Director, productor, empresario teatral y académico. Huérfano desde muy pequeño, es adoptado por una tía paterna. Estudia en el Liceo Fournier, en el Colegio Grosso, en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Escuela Nacional de Ingeniería, misma que abandona cuando, en 1908, a los 21 años, toma posesión de la cuantiosa herencia de sus padres que le permite estudiar canto y dramaturgia en Europa.
De vuelta en México, Manuel de la Bandera establece una compañía teatral con Eugenia Torres en 1911. Más tarde, recorre el suroeste de los Estados Unidos y Europa con un espectáculo de variedades mexicanas montado en sociedad con su esposa Josefina Toledo (“Pepita de Triana”). Al término de su gira, enseña declamación y arte teatral en la Escuela Normal y en el Conservatorio Nacional de Música y Arte Dramático, respectivamente. En su calidad de director artístico de la México Lux, en 1916, actúa en la inconclusa Fatal orgullo, bajo la dirección de Felipe de Jesús Haro.
Funda la Escuela de Arte Cinematográfico para enseñar la técnica de actuación propia del cine mudo e imparte las cátedras de Ceremonial, Mímica y Maquillaje y la de Preparación y Práctica de Cinematógrafo en el Conservatorio.
Con alumnos de su escuela, Manuel de la Bandera produce y dirige su primera película Triste crepúsculo/1917, un doloroso melodrama con múltiples incidencias que agobian al hogar honrado de un ranchero, quien, sin querer, inculpa a su primogénito de la muerte del hijo del hacendado, que pretendía a la novia del joven, y la madre, que padece un mal cardiaco, al enterarse del arresto, como herida por un rayo, cae muerta. El “Epílogo” de la cinta presenta “la caída de la tarde con maravillosas tonalidades en virajes”, debido a la cámara de Carlos Martínez de Arredondo, cuyo trabajo es bastante elogiado. El rector de la Universidad Nacional, Natividad J. Macías, preside la presentación de la película en una de sus salas de estreno.
Más tarde, en el mismo año, con el argumento y la actuación de la periodista y escritora María Luisa Ross, dirige y protagoniza Obsesión/1917, sobre un escultor (él mismo) que se inspira para su obra magistral a costa de la muerte de su amada; el artista encuentra la inspiración para su obra, en los rictus de su amante moribunda; gestos sublimes que le permiten el tan anhelado triunfo artístico. La fotografía presenta “virajes y entintados bellísimos” que se deben al camarógrafo Miguel Ruiz Moncada.
Entusiasmado, el realizador emprende la fundación de los estudios Bandera Films, patrocinadora de la superproducción Cuauhtémoc/1919, melodrama histórico biográfico basado en la obra teatral de Tomás Domínguez Yáñez, con fotografía de Roberto A. Turnbull, que muestra la vida del héroe desde su juventud hasta su triste fin en la expedición de las Hibueras. Los amores de Doña Marina, con don Hernán Cortés dan margen a la parte sentimental de la obra. Una nota de la prensa afirmaba que en esta epopeya de la Conquista se ha deseado “patentizar el heroísmo de las dos razas, la conquistadora y la conquistada, enalteciendo a ambas”. La producción cuenta con la actuación de Gabino Ornelas (Cuauhtémoc), un luchador texano de origen mexicano; Manuel Domínguez Olascoaga (Hernán Cortés), Concepción Jaime (Xochiquetzali), y la participación de “miles” de extras.
Tras el fracaso económico de la empresa, abandona las actividades cinematográficas y retoma la enseñanza. Más tarde es socio fundador de la ANDA y, a fines de los cuarenta, establece la Escuela de Radio Locutores de México.
“Para los que nunca han filmado, y desean hacerlo, con la idea de que este dificilísimo arte, es la cosa más sencilla del mundo, la pantalla guarda muchas sorpresas, algunas desagradables, pues esa gran facilidad con que vemos trabajar a las eminencias de la escena muda, supone además de facultades, algunos años de constante práctica y serios estudios entre los cuales pueden considerarse como absolutamente necesarios; los de anatomía artística y sobre todo los de mímica. La mímica es la base del arte cinematográfico, y sin estos conocimientos previos sólo se hace arte por intuición, y ésta no convence, cuando no tiene el sello de la genialidad, aun en dicho caso, los genios nunca han desdeñado el estudio de la parte teórica, ni de la material o mecánica de su arte.
Como las películas se hablan, el actor de cine deberá tener especial cuidado de articular bien las palabras de su roll, particularmente aquéllas de mayor intensidad, tanto porque dichas así, ayudan al gesto como porque, en los espectadores, contribuyen poderosamente a la ilusión de lo que se está representando, pues pudiera decirse, que algunas veces hasta las vemos cuando el actor articula en la forma indicada.”
(Mefistófeles, “Algo Sobre el Actor de Cine”, Manuel de la Bandera, No. 10, 21/04/1917, en Cinema Reporter, “Historia del Cine Mexicano”, José María Sánchez García, No. 690, 06/10/1951, pp. 37-38)
Hijo de una distinguida familia mexicana, su padre combatió contra los invasores franceses con el grado de general y, entre sus tíos paternos, se cuentan un eminente canónigo, Juan María de la Bandera, y un reconocido médico, José María de la Bandera. Manuel de la Bandera se beneficia de una educación esmerada y su afición al canto lo lleva a cultivar su voz de barítono en España, Francia e Inglaterra, culminando en Milán con los maestros Casseli y Mantanelli y participa en diversas compañías de ópera europeas.
El presidente Venustiano Carranza ordena que se instituyan en el Conservatorio Nacional de Música y Arte Dramático, las cátedras de Preparación y Práctica del Cinematógrafo y de Ceremonial, Mímica y Maquillaje, mismas que se inauguran el 25 de abril de 1917. Luis G. Peredo y María Luisa Ross, asisten al profesor de la Bandera, esas cátedras fueron el origen de varios intérpretes cinematográficos que se desempeñaron en el cine mudo, como Fernando Navarro, Salvador Alcocer, las hermanas Celia y Emma Padilla, Elena Sánchez Valenzuela, las hermanas Catalina y Josefina D’Erzell, Honoria Suárez, Agustín Carrillo de Albornoz, etc. Manuel de la Bandera, más que nacionalista, era un chovinista empedernido, por lo que en su compañía no acepta a ningún extranjero. Ese empeño también se expresa en sus empresas fílmicas.
Para el rodaje de Cuauhtémoc, se establece una rigurosa disciplina que permite concluirla en casi un mes de trabajo; todos se presentan a las ocho de la mañana en los estudios asentados en el Parque España de la capital mexicana; un repique de campana suspende la filmación para comer a las doce y otro lo reanuda a la una de la tarde para concluir la jornada a las seis de la tarde o a las nueve de la noche, según las necesidades.
En 1917 los estudiantes de la Universidad Nacional prepararon un “lúcido té-concierto en honor del maestro Manuel de la Bandera”.
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