Publicado en el: Diccionario del Cine Español e Iberomaericano. España, Portugal y América. (2012)
(Coordinación México, Perla Ciuk)
Sinopsis: En el pueblo de Tlayucan habitan en un jacal el campesino Eufemio, su esposa Chabela, y su pequeño hijito Nicolás. Dada la miseria en que viven, Chabela muy a su pesar vende sus puercos para sobrevivir. Desesperados por la bronconeumonía del niño Chabela pide al viejo Tomás un préstamo para curarlo, éste acepta sólo si ella se le entrega, y el cura le aconseja que rece a Santa Lucía. Eufemio roba una perla de la imagen de Santa Lucía en la iglesia del pueblo. Unos turistas fotografían el robo y le enseñan la foto al cura Aurelio. La perla se resbala de sus manos y es tragada por uno de los cerdos que cría Chabela. La gente del pueblo purga a los cochinos y examina el excremento de éstos, sin embargo, la perla no aparece y quieren linchar a Eufemio. La intervención de don Tomás lo salva, aunque es encarcelado. Finalmente, y de mal modo Tomás da el dinero para la curación de Nicolás. Ahora sí, pateado el pesebre, todos se muestran solidarios con Eufemio y un delegado lo libera, condicionándolo a pagar la perla con trabajo. La perla aparece en el patio de Eufemio, quien la devuelve a su lugar. El sacristán grita: ¡milagro!
La explotación, la miseria y el abuso de quienes poseen los medios de producción, se tratan en Tlayucan a partir de eventos reales, de forma directa y clara, al igual que la idea de la solidaridad entre los trabajadores. Filmada en 1961, el director rompe con los símbolos establecidos del bienestar de la sociedad, los trata con ironía, debilita sus principios y sus instituciones al burlarse de sus componentes más sagrados. Tlayucan representa un microcosmos en donde se redescubre la provincia mexicana con sus problemáticas, jerarquías y prejuicios tan marcados entre sus habitantes. Las imágenes de puercos que se ven al inicio de la cinta instalan la acción en un cuadro de “porquerías”, sólo mal vistas por espíritus reprimidos y asustadizos, como cuando Matías el ciego “mocho”, dice a la bella campesina Chabela, que Dios la va a castigar porque habla con los puercos que cuida. Intencionalmente el cineasta compara con los cerdos a los protagonistas, a través de su forma de comer, una suave ironía sobre la vida a que son reducidos los humildes; óptica que contrasta con la ingenuidad y sensualidad que la pareja muestra al hacer el amor de improviso en el arroyo o después de comer un trozo de caña. La felicidad de Eufemio y Chabela, “pelados” que viven despreocupados por la limpieza, contrasta con la pulcritud de los personajes “decentes” y enfermos de limpieza, como el viejo don Tomás Cruz, que compra cuatro asientos en el autobús para viajar solo o la solterona maniática que se hace lavar la espalda por una parienta mientras se queja del polvo del pueblo, y limpia una imagen religiosa antes de besarla, ella se perturba al ver a la pareja en el arroyo, se castiga por ello con piedras en el zapato y llama inmoral a Eufemio cuando este le pide ayuda. La película es bastante libre e incluso el erotismo de ésta fue realmente audaz para ese momento y las escenas de amor en el río se consideraron “muy fuertes” a pesar de ser sugeridas. Los críticos encontraron la influencia de Luis Buñuel en la escena del pordiosero ciego que, en el atrio de la iglesia, defiende con su bordón contra otros inválidos, el derecho a que la virgen se fije en él y le devuelva la vista. En efecto, tanto Buñuel como Alcoriza influenciados por la picaresca española, por Quevedo, siempre tuvieron la tendencia de salir del sentimentalismo del “pobre cieguecito”. Sobre Tlayucan escribe el crítico e historiador Jorge Ayala Blanco: “Una de las preocupaciones constantes del director parece ser la búsqueda de lo insólito, cotidiano, del detalle mordaz, de la paradoja monstruosa, de la ternura cruel”. Emilio García Riera comenta: “Alcoriza halló, sin buscarlo al parecer de modo deliberado, un hilo conductor muy interesante, el que remite a la profilaxis y sus connotaciones morales. Se adelantó a su época, porque los jipis no tardarían en intentar el descrédito de la identificación entre la limpieza física y la moral, que puede ser consigna de una hipocresía burguesa”. A la muerte de Alcoriza en 1992, Tomás Pérez Turrent apuntaba: “En Tlayucan Luis Alcoriza inicia un reconocimiento, redescubrimiento de la realidad tantos años omitida, escamoteada, y no sólo se trataba de la realidad física sino de la realidad social, política, cultural, imaginaria, la exploración desesperada de lo concreto”.
Ficha artística: Julio Aldama (Eufemio Zárate), Norma Angélica (Chabela), Jorge Martínez de Hoyos (cura Aurelio), Andrés Soler (don Tomás Cruz), Anita Blanch (Prisca), Noé Murayama (Matías), Dolores Camarillo “Fraustita” (Dolores), Pancho Córdova (sacristán), Juan Carlos Ortiz (Nico), Antonio Bravo (doctor), José Carlos Trowe (don Pedro), Eric del Castillo (Doroteo).
Ficha técnica: Productora: Producciones Matouk, Antonio Matouk; Productor ejecutivo: Angélica Ortiz; Gerencia de producción: Paco Crow; Argumento: Jesús “Murciélago” González; Guion: Luis Alcoriza; Fotografía: Rosalío Solano, Blanco y Negro; Cámara: Urbano Vázquez; Montaje: Carlos Savage; Sonido: Javier Mateos, Enrique Rodríguez; Música: Sergio Guerrero; Dirección artística: Jesús Bracho; Maquillaje: Dolores Camarillo “Fraustita”; Ayudante de dirección: Ignacio Villarreal.
Locaciones: Oaxtepec, Morelos; Duración: 95 min.; Estreno: 27/12/1963, Cine Alameda; Calificación: B; Premios: 1962: Festival Internacional de Cine de San Francisco: Mejor Actor Secundario (Noé Murayama); 1963: Diosa de Plata: Mejor Película, Dirección, Actriz (Norma Angélica), Actor (Julio Aldama), Actriz Secundaria (Anita Blanch), Actor Secundario (Noé Murayama), Fotografía; Óscares: nominación, Mejor Película Extranjera.
J. Ayala Blanco, La Aventura Del Cine Mexicano, Cine Club Era, México, 1979, p 105.
T. Pérez Turrent: “La Desesperada Búsqueda de lo Concreto”, Revista Siempre, diciembre, 1992, 8.
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