciones asciende actualmente a un promedio mensual de treinta películas”.

De la revista CINEMATECA se publicaron solamente cuatro números más, con largos periodos intermedios; el último apareció en diciembre de 1973.

En 1970, por determinación del Rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, hubo varios cambios en la estructura de las Actividades Cinematográficas de la Institución. Por acuerdo del Consejo Universitario, a propuesta del Rector, el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, CUEC, fue reconocido como Centro de Extensión por lo que se desprendió del Departamento de Actividades Cinematográficas, llevándose consigo a la Filmoteca, a la que, a partir de 1976, de conformidad con el Lic. Sergio Domínguez Vargas, Secretario General de la Universidad, se la dotó de cierta autonomía administrativa frente al CUEC, señalándosele un reducido presupuesto propio, así como la posibilidad de contar con unos cuantos elementos de personal adscrito a la misma (secretario administrativo, un técnico, un auxiliar de intendencia), y se le destinó, además de las bóvedas con las que ya contaba, un espacio, más bien reducido, para disponer de una oficina propia en la CU.

El 1° de diciembre de ese año de 1970 tomaría posesión como Presidente de la República el Lic. Luís Echeverría Álvarez (1970 – 1976), lo que se traduciría, entre otros importantes intentos por cambiar la situación del país, en un giro total en las políticas que tenía el Gobierno para con la Industria Cinematográfica Nacional. En primer lugar, el Lic. Mario Moya Palencia, quien se había distinguido en el sexenio anterior como eficiente Director de Cinematografía, pasó a ocupar el cargo de Secretario de Gobernación, [Ministro del Interior], y, quizás más importante aún, Rodolfo Echeverría, hermano mayor del flamante Presidente, con una larga y notoria carrera política en el campo Sindical de la Industria Cinematográfica, en donde había ocupado altos cargos como dirigente, fue designado Director del Banco Nacional Cinematográfico, dotado de un poder casi absoluto en el sector. De inmediato se iniciaron cambios estructurales en esa Industria, cambios que anunciaban un renacimiento del Cine Mexicano. Sujeta a esos cambios estuvo la Cineteca Nacional, a propósito de la cual en el proyecto de reestructuración de la Industria Cinematográfica, que presentó el Director del Banco en enero de 1971 se anunciaba: “Se formulará invitación a la Dirección General de Cinematografía para instalar en los Estudios Churubusco la Cineteca Nacional, a la que se le construirán instalaciones adecuadas y se le dotará de los medios necesarios para su mejor funcionamiento y servicio.”       

En julio de ese año (1971) se efectuó en Montevideo el Quinto Congreso de UCAL, a invitación de la cinemateca del Uruguay. Esta reunión fue particularmente importante porque en ella se redefinió el Concepto de Cinemateca, para señalar la importancia de una mayor participación de las filmotecas en la transformación del medio en el cual existen. Al año siguiente, bajo los auspicios de la Filmoteca de la UNAM se celebró en México el Sexto Congreso, donde se ratificaron los acuerdos de Montevideo y se emitió una nueva declaración sobre el tema Cinemateca, Cultura Nacional y Descolonización Cultural. En esta reunión sucedieron otros dos acontecimientos importantes: la aprobación de los estatutos de UCAL, y la creación de un Centro de Documentación e Información de Cine Latinoamericano, a cargo de la Filmoteca de la UNAM. Por otro lado, es importante recordar aquí, que por las condiciones políticas dominantes en ese tiempo en Latinoamérica, fue a esa reunión de UCAL en México la primera en la que pudo participar la Cinemateca Cubana.

En marzo de 1972, cumpliendo la Filmoteca el compromiso contraído en la UCAL, inició la publicación de un boletín en donde se registraban y difundían documentos e información útil para los Archivos Latinoamericanos. De esta primera época del boletín CIDUCAL, se llegaron a publicar siete números, –el último apareció en enero de 1975–; las características editoriales de esos números eran modestas: texto mimeografiado sobre papel revolución y cubierto con una carpeta de cartulina. El contenido iba desde informes de las actividades de los diversos archivos, presentados por ellos mismos, a ponencias expuestas en foros internacionales, o a documentos, como la declaración de UCAL; o información a propósito del Centro Nacional de Cinematografía de Venezuela; o noticias sobre la represión a los cineastas latinoamericanos. El número seis, por ejemplo, estaba dedicado en su totalidad a ofrecer datos a propósito de cuatro cineastas colombianos detenidos y procesados en su país. La publicación del boletín la reanudaría la Filmoteca en 1980.

