(Publicada en el suplemento cultural “Sábado” del periódico unomásuno)
De saco y portafolios, pelo corto, bien peinado, llega el cineasta puntual a nuestra cita. Salvador Carrasco rompe con el esquema del joven director de cine, de cabello largo, en desgastados pantalones de mezclilla y lentes oscuros. Nacido en el año de 1967 en la Ciudad de México, en el seno de una familia de clase media, de padres profesionistas y tres hermanas mayores estudiantes de la UNAM, Carrasco, adolescente atraído por el gusto cinéfilo de sus hermanas, asiste con ellas a los ciclos del CUC (en Odontología 35) y a la Muestra Internacional de Cine.
A los 19 años ingresa al CUEC (Centro Universitario de Estudios Cinematográficos), donde sólo estudia un año. Jorge Ayala Blanco, controvertido crítico de cine, maestro de maestros, recuerda a Carrasco en su paso por esta escuela como un alumno brillante, cuya cultura e inteligencia rebasaban a las de muchos de sus profesores.
Continúa posteriormente su carrera cinematográfica en Nueva York, becado por Paulette Goddard -actriz que fue esposa de Chaplin a finales de los 30-, el Chemical Bank, la NYU (New York University) y Manuel Arango a través de la fundación Universo XXI, quien también le proporciona, años más tarde, el primer apoyo financiero de La otra Conquista.
De esta etapa, Carrasco se expresa con respeto y agradecimiento del entonces cónsul de México en esa ciudad, don Manuel Alonso, quien lo ayudó en este periodo y quien fue testigo de la gestación de La otra Conquista.
A los 31 años, Salvador Carrasco hace su debut como realizador con la película La otra Conquista, primera cinta mexicana distribuida por la Twentieth Century Fox. Este filme, que ya ha rebasado el millón de espectadores y las seis semanas de exhibición, es el resultado del trabajo encabezado por Salvador Carrasco y el productor Álvaro Domingo, quienes, rodeados de un equipo de verdaderos profesionales, en su mayoría mexicanos, han llegado a la conquista de las grandes ligas del cine, y sin duda alguna lo van a conseguir.
Le invito a conocer quién es Salvador Carrasco y el largo camino que tuvo que recorrer La otra Conquista para llegar a la pantalla.
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¿Cuál es el primer recuerdo cinematográfico que llega a tu memoria?
Cuando yo tenía diez, once años, aproximadamente, así… por asociación libre, recuerdo dos películas que me impactaron muchísimo: Naranja Mecánica de Stanley Kubrick, y La vida de las marionetas, de Bergman, dos películas que me hicieron pensar que si yo podía dedicarme a algo que hiciera sentir a la gente lo que yo estaba sintiendo al ver esas películas, sería formidable. Porque eran experiencias muy profundas, muy intensas que me hacían pensar mil cosas, y sobre todo, haz de cuenta que había visto la película el sábado, y el miércoles seguía dándole vueltas a las imágenes, los diálogos y demás. Desde entonces me sedujo el poder de difusión del cine, la sala oscura donde se reúnen cientos de personas que prestan atención incondicional a lo que está contando el autor durante dos horas. Desde pequeño me llamó mucho la atención eso; sin embargo, no decidí dedicarme a esto hasta que acabé la prepa, porque me interesaban muchas cosas, entre ellas la Astronomía y la Historia del Arte. El cine se prestó muy bien, porque podía estudiar todo lo que me interesaba, Literatura, Historia, Ciencia. Toda la parte mecánica del cine es fascinante, no hay dos días de trabajo iguales, diario es una experiencia completamente nueva y hay varios problemas que resolver, y demás. La contraparte es que la ejerces muy poco, sobre todo en México. Entonces hay que compensar fuera del set, preparándose. Yo creo que una parte intrínseca del cine es estar leyendo siempre, nunca dejar de leer, porque es la forma en que te vas enriqueciendo y finalmente vas desarrollando historias que contar.
