LAMADRID, JULIO

Fotógrafo, documentalista, laboratorista. Hijo de un rico minero de Cosalá, Sinaloa, muy joven emigra a Guadalajara donde aprende el arte fotográfico con José María Lupercio. Viaja a la capital y se inicia como operador de cámara en 1900 para la casa francesa Pathé Frères y, más tarde, para la neoyorquina Fox Film, filmando actualidades, paisajes mexicanos y festividades políticas y religiosas. Seguramente es uno de los camarógrafos que filman una de las numerosas versiones de las Fiestas del Centenario de la Independencia/1910, así como actualidades sobre la Revolución Mexicana entre 1910 y 1916. Sobre los acontecimientos revolucionarios, edita un documental de montaje que abarca sucesos desde 1909 hasta 1916, con un epílogo sobre el asesinato del general Álvaro Obregón en 1928.

A partir de 1917, además de la filmación de actualidades que vende a diversos empresarios, colabora como responsable de la fotografía y la dirección técnica en películas de argumento, primero con José Manuel Ramos en Tepeyac/1917 y Confesión trágica/1919, que codirigen Carlos E. González y José Manuel Ramos, Viaje redondo/1919 y El Zarco/Los Plateados/1920, ambas de José Manuel Ramos; después Partida ganada/1920 de Enrique Castilla; para el director, productor y actor Miguel Contreras Torres opera la cámara en El hombre sin patria/1922, El sueño del caporal/1922 y Aguiluchos mexicanos/1922.

Aguiluchos mexicanos, de antecedentes confusos y producción accidentada, es codirigida por Gustavo Sáenz de Sicilia y Lamadrid comparte los créditos de fotografía con otros operadores. Ese mismo año filma para Contreras Torres un corto documental taurino. Además de hacerse cargo de la fotografía, coproduce con su realizador Enrique Castilla y los hermanos Rutila y Eduardo Urriola, El señor alcalde/1922. Es dudosa su participación en Almas tropicales/Manuel R. Ojeda y Miguel Contreras Torres 1923.

En 1925 trabaja para William P. S. Earle en El milagro de la Guadalupana y en 1927 en Yo soy tu padre/Juan Bustillo Oro. Su último trabajo como camarógrafo y el único del cine sonoro es Águilas de América/Manuel R. Ojeda 1933. A fines de los años veinte se concentra en labores de revelado e impresión y en otros asuntos relacionados con los trabajos de laboratorio.

JL.- “Poco le diré, pues está a las claras en qué reside la dificultad fotográfica de nuestras películas. Hay tres factores que deben tenerse en cuenta, amigo Bermúdez.”

RBZ.- ¿Y cuáles son?

JL.- “Tener mucho talento, mucho. Y ciertos medios de realización como le pasó a nuestro compañero [Ezequiel] Carrasco en La luz/1917. Tener mucha práctica y un taller de tomas de películas y un laboratorio con todos los adelantos, como pasó en el caso de Hasta después de la muerte/Ernesto Vollrath 1920. Y tercero, apoyarse en la casualidad teniendo tantos rollos de películas como sea preciso; pues bien, en el caso de que una escena no quede bien en la primera vez, ni siquiera en la vigésima, puede quedar bastante aceptable en la quincuagésima, ¿o no es verdad?”

RBZ.- ¿Es posible?

JL.- “Ya ve usted en qué residen las dificultades. Por lo demás, la mayor parte de los operadores mexicanos tienen conocimientos, unos con práctica y otros con relativa práctica, pero casi ninguno posee dinero para desmentir las incapacidades que se les achacan…”

(Universal Ilustrado, “Al margen del cine. ¿Qué falta en México para que las películas sean perfectas fotográficamente?”, Rafael Bermúdez Zataraín, 22/09/1921, p. 35)