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En el año de 1973, la Filmoteca organizó un Primer Encuentro de Cineastas Latinoamericanos.

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El 17 de enero de 1974, el Gobierno Federal, –después de intensos preparativos–, habría de inaugurar, finalmente, la Cineteca Nacional. Dotándola de un lujoso edificio, en terrenos de los Estudios Churubusco Azteca, –los más importantes del Cine Mexicano–, espacio en donde, por esos días inaugurarían también una escuela de cine, el Centro de Capacitación Cinematográfica, (CCC). A la solemne ceremonia asistió el Presidente de la República, quien antes de hacer la declaratoria inaugural improvisó un breve discurso en el que exaltó los valores artísticos del Cine Nacional y la importancia del momento, ante un selecto público que incluía a varias delegaciones del extranjero invitadas exprofeso.

El nuevo edificio había sido construido aprovechando la estructura de dos foros, el 14 y el 15. Los espacios habían sido resueltos en tres niveles básicos y una mezzanine y pretendían dar cabida a todas las tareas propias de la Cineteca, dando evidente preferencia a las actividades públicas. Sobresalía la sala principal: la Fernando de Fuentes, para 590 espectadores, a la que había que añadir el Salón Rojo, para 120 concurrentes, –ambas salas estarían diariamente abarrotadas de público–; y la Salvador Toscano, para uso interno, sin contar, desde luego, varias pequeñas salas de trabajo.

Había, además, un amplio espacio para la Biblioteca, que se preveía llegara a poseer más de 10,000 volúmenes; y una Galería para instalar exposiciones. Por uno de los vestíbulos se tenía acceso a la zona de “almacenamiento de filmes con temperatura y humedad controladas y al taller de mantenimiento y reparación de los mismos filmes, equipado con el instrumental necesario.” Según consignaba el informe publicado al finalizar el año de 1974, que hemos venido citando. El resto del edificio lo ocupaban las oficinas de la Dirección de Cinematografía, incluidas, desde luego, las de la subdirección encargada de la Cineteca. Solamente parece haber faltado, — pero de eso nos enteraríamos años después de manera trágica –, el espacio adecuado para almacenar las películas de nitrato. Estaba al frente de la institución Hiram García Borja.

En abril de ese año (1974) la Filmoteca de la UNAM inició las trasmisiones de un programa semanal en el Canal Once, –canal cultural, abierto al aire, del Instituto Politécnico Nacional–; el programa, con una duración de dos horas, estaba dedicado a la difusión del arte fílmico y a la promoción de la cultura cinematográfica; y estaba formado por charlas y mesas redondas que acompañaban la proyección de cortos o de fragmentos selectos de grandes películas. El programa mantuvo la misma estructura durante algo más de dos años para, dado el éxito que tenía, ampliarlo a una presencia casi diaria de la Filmoteca en el mismo Canal Once; el nuevo programa se presentaría por una larga temporada de domingo a viernes. En fecha posterior, la Filmoteca haría otras incursiones, aunque de más corta presencia, en Canales de Televisión.

En 1975 la Cineteca Nacional emprendió la publicación de una serie de investigaciones de historia oral, realizadas bajo la dirección de la Dra. Eugenia Meyer, las que se agruparon en la serie Cuadernos de la Cineteca Nacional. Esos Testimonios para la historia del cine mexicano reunían valiosas entrevistas con destacados Directores, Intérpretes y Técnicos de nuestro cine. Se publicaron siete números con esas características, el último en 1976.

El número ocho de la serie Cuadernos apareció en 1979, se trató de un número monográfico dedicado a: El cine sonoro mexicano, sus inicios (1930 – 1947). Ese mismo año aparecería el número nueve, también monográfico: Homenaje a los iniciadores del cine mexicano (1896 – 1938). El último número, el 10, se publicó en fecha cercana, pero sin data. Se trataba de un Cuaderno en el que se reproducía el guion de la película de Enrique Rosas: El automóvil gris, (1919).