¿Entonces terminas la preparatoria y entras al CUEC?
Entro al CUEC en el 87 y desde el principio comienzo a tramitar becas, que tenían que ser varias para poder asistir a la Universidad de Nueva York, pues mi familia no las podía pagar; son carreras obscenamente caras. De hecho, toda mi formación académica en la Escuela Moderna Americana fue desde el Kindergarden hasta tercero de prepa, becado.
¿Desde un principio pensaste en estudiar fuera?
No era por una deficiencia o por algo que no encontrara aquí, era por experimentar otra cultura, llevaba en el DF toda mi vida, y en el CUEC eran puras materias de cine, y yo sentía que a los 19 años necesitaba una formación más global. Puedo decir que lo que más aprecié de ese año en el CUEC fue la clase de algo así como… Historia general del cine, que daba Jorge Ayala Blanco; realmente era una clase fascinante de la que se aprendía muchísimo y a ésa sí llegaba diez minutos antes, ya que no me quería perder ni media palabra. También tengo como satisfacción a nivel personal que a La otra Conquista le fue muy bien con la crítica de Jorge Ayala Blanco. Me fascinó, me encantó, se me hizo profunda, inteligente, y realmente viene de una persona que respeto muchísimo. No tenemos una relación personal, fui su alumno hace 13 años, y sé que si no le hubiera gustado, me hubiera hecho trizas, como a tantos otros; sin embargo, aunque hubiera sido negativa, yo hubiera respetado su crítica.
¿Al escribir La otra Conquista, ficción basada en un hecho histórico, te dejas llevar por la imaginación totalmente, o tú mismo te censuras?
¡Bueno! En el caso de una película de época, pues sí, sí hay las barreras que te impone la época precisamente, ¿no? El evitar los anacronismos, el respetar, por ejemplo, aquí respeté muy rigurosamente, al pie de la letra, casi día a día la cronología de Cortés; no quería estar mostrando algo que en 1526 no hubiera pasado. Nótese que la cronología tiene que ver con la campaña que realizó Cortés a Las Hibueras, lo que hoy es Honduras, que es cuando ahorcó a Cuauhtémoc. Por cierto que, a su regreso, se deshace de Marina, la sustituye por Tecuichpo, la hija mayor de Moctezuma. Todo esto era así, incluso la escena de la película en que le otorga la provincia de Tacuba y el proceso que se dio el 27 de junio de 1526; en todo eso quise ser muy exacto, muy riguroso. Porque sí tenemos personajes históricos, como Cortés, como Tecuichpo, y los personajes ficticios también te imponen…, pues si no barreras, digamos parámetros. De lo que uno cree que puede haber sido el espíritu de la época, la lógica, los personajes o Topiltzin, que como tal no existió, pero yo estoy convencido de que hubo no uno, sino muchos Topiltzines, que sostuvieron esa lucha de resistencia a raíz de la conquista, y que es un personaje que en determinados momentos me parece más real que los llamados históricos. Entonces… bueno… ahí hubieron todos los parámetros de la historicidad, y luego el relato como te va imponiendo su propia lógica, o sea, conforme vas creando un personaje hay cosas que ya no puede hacer el personaje por como está delineado. Entonces no le llamaría tanto autocensura, pero sí el crear un esquema, que tenga esa coherencia interna, el ser muy respetuoso de esa coherencia interna, para que conserves la credibilidad y el desarrollo narrativo que finalmente hace que el público emprenda este viaje a 1526 o no lo emprenda, ¿no?
¿A qué atribuyes que el tema de la Conquista sea casi inexistente en nuestro cine?
