CHAVIRA, JUAN ALFONSO “JACHA”

Director, guionista, argumentista, adaptador y locutor de radio. En 1949 Juan Alfonso Chavira es auxiliar de producción de Cuatro contra el mundo/Alejandro Galindo y Bodas de fuego/Marco Aurelio Galindo, ambas producidas por César Santos Galindo para Cinematográfica Azteca. Posteriormente, a partir de 1957, empieza a trabajar como argumentista y guionista cuando participa en la serie Pancho Pistolas/Rolando Aguilar, formada por las cintas de episodios El tiro de gracia, Enterrado vivo, Duelo indio y El caudillo, que fue la primera producción formal de este tipo filmada en los Estudios América con personal del STIC, a la que le sigue Los tigres del ring/Chano Urueta, compuesta por Los tigres del ring, Secuestro diabólico, Furias desatadas y El torneo de la muerte, serie de la que también es guionista.

En esa época alterna su residencia entre Guadalajara y la Ciudad de México, puesto que en la primera se desempeña como locutor de radio y en la segunda, además de seguir como argumentista y adaptador cinematográfico, también escribe y produce programas de televisión.

Como escritor y argumentista, Juan Alfonso Chavira se especializa en participar en las películas formadas por episodios que se producen a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, en los Estudios América, y de las que se pueden citar las series El Relámpago/Chano Urueta 1958, El Rayo de Jalisco, La Máscara Roja y Los amigos Maravilla, las tres dirigidas por Ramón Peón en 1960 y de El Norteño/Manuel Muñoz 1962. Del resto de su filmografía como autor destacan sus coadaptaciones para La mente y el crimen/Alejandro Galindo 1961, Milagros de San Martín de Porres/Rafael Baledón 1963 y El Alazán y el Rosillo/René Cardona 1964.

En 1963 lo contrata la recién formada Películas Guadalajara para que dirija El hombre propone…, primera producción de la empresa y primer largometraje de Juan Alfonso Chavira. Cinta dividida en tres episodios: ¡Venganza!, Anselmo es violinista de una orquesta, el director de la misma le juega una broma por el Día de los Santos Inocentes, por lo que Anselmo le devuelve la broma con un final inesperado; La amenaza, un delincuente quiere desquitarse de Goliat quien lo humillaba cuando eran niños y amenaza con dañar a su familia, pero un giro de tuerca salva a Goliat y sus seres queridos; Carnaval, Mauricio es un ser preocupado por la diversión, el juego, vino y mujeres, viaja a Chapala en busca de Cristina, quien lo ha abandonado y se refugia con su padrino el cura del lugar; Mauricio toma la sotana del sacerdote pero es confundido y al acompañar a un hombre en su lecho de muerte se redime. La cinta es rodada en Guadalajara y Chapala, Jalisco. Actúan: Roberto Cañedo, Isabela Corona, Columba Domínguez y Germán Robles, entre otros.

Juan Alfonso Chavira escribe y adapta los tres cuentos de la cinta; la productora Películas de Guadalajara es asesorada por el padre José de Jesús Romero, jesuita radicado en la Ciudad de México, director del Instituto de Cultura Cinematográfico de la UIA. El padre Romero, además de escoger los cuentos, recomienda al español Pascual Aragonés con larga experiencia en el cine nacional, para que funja como productor ejecutivo de El hombre propone…/1963, primera y única cinta de ficción producida por la empresa.

Tras la experiencia como director, continúa escribiendo y adaptando películas durante cinco años más, tras los cuales abandona temporalmente el medio fílmico. Se desconoce el motivo de su ausencia durante más de una década, que transcurre entre 1968, fecha del último guion registrado que hace para otro director. Vuelve como autor de Sexo y crimen/Alberto Mariscal 1978, mismo año en que realiza su segundo largometraje y último filme, que también escribe y adapta: Mi nombre es Sergio, soy alcohólico/1978, historia de una pareja de dipsómanos que logran rehabilitarse; el filme es producido por los Estudios América y protagonizado por Andrés García e Hilda Aguirre.

“El padre Romero fue quien eligió los tres cuentos de Chavira contados en la cinta, y hay que abonar a su sensatez que ninguno de ellos pase del moralismo melodramático a la mochería desaforada; en todo caso, el tercero introduce lo religioso -el impío llevado a cumplir eficazmente una función sacerdotal- a efectos patéticos, pero, en conjunto, las historias se acogen sobre todo a la paradoja edificante y aún irónica. La película, estrenada de mala manera, pasó bastante inadvertida para el público y la crítica.”

(Historia documental del cine mexicano, Emilio García Riera, Vol. 9, 1961-1963, pp. 342-343)