Señalamos arriba que en 1976 la Filmoteca había comenzado una vida más independiente al empezar a disfrutar de cierta autonomía administrativa; y eso se notó de inmediato en un incremento de sus actividades. Por ejemplo, el préstamo de películas pasó, en promedio, de tres a cinco, para subir hasta a diez diarias. Ese año también aumentó el intercambio con archivos de otros países, –Bulgaria, Cuba, Uruguay…– y, algo muy importante, la Filmoteca pudo mejorar su organización interna y crear un departamento de Documentación, en el que, entre otras actividades, se apoyó para desarrollar proyectos de investigación, además de un programa para la catalogación de películas, control de inventarios y registro de movimientos de películas, a través de sistemas automatizados.

Ese año de 1976 la Cineteca Nacional organizó un Congreso de la FIAF (Federación Internacional de Archivos Fílmicos) en México. Aprovechando la ocasión, tanto la Cineteca Nacional, como la Filmoteca de la UNAM, solicitaron a la FIAF, el reconocimiento como miembros efectivos de la organización internacional. La Asamblea General de la FIAF consideró que no había condiciones y pospuso la aceptación de ambos archivos para, finalmente, resolver favorablemente para ambos al siguiente año, en el Congreso de Varna, Bulgaria.

En ese mismo año (1976) la Filmoteca de la UNAM presentó, ocupando todos los espacios del Museo del Chopo, en México, una monumental exposición titulada OCHENTA AÑOS DE CINE EN MÉXICO, utilizando para ella su muy amplia colección de aparatos y carteles antiguos, fotografías, periódicos y revistas de diversas épocas. Además, con el apoyo del departamento de Museos de la Universidad se hicieron varias maquetas y se reconstruyeron algunos ambientes, como el del famoso Salón Rojo, cuyo original fuera tan conocido en México, a partir de su construcción en 1906. De tan interesante exposición, que permaneció abierta al público un par de años la Filmoteca publicó una muy completa memoria.

El primero de diciembre de ese año, tomo posesión un nuevo Presidente de la República, El Lic. José López Portillo (1976 – 1982). El sexenio anterior se había distinguido por su apoyo al Cine Mexicano, muchas expectativas se habían manifestado para el futuro del Cine Nacional. Nadie esperaba el brutal retroceso que para el Cine representó la nueva administración. Si con el Presidente Echeverría había sido su hermano Rodolfo el responsable del Cine, con el Presidente López Portillo lo sería su hermana Margarita, para quien se crearía la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC). Pero si Rodolfo Echeverría, como ya señalamos, tenía una larga trayectoria en posiciones de dirección en la Industria Cinematográfica Mexicana, la señora doña Margarita poseía antecedentes más modestos, solamente había ocupado por un tiempo un cargo como supervisora, eufemismo con el que en México se llama a un censor, en la para entonces fusionada Dirección de Cinematografía; y para colmo, su formación la llevaba a considerar al Cine como enemigo del Teatro. Los resultados de esta designación serían claramente visibles en los seis años siguientes, particularmente en la Cineteca Nacional.

Por otro lado, el año de 1977 empezó mal para la Filmoteca de la UNAM. Sucede que el responsable técnico de la misma, Francisco Gaytán, había asistido a un curso impartido por la FIAF, sobre sistemas de conservación de las películas, y había regresado a México entusiasmado, con un proyecto para acondicionar refrigeración en una de las bóvedas donde se conservaban las copias de nitrato. Para cumplir ese propósito había concentrado todos los rollos de ese material, apretujados en la primera bóveda, dejando completamente vacía la segunda.

La malaventura ocurrió al empezar febrero; había sido un fin de semana largo por el puente de la Constitución [Mexicana, 5/II/1917]. Al reanudarse las labores llegó el empleado encargado de la revisión y mantenimiento de los rollos de nitrato. Adjunto a la bóveda se había construido un taller equipado con lo indispensable para cumplir ese propósito. Cuando entró el empleado al taller creyó escuchar un ruido en la bóveda, como de algo que caía, se asomó, no vio nada, y cerró la puerta; iniciando de inmediato sus tareas. Unos minutos después un humo denso empezó a salir por la parte baja de la puerta de la bóveda. Cumpliendo las instrucciones recibidas para el improbable caso de un incendio en la bóveda, se alejó de inmediato. –Una vez iniciado el fuego en el material de nitrato no hay quién lo apague, ya que genera su propio oxígeno–. Y fue al teléfono más cercano a informar del incendio a los bomberos. Poco después hubo una concentración de gases que causó una sonora explosión, desviando parcialmente una esquina de la persiana de metal que protegía una ventana de la bóveda.