Es innegable que sigue siendo un tema espinoso, pero también creo que hay una apertura muy significativa de la sociedad civil hoy en día, y que ya ese argumento, que a mí mismo me dieron varias veces de que “es un tema muy delicado”, está cayendo. Y que, al contrario, por ser un tema delicado, vamos a afrontarlo, vamos a explicarlo, vamos a explorarlo y vamos a expresar finalmente lo que viene siendo un punto de vista más. Porque, por supuesto, no pretendimos nunca que esto fuera la nueva historia oficial o la nueva versión de la Conquista, porque sería caer en el absurdo. De la versión que te pueden enseñar en la primaria, que es muy fácil cuestionarla y decir pues no me la creo, tiene que haber habido algo un poquito más complejo o más matizado. Yo en lo que sí espero que pueda contribuir con su granito de arena La otra Conquista es en abrirlo como tema de discusión, y creo que eso se está dando no sólo a nivel intelectual de varios escritores que ya han publicado sobre la película, sino a nivel cotidiano también de la gente que finalmente es. No te pasa nada por hablar de esto y no sólo eso, sino que -al contrario- puedes descubrir muchas cosas importantes y sobre todo que te ayuda a entender no sólo el pasado, sino algunos aspectos del presente. Insisto: no es que la película te dé esas respuestas o iluminaciones, pero sí el cuestionamiento al que te invita la película, yo creo que te puede llevar a la reflexión personal, que sí te ayuda a entender ciertas cosas.
Siete años tardó La otra Conquista en llegar a la pantalla; en este largo camino, ¿cuál fue el mayor reto a vencer?
Yo siempre aposté al público y quizá fue la lucha más difícil de todas…, bueno…, después de conseguir el financiamiento, porque ahí sí me encontré muchísimas trabas: que si era una película que la gente no iba a entender, que era demasiado seria, que a la gente no le atrae el tema histórico, que era muy arriesgado tener un protagonista indígena, que iba a ser muy difícil no caer en el maniqueísmo, en fin, mil y un pretextos. Casi casi sentía que estaba planeando un proyecto que iba a ser la fórmula del fracaso seguro, ¿no?, según mucha gente. Y sin embargo, uno de los mayores incentivos fue lo que yo sentía como mexicano al vivir en este país y al darme cuenta de cómo va cambiando la sociedad. El puro hecho de presentar la secuela de la Conquista desde la perspectiva indígena, cómo pudo haber percibido este proceso tan violento, tan trágico, creo que es algo que muchos de nosotros habíamos especulado, ¿cómo habrá visto el indígena?, ¿Qué habrá sentido la primera vez que le pusieron una estatua de la Virgen enfrente, qué habrá pasado por su cabeza? Y la película trata de imaginarse eso, ¿no? Y yo creo que esta puesta ha sido verdaderamente la otra conquista de esta película, el haber conectado con el público. Y que una cinta de la que, en determinado momento nos dijeron que nadie la iba a ver o que a lo sumo 5 mil personas, ya ha rebasado el millón.
¿En ésta tu primera película hay un estilo cinematográfico propio?
