Publicado en el: Diccionario del Cine Español e Iberomaericano. España, Portugal y América. (2012)
(Coordinación México, Perla Ciuk)
Sinopsis: Un dato que llama poderosamente la atención en 1950, el año de Los olvidados, es la impresionante cantidad de obras dedicadas a ventilar temas de violencia, pobreza, abandono infantil, niños de la calle y redención social, mismos que su realizador Luis Buñuel y su coguionista Luis Alcoriza exploraron desde una mirada muy alejada del imaginario fílmico de aquel sexenio “alemanista”. El propio Buñuel declararía: “Durante los tres años que estuve sin trabajar (1947-1949), pude recorrer de un extremo a otro la ciudad de México y la miseria de muchos de sus habitantes me impresionó. Decidí centrar Los olvidados, sobre la vida de los niños abandonados y para documentarme consulté pacientemente los archivos de un reformatorio. Esto es, mi historia se basó en hechos reales. Traté de denunciar la triste condición de los humildes sin embellecerlos, porque odio la dulcificación del carácter de los pobres…”.
La película de Buñuel, no tuvo conmiseración alguna para plantear los problemas de injusticia que involucraban a niños y jóvenes en un país que negaba su existencia. Ahí está para demostrarlo, la escena de la escuela-granja de Tlalpan donde la frustración social de esos adolescentes se exorciza despanzurrando gallinas con un palo, o aquella imagen en la que Pedro (Alfonso Mejía), el protagonista, es observado a través del escaparate de una tienda mientras es abordado por un pederasta. La barrera del cristal no sólo sirve para encuadrar y separar la escena de una realidad, prefigura una imagen poética de la opresión, la crueldad y la ambigüedad de una sociedad de doble moral.
Sin embargo, antes del éxito internacional de Los olvidados como el premio a la Mejor Dirección en Cannes, la cinta fue estigmatizada desde el inicio del rodaje: el brillante dialoguista Pedro de Urdimalas se negó a poner su crédito en pantalla. La encargada de peluquería renunció luego de la escena en la que Stella Inda rechaza a su hijo, alegando que ninguna madre mexicana sería capaz de tal infamia. Parte del equipo técnico no comprendían la insistencia de Buñuel por retratar un horror cotidiano, como las embestidas libidinosas del ciego Carmelo (Miguel Inclán), hacia la pequeña Alma Delia Fuentes, o los menores de edad trabajando en una improvisada feria. El estreno provocó indignación, al grado que se solicitó la expulsión de Buñuel de nuestro país.
Al igual que los cineastas neorrealistas, Buñuel evitó maquillar su relato y recurrió a los lugares verdaderos donde ubicaba su historia (Nonoalco, el pueblo de Tlalpan, San Juan de Letrán), barriadas alejadas, tanto de la mano de Dios como del gobierno, trastocados en escenarios insólitos por su crudeza y su verismo. Por ello, Los olvidados resulta un garbanzo de a libra, en una cinematografía que destacaba lo melodramático por encima de lo realista. La moraleja y los conceptos edificantes por arriba de la conciencia social y las injusticias. Un cine, cuyo pintoresquismo y folclor de la miseria ahogaba la posibilidad del testimonio sociológico, sepultando cualquier asomo de crítica. Y es que, sus personajes parecen seres de carne y hueso, no en balde, el cineasta eligió a actores desconocidos sin personalidades excesivas para dar vida a los protagonistas de su relato, rodeándolos de algunas figuras que se alejaban del encasillamiento y el renombre popular.
El espléndido fotógrafo Gabriel Figueroa fue el encargado de pintar con luces y sombras esa zona límite de la miseria y el esplendor de un mismo país. Descubría un Nonoalco árido y castigado por un sol calcinante en medio de edificios en construcción; los de un México que se alzaba bajo la miseria de una juventud urbana y desposeída. Asimismo, Buñuel mostraba el éxodo de miles de indígenas que dejaban sus rancherías para probar suerte en esa suerte de espejismo urbano en que se había convertido la ciudad, representado en el personaje del Ojitos (Mario Ramírez), niño indígena abandonado por su padre en la capital. Y a su vez, exponía una suerte de documento sociológico sobre el crimen, la violencia y la falta de oportunidades para los jóvenes, en una sociedad hostil que crea delincuentes y víctimas sacrificables como lo refiere el ciego Carmelo, cuando escucha los disparos que ciegan la vida del Jaibo (Roberto Cobo): “¡Ya irán cayendo uno a uno! ¡Ojalá los mataran a todos antes de nacer..! No obstante, lo más curioso de esta obra magistral es su doble final. Uno, devastador y de una crudeza insoportable, que ha prevalecido desde su estreno y el alternativo, donde la maldad es castigada y la buena conciencia triunfa sobre una realidad maquillada, la de un país donde el melodrama ha sido su principal apuesta.
Ficha artística: Alfonso Mejía (Pedro), Stella Inda (madre de Pedro), Roberto Cobo (El Jaibo), Miguel Inclán (don Carmelo, el ciego), Alma Delia Fuentes (Meche), Francisco Jambrina (director de la escuela granja), Jesús García (padre de Julián).
Ficha técnica: Productora: Ultramar Films, Óscar Dancigers (y Jaime Menasce); Productor ejecutivo: Fidel Pizarro; Argumento y Guion: Luis Buñuel y Luis Alcoriza, con la colaboración en los diálogos (sin crédito) de: Max Aub y Pedro de Urdimalas; Fotografía: Gabriel Figueroa (blanco y negro); Montaje: Carlos Savage; Sonido: José B. Carles y Jesús González Gancy; Música: Rodolfo Halffter, sobre temas originales de Gustavo Pittaluga; Escenografía: Edward Fitzgerald.
Estudios: Estudios Tepeyac. Duración: 80 minutos. Estreno: 9 de noviembre de 1950. Clasificación: C.
Premios: Festival de Cannes, Mejor Dirección. Premio Ariel, Mejor Película. Dirección, Coactuación Femenina (Stella Inda), Actuación Infantil (Alfonso Mejía), Actuación Juvenil (Roberto Cobo), Fotografía, Adaptación, Argumento Original, Edición, Escenografía y Sonido.
Bibliografía:
Historia Documental del Cine Mexicano, Emilio García Riera.
Una mirada Insólita. Temas y géneros del cine mexicano, Rafael Aviña.
La aventura del cine mexicano, Jorge Ayala Blanco.
Los olvidados, Agustín Sánchez Vidal, Rafael Aviña, Carlos Monsiváis y Gabriel Figueroa hijo.
RAFAEL AVIÑA
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