La baja intensidad de la explosión, desproporcionada para el gran número de rollos que deberían haber estado allí, llevó al responsable de la Filmoteca (MGC) a suponer que había ocurrido un saqueo que pretendía ocultarse con el incendio. Por esa razón solicitó un peritaje. Se efectuaron dos, uno a cargo de la Facultad de Química de la UNAM, y el otro, dado que los bienes de la UNAM son bienes de la Nación, por parte de la Procuraduría General de la República. Ambos estudios coincidieron en que en el momento de la explosión la mayoría de las latas se encontraban vacías; en la bóveda no había ni siquiera el diez por ciento de lo que debería haber habido. Afortunadamente la Filmoteca había obtenido previamente copia en material de seguridad de casi la totalidad de los materiales de Nitrato, por lo que las imágenes propiamente dichas no se perdieron con el incendio/saqueo, aunque si es necesario señalar que dado lo limitado de los recursos de que disponía la Filmoteca, varias de las copias carecen de la calidad debida.

A pesar de que el año de 1977 empezara mal, el balance final fue positivo para la Filmoteca de la UNAM, pues, además de continuar trabajando intensamente, ya señalamos arriba que ese año fue reconocida, al igual que la Cineteca Nacional, como miembro efectivo, con todos los derechos, de la FIAF; pero lo que es más importante, a

finales de ese año, el día ocho de diciembre para ser precisos, ocurrió un acontecimiento decisivo para su vida, en esa fecha dejó de ser una entelequia. Por acuerdo del Rector, Dr. Guillermo Soberón Acevedo, fue reconocida su existencia como institución; quedaba adscrita a la Coordinación de Extensión Universitaria, –lo que años después demostraría que había sido un error ya que lo más conveniente hubiera sido que quedara como una dependencia de la Coordinación de la Investigación, al lado de los grandes acervos universitarios, como la Biblioteca y la Hemeroteca Nacionales– pero, al menos, gozaba finalmente de vida institucional.

Habían transcurrido casi dieciocho años desde el inicio de sus actividades, después de tan larga gestación su desarrollo sería explosivo a partir de 1978. El principal efecto visible fue un aumento en su presupuesto, así como el hecho de que la Universidad alquiló para ubicarla una casa en Copilco, un barrio colindante al campus universitario. La Filmoteca dio paso de inmediato a un amplio programa de actividades que ha mantenido a partir de esa fecha, como lo fue haber iniciado una minuciosa revisión del acervo fílmico reunido para catalogar, reparar y en su caso obtener negativos de las películas de nitrato que empezaba a incorporar nuevamente a su acervo, y para las que construiría nuevas bóvedas de seguridad.

Además, para 1980, pudo iniciar un ambicioso programa de publicaciones. Fiel a sus compromisos reanudó, en una segunda época, la edición del boletín CIDUCAL, ahora en una mejor presentación. En esta ocasión se publicaron sólo cinco números. Varios de ellos traducción al castellano de manuales para uso de los Archivos editados originalmente por la FIAF. Un paso importante fue el inicio de la Colección Documentos de Filmoteca, a la que siguieron otras colecciones como la de Filmografía Nacional, a los que habría que sumar los folletos monográficos que dio a la prensa, referidos a ciclos importantes que proyectó con el apoyo de otros Archivos del Mundo.

Por esas fechas la UNAM inauguró en su Centro Cultural, al sur del campus de CU, dos salas de Cine equipadas con proyectores muy versátiles, capaces de proyectar películas de distintas velocidades y diferentes formatos, producidas a lo largo de la Historia del Cine. A las salas se les dio el nombre de dos importantes cineastas mexicanos: Pepe Revueltas y Julio Bracho.

Ese año de 1980 la Filmoteca organizó varias reuniones internacionales, desde el Primer Encuentro Latinoamericano de Imágenes en Movimiento, armado con el apoyo de la UNESCO, y en el que participaron dieciocho países del subcontinente, además de expertos de otras partes del Mundo. Hasta un Encuentro Internacional de Cine, Cultura y Liberación Nacional; sin olvidar las Primeras Jornadas de Cine Científico, con la colaboración de la Asociación Internacional de Cine Científico; o el Primer Encuentro Internacional de Cine en Súper—ocho. Además de numerosas conferencias y cursillos, a cargo de connotados especialistas.