Yo creo que sí. Mira, hubo algo que leí precisamente que leí en la crítica de Kevin Thomas de “Los Angeles Times”, que me ayudó a entender esto del lenguaje cinematográfico en la película, que además creo que por ahí debería de ir la verdadera labor del crítico, en ayudarte a entender cosas, en iluminarte, más que en haber encontrado el detalle que está mal. El decir algo así como que era una película que cambiaba una forma artística muy rigurosa con un contenido emocional desbordado, y creo que un poco fue por ahí. Los encuadres están muy cuidados; Ayala Blanco dijo que había un delirio esteticista en la película o algo así, y así lo siento; todo buscaba que fuera de esta forma, tener un lenguaje más clásico. No es un lenguaje de MTV ni la cámara epiléptica, que evidentemente no tengo nada en contra de eso. Siento que aquí la temática pedía una aproximación más clásica, en que nos fijáramos en lo que está sucediendo en cuadro; en otras palabras, que el encuadre estuviera en función de la historia. A mí no me importa que se hable del movimiento de la cámara o la iluminación, lo que más me importa es el tema, la historia que se cuenta, ¿no? Eso por un lado y, por otro, yo estoy muy satisfecho con el nivel de actuación, siento que fueron actuaciones muy sinceras, de mucha entrega, de mucha pasión, incluso diría yo, y creo que esa combinación de un lenguaje formal muy controlado, muy riguroso en cada movimiento de cámara era exacto, con actuaciones pues muy cándidas, muy abiertas, dio una combinación interesante; al menos eso es como yo lo veo. Este es un lenguaje que me gustaría seguir explorando, cuidar mucho el cuadro, tener referencias pictóricas, que, en este caso para insertar a la película dentro de la cultura mexicana, se encuentran referencias a Saturnino Herrán, Diego Rivera, Clemente Orozco, el Dr. Atl, y no son para que se reconozcan, sino para que el lenguaje plástico de la película, y los escenarios y todo logren que se sienta que es parte de la cultura mexicana, Por supuesto no falta quien, además de todo, capte todas las referencias. Me pasó hace poco, vio la película Carlos Monsiváis y mencionó todas, y pues también eso es satisfactorio, ¿no?
¿Te ha inspirado algún cineasta en particular?
¡Sí! La verdad el que más es Stanley Kubrick; algo que me fascina de su trabajo es la versatilidad temática. Me encanta cómo puede abordar la historia de Barry Lyndon como una historia de Vietnam, hay un grado de compulsión que profundiza en el tema, y por otro lado son películas muy conmovedoras. ¡Ojo!, no estoy diciendo que mi cine sea como el Kubrick ni nada por el estilo. También me encanta el cine de Kieslowski, hay un rigor formal en los emplazamientos, en la iluminación y demás, me gusta el humor de Luis Buñuel, la inmediatez, lo sincero, cómo va al inconsciente; éstos son los primeros tres que se me vienen a la mente.
¿Por qué escogiste a Arturo de la Rosa como fotógrafo?
Me dirigí a varios, tuve muchas entrevistas, no menos de diez. Sinceramente me decidí por Arturo por temperamento, por química, me acomodó muchísimo; mucha gente me decía que ¿cómo con Arturo, que hizo La risa en vacaciones?, que no sé qué. Lo admirable es precisamente que pueda hacer La risa en vacaciones y que pueda hacer Goitia, Ulama, en fin, que tenga esa versatilidad, además de ganarse el pan de cada día. Todo trabajo es loable, además, él traía la ecuación resuelta, la experiencia que a mí me fallaba al ser ésta mi primera película, trabajé muy a gusto, yo empezaba y él iluminaba.
¿Cuándo escribes el guion, tienes ya definidos a los actores?
No, ni uno solo, para serle sincero. Escribí el guion en Nueva York en algún momento y vine a México a tratar de seguir el guion, y no pude, me bloqueé, necesitaba la perspectiva, la distancia. Ya que tenía el guion, vine a hacer el casting. Y ahí yo creo que le ventaja fue que, como no conocía a nadie ni nadie me conocía, pues no sabía quién era conocido, quién no era conocido, ni nada de nada; eso fue una bendición, porque tuve la libertad de elegir según veía a través de la cámara de video, y en ese sentido fue un casting muy transparente.
¿Cómo preparaste a tus actores?
Pues por lo mismo que es mi primera película, no te puedo decir que tengo un método. Lo que sí tratamos en el caso de La otra Conquista, por el tema y demás, fue que hubiera muchas lecturas al respecto. Me gustaba darles muchas lecturas que presentaran puntos de vista contradictorios, por ejemplo: lo mismo leer “La matanza del Templo Mayor”, contada por Miguel León-Portilla, basado en los anales de Tlatelolco, que contada por Vasconcelos, parece que estás hablando de dos sucesos distintos. O el personaje de Cortés según José Luis Martínez en “Los juicios de residencia”, o por algunos de los biógrafos de la época. Me gustaba mucho cotejar esto con los actores, que vieran que desde las primeras interpretaciones, había diferentes puntos de vista sobre sus personajes. Íbamos a tratar de matizar a estos, que el más villano tuviera un momento en que nos identificáramos con él, o que pareciera que lo que estaba haciendo tenía un motivo y su razón de ser.