En el siguiente lustro, la Filmoteca mantendría un ritmo similar de actividades, en el que tendrían lugar destacado importantes rescates en el Cine Nacional, además de los  intercambios con diversos Archivos del Mundo.

 En 1982, el 24 de marzo, ocurrió una gran tragedia que cubrió de luto al país. Parecía una mañana como otra cualquiera cuando una tremenda sucesión de intensas explosiones sacudió violentamente la tranquilidad del sur de la ciudad de México. Una densa columna de humo se elevaba al cielo en la esquina de la calzada de Tlalpan y la avenida Río Churubusco. Ocho años después de su inauguración, la Cineteca Nacional  había quedado destruida. No faltó quien de inmediato afirmara que se trataba de un atentado terrorista: “Fueron cuatro bombas”, aseguraban; refiriéndose en seguida al número aún no determinado de personas que perdieron la vida al encontrarse en el edificio, trabajando o disfrutando de las proyecciones cinematográficas. La verdad es más sencilla, aunque no menos amarga. Lo que estalló fue el material de nitrato, almacenado de manera frívola e irresponsable en el edificio, en donde nunca debió de haber estado.

Muy poco después de ocurrido el siniestro, se celebró en Oaxtepec, México, un nuevo Congreso de la FIAF, el XXXVIII, organizado en esta ocasión por la Filmoteca de la UNAM. Paralelo al evento se efectuó, también instaurado por la Filmoteca, el II Seminario Latinoamericano y del Caribe de Archivos de Imágenes en Movimiento. El encuentro se acometió ensombrecido por el luto de la reciente tragedia.

A comienzos de 1983, las autoridades universitarias autorizaron el traslado de la Filmoteca de la UNAM al edificio del Antiguo Colegio de San Ildefonso, en el centro histórico de la ciudad de México. La instalación de la Filmoteca en el centenario inmueble, si bien tenía algunos inconvenientes, significaba también ventajas, particularmente por los amplios espacios de los que ahora disponía. La mudanza vino a representar, entonces, un importante paso adelante. Actividades como las de la Biblioteca especializada, iniciada un par de años antes, bajo la responsabilidad de Helena Almoina, (Bibliografía del Cine Mexicano, 1985; Hacia una bibliografía en castellano del Cine, 1988) cobraron nueva importancia y la Filmoteca contaría pronto con una valiosa Biblioteca en cuya organización se utilizaron los más modernos sistemas de clasificación y catalogación elaborados, entonces en fecha reciente, por la FIAF. En ese edificio la Filmoteca dispondría también del espacio para una Galería de Exposiciones Temporales y, además, instalaría una pequeña sala de proyección a la que darían el nombre de Fósforo.

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En 1985 la Filmoteca de la UNAM, recibió un Homenaje:

A la Filmoteca de la UNAM y a su Fundador, en el

Centro Nacional para la Investigación Científica,

En París, Francia.

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En 1987 se puso de manifiesto que se había cometido un error, –ya lo señalamos arriba–, al hacer depender a la Filmoteca de la UNAM de la Coordinación de Difusión Cultural, en lugar de ubicarla en la Coordinación de Humanidades de la propia Universidad, al lado de los Archivos Universitarios como la Biblioteca Nacional. Resulta que, a principios de ese año, las autoridades universitarias tomaron una decisión un tanto precipitada, que respondía más a preocupaciones administrativas que académicas. Por su decisión se quitó a la Filmoteca el carácter de Dirección General, llevándola a depender con un perfil un tanto indefinido de la Dirección de Actividades Cinematográficas, –con el pretexto de reducir gastos–. El fondo del razonamiento indicaba una profunda ignorancia de lo que es un archivo, se pretendía tomar como ejemplo el caso de la Cineteca Nacional, la que, hasta ese momento, dependía de la Dirección de Cinematografía de la Secretaría de Gobernación [Ministerio del Interior]. Evidentemente se ignoraba que esa subordinación había sido impugnada en numerosas ocasiones, inclusive por los propios responsables de la Cineteca, los que, finalmente, obtuvieron su independencia en 1996–97, cuando esta institución pasó a formar parte de la Secretaría de Educación Pública, [Ministerio de …], a través de CONACULTA, habiéndose hecho en esas fechas la reforma de la Ley correspondiente. En el momento de ese trascendental cambio el director del Archivo era el cineasta Alejandro Pelayo. Actualmente la Cineteca tiene el carácter de entidad paraestatal, –por tratarse de un fideicomiso público–, coordinado por CONACULTA. Poco más de la mitad de su presupuesto anual lo recibe a través de Educación Pública, complementado por los ingresos que genera.

La problemática a la que se expuso a la Filmoteca fue, desde luego, muy diferente a la que había estado sujeta la Cineteca, pero no por eso es menos grave. En ocasiones no se comprende con claridad que la función en la que se ubica una dependencia es determinante para su futuro, y si bien la Filmoteca nació en el seno de Difusión Cultural, su propósito final era bien diferente, lo prioritario para la Filmoteca es el rescate y conservación de la memoria fílmica nacional, así como propiciar el entorno favorable para su investigación; en tanto que, el de Actividades Cinematográficas es la difusión de la cultura, no queremos ni pensar lo que pueda suceder, el riego tan grande al que está sujeto el acervo, si un día llega a esa Dirección alguien empeñado en cumplir su función difusora y se impone el exhibir sin anteponer su protección, una o varias de las joyas que posee la Filmoteca, tendrá toda la razón de que cumple cabalmente con su función pero, qué crimen estará cometiendo con la preservación de la memoria.

 En marzo de 1989, el biólogo Iván Trujillo Bolio, quien venía colaborando desde hacía algunos años en la Filmoteca, principalmente en el área de Cine Científico de la misma, fue designado Director de Actividades Cinematográficas, y por ende Director de la Filmoteca, al frente de la cual ha permanecido hasta la fecha, continuando su fortalecimiento y desarrollo. En abril de 1999, Iván Trujillo fue electo Presidente de la FIAF (Federación Internacional de Archivos Fílmicos), habiendo permanecido al frente de dicho organismo internacional por un periodo, es decir, hasta julio del 2003.

En julio de 1990, durante la ceremonia con la que se celebraron los treinta años de trabajo de la Filmoteca de la UNAM, el Biólogo Iván Trujillo, como acabamos de señalar, por esas días hacía sido designado Director de la misma, al informar que el acervo en películas, –sólo en títulos, para el total de negativos y copias habría que multiplicar al doble o al triple—ascendía en esa fecha a más de diez mil, señaló que eso equivalía a que se hubiera adquirido, por parte de la Filmoteca un título diario.

Por su parte, Iván Trujillo ha continuado incrementando el acervo, en la actualidad la de la Filmoteca guarda algo más de treinta y cinco mil títulos. Muchos de ellos valiosas joyas de la Historia del Cine Mexicano, como casi la totalidad de las películas silentes producidas por nuestro Cine que se conservan, o más de mil negativos originales de ese Cine, entre los que se encuentran la mayoría de las más valiosas cintas producidas en México entre 1937 y 1950. En tanto que su acervo videográfico supera los quince mil títulos. Sin embargo, la importancia de la Filmoteca no radica tan solo en su muy valioso acervo, en nuestra opinión reside también en las trascendentales tareas que ha venido realizando desde su fundación y hasta la fecha.

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Hace tres años la Filmoteca de la UNAM obtuvo el

reconocimiento del programa Memoria del Mundo,

que patrocina la UNESCO, por la conservación del

negativo original de la película de Luís Buñuel:

Los olvidados.(1950).

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En 1998 la Dirección General de Actividades Cinematográficas recibió de manos de las autoridades de la UNAM la primera sección de un edificio nuevo en el campus de la C.U., espacio que comparte con el palacio de San Ildefonso, en el Centro Histórico de la ciudad de México.

Para la Cineteca la exhibición ha sido desde sus primeros tiempos, como señalamos arriba, una de las actividades prioritarias, y esa vocación se vio confirmada con el nuevo edificio sede, el cual se construyó en el espacio que ocupara la ex Plaza de Compositores, habiéndose inaugurado el 27 de enero de 1984, teniendo como eje, en cierta forma, cuatro amplias salas de proyección pública, de 560 butacas cada una, a las que se identificó con los nombres de distinguidos cineastas mexicanos. En dos se repitieron nombres ya utilizados en el primer edificio, Fernando de Fuentes y Salvador Toscano; a los que se sumaron los de Arcady Boytler y Jorge Stahl. A estas se añadieron en 1998 dos pequeñas salas, de 40 butacas, una llevó el nombre de Alejandro Galindo; a las que en el 2000 se agregaron otras dos más: Roberto Gavaldón y Matilde Landeta, con 100 butacas por sala.                                        

 En el lugar que ocupan esas mismas instalaciones, sitas en el número 389 de la Avenida México – Coyoacán, en la ciudad de México, a partir de septiembre del año 2000, la Cineteca pudo contar con un nuevo espacio para ampliar su Centro de Documentación e Investigación; Centro para el que ha podido volver a reunir una Biblioteca que cuenta con más de nueve mil volúmenes, entre libros y revistas, y con cerca de cinco mil guiones inéditos; además de veinte mil expedientes integrados con información sobre la vida y la obra de otras tantas personalidades. Al Centro se puede acceder por Internet al sitio [www.cinetecanacional.net/Centro de Consulta].

En el año 2000 fue designada Directora General de la Cineteca la señora Magdalena Acosta Urquidi, quien continúa desempeñando esa responsabilidad hasta la fecha. Sustituyó en el cargo a la Maestra Luz Fernández de Alva, quien, después de colaborar largos años en la Cineteca, había sido la culminación de una larga lista de Directores de dicho Archivo. Durante lo que va de la administración de la señora Acosta Urquidi, el número de copias de películas, –en 35 y en 16 milímetros–, ha llegado a 13,294, de las cuales más de 6 mil son de cintas mexicanas, habiendo sido el incremento durante esta administración de un 56%. En tanto que el número de videogramas, en distintos formatos, se ha incrementado respecto al año 2000 en un 61%, llegando en la actualidad a 28,602.

Desde sus inicios la Filmoteca de la UNAM promovió la investigación en torno a la Historia del Cine, siendo numerosos los trabajos publicados por la misma institución, desde las Notas para la Historia del Cine en México, (1980), primer número de la colección Documentos de Filmoteca, en el que veía la luz una investigación efectuada en 1966 por Helena Almoina, por encargo de la Filmoteca, hasta la actualidad. En la colección se han incluido muy diversos temas, como una recopilación completa a la fecha de los trabajos del teórico cubano Julio García Espinosa, Una imagen recorre el mundo; o el valioso estudio Legislación cinematográfica mexicana, de Virgilio Anduiza; o incluso una Historia del Cine Boliviano, de Alfonso Gumucio Dagrón, con la que se contribuyó a la historiografía del cine Latinoamericano.

En torno al Cine Mexicano, por otro lado, han sido muchas y muy variadas las investigaciones realizadas. Entre ellas queremos señalar la elaboración de un trabajo colectivo, siguiendo la metodología propuesta por un frustrado proyecto del gobierno de Bulgaria, apoyado por la UNESCO, para la obtención de una Historia del Cine Mundial, escrita por equipos nacionales; en este caso el Coordinador del equipo fue Manuel González Casanova, con la participación del historiador Aurelio de los Reyes y del crítico Tomás Pérez Turrent, habiendo fungido como redactor Moisés Viñas, quien en esa época trabajaba para la Filmoteca, teniendo a su cargo la elaboración de la Filmografía Nacional. La Historia del Cine Mexicano que resultó del trabajo en equipo, la publicó la Filmoteca en 1987, en tanto que la Filmografía vio la luz hasta 1992 bajo el título de Índice Cronológico del Cine Mexicano 1896 – 1992.

La labor editorial de la Filmoteca ha sido realmente muy extensa y variada, y va desde la publicación de los valiosos volúmenes de Aurelio de los Reyes en los que levantó la Filmografía del Cine Mudo Mexicano, (I.- 1986; II.- 1994; III.- 2000), a las Reglas de catalogación de la FIAF para Archivos Fílmicos, (1998), pasando por El Cine antes de Lumiére, (1993), de Virgilio Tossi, o las numerosas monografías, escritas todas ellas para la Filmoteca, en torno a personalidades del Cine Nacional, o a temas genéricos del mismo. También, después de haber incursionado en 1998 con un CD-Rom en el que se dio prioridad a las imágenes en movimiento, La Revolución Mexicana a través de sus imágenes, (1998), la Filmoteca ha producido varias otras de ese tipo en DVD, entre las que cabe mencionar: Cine y Tauromaquia en México, 1896 – 1945, (2003), o, Oaxaca, (2005).

El más reciente trabajo colectivo publicado por la Filmoteca fue el diccionario biográfico Escritores del Cine Mexicano Sonoro, elaborado en colaboración con la Facultad de Filosofía y Letras, con el apoyo de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM. Publicado en CD en el 2002, y subido de inmediato a la red, junto con la Filmografía Nacional, como un apoyo de la Filmoteca al conocimiento del Cine Mexicano.

[ www.escritores.cinemexicano.unam.mx  — www.unam.mx/filmoteca/filmografia. ]

La Cineteca Nacional, por su parte, al dedicar su atención principal a la exhibición, como ya hemos señalado con anterioridad, ha consagrado una atención menor a la investigación, aunque no por eso ha dejado de realizar y publicar algunos trabajos importantes, entre los últimos se encuentra un diccionario biográfico y filmográfico de los Directores del Cine Mexicano (2000), cuya elaboración estuvo al cuidado de Perla Ciuk, el cual se editó en forma de libro y en CD (2002), y al que se puede acceder a través del sitio de Internet de la Cineteca señalado arriba. Por otro lado han continuado publicando la colección Cuadernos de la Cineteca, los dos números más recientes, todavía se encuentran en prensa, son: El cine pornográfico mexicano de los 90; y Del quinto poder al séptimo arte.

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                        En el año 2002 la Filmoteca de la UNAM fue distinguida,

                        Por parte de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas,

                        Con el Ariel de Oro por su aporte a la memoria del Cine Mexicano.

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La producción cinematográfica ha sido otro de los campos por el que ha incursionado la Filmoteca; en 1971 produjo un largometraje en 35mm: Antología del Cine Mexicano, 1931 – 1936, dirigido por el que esto escribe. Pero los intentos más regulares los hizo a partir de 1983, cuando produjo varios cortometrajes de diversos autores y, de manera principal, con la iniciación de un programa de Registro del Acontecer, a cargo del cineasta Julio Pliego.

En 1992, a iniciativa del entonces recién designado Director de la Filmoteca, el Biólogo Iván Trujillo, se embarcaron en la producción de una serie de cortometrajes, realizados en video, a la que se dio el título genérico de Dieciocho lustros de la vida en México, a cargo de dieciocho cineastas universitarios. Posteriormente, en 1999, la Filmoteca participó, de manera importante, en un ambicioso proyecto al lado de otros Archivos Latinoamericanos, copiando y difundiendo una serie de películas silentes realizadas en los primeros años del cine en Nuestra América, películas rescatadas por esos archivos. A lo que habría que añadir en fecha reciente, –2005–, la realización por parte de la Filmoteca de nueve capítulos para la serie Historias Recuperadas, que se han presentado en la Televisión Universitaria, hechos a partir de películas silentes de su acervo. Y, como era de esperarse, la Filmoteca está brindando todo su apoyo al flamante Canal al aire que opera desde el año pasado la UNAM.

Por su parte la Cineteca, por el estatus que guarda dentro de CONACULTA, y también por el hecho de que no posee derechos sobre la mayor parte del material que resguarda, ha tenido brevísimas incursiones en la producción, limitándose casi sólo a haber producido entre 1999 y 2000, para el Canal 22, –canal cultural oficial–, una serie titulada Linterna Mágica.

A lo largo de los años, la Filmoteca ha tenido también una presencia en la Radio, como la que se dio en los años ochenta, cuando por un convenio con Radio Educación, trasmitió por varios años, de lunes a viernes, a través de dicha emisora el programa El minuto de la Filmoteca. O hasta fecha reciente el programa Magacine que trasmitió una larga temporada por Radio Universidad.

No queremos finalizar estas líneas sin dejar constancia de nuestro gran optimismo por el prometedor futuro que espera a los dos grandes Archivos Mexicanos de Imágenes en Movimiento.                                                                    

M.G.C.

TEPEC

Septiembre 2006

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