¿Por qué se le ha dado a la música un espacio tan importante en La otra Conquista?
Yo creo que una gran ventaja es que la música es un lenguaje universal, ¿no? Ahí sí, todos respondemos a ella, tiene ese poder, no hay barreras de lenguaje ni de nada. Desde el principio me atrajo la premisa de que hubiera dos voces, dos lenguajes, dos estilos, que en este caso serían la música clásica orquestal sinfónica coral de Samuel Zyman, y la música étnica de Jorge Reyes. A través de la música estos dos mundos se encuentran en la película; conforme avanza, empiezan a interactuar, se fusionan, se repelen, se convidan y al final tenemos este producto híbrido que es mucho más que la yuxtaposición de españoles e indígenas o europeos, es una nueva cultura, con una voz propia, que es el sincretismo, y entonces se prestó muy bien esta premisa musical.
¿Plácido Domingo no tuvo nada que ver en la estructuración musical?
¡No! Él se concentró exclusivamente en el aria, que fue un aria que se creó originalmente para la película, aria que compuso Zyman basado en un poema que yo escribí, como una especie de epílogo a la película, que tiene que ver con la creación de la Virgen de Guadalupe, como creación de nuestra identidad cultural.
¿En qué etapa estaban cuando se quedan sin recursos económicos?
En realidad, lo que sucedió es que había tanto escepticismo respecto al proyecto, que lo que decidimos hacer Álvaro Domingo y yo fue reunir algo de dinero, filmar unas secuencias, como 20 minutos de película aproximadamente; filmamos la matanza del Templo Mayor y todo el ritual de conversión de Coyoacán. Entonces filmamos eso en el 92, para poder traer un VHS debajo del brazo y enseñarlo, y decirle a la gente: “Bueno, más o menos va por ahí. La película se va a hacer así, va a tener este tono”. Eso ayudó mucho. La cantidad a levantar era tan grande, más de tres millones de dólares, y como lo estábamos haciendo a través de la iniciativa privada, pues fue poco a poco y se llevó años, en el 92 sabíamos que con la cantidad que teníamos no lo podíamos lograr. La mayor parte se filmó en 1995, de lo que quedó en pantalla, el 30 por ciento se filmó en 92 y el 70 por ciento en 95.
¿De haber contado con mayores recursos, hubieras integrado escenas bélicas?
Te lo voy a confesar, sí. Creo que es la primera vez que lo digo. La película empezaba con una secuencia que siempre me quedaron ganas de hacer, que es cuando Moctezuma le habla al pueblo desde la azotea del Templo Mayor, tratando de apaciguarlo, y lo hieren con una pedrada. Yo tenía la idea de que nuestro personaje Topiltzin le diera la pedrada. Pero ésa sí nos rebasó a nivel de valores de producción; yo hubiera querido tener las multitudes.
¿La película ya en pantalla quedó como lo habías imaginado?
Sí, muy parecida, incluso a nivel story-board, por ejemplo, trabajé muy de cerca con mi esposa, Andrea Sanderson, que en el aspecto creativo fue mi brazo derecho; hice el story-board con ella, fue la supervisora musical, fue la diseñadora de producción, tomó las fotos fijas, en fin. El otro día, viendo el story-board, concluimos que es parecidísimo a como quedó la película. Sí hubo una concepción muy clara de lo que buscábamos, y así se dio.
¿Cómo fue que La otra Conquista estaba programa en la Muestra de noviembre del año pasado, y un día antes de la función de prensa apenas y dio tiempo de avisar que quedaba fuera?
Pues mira, fue una situación muy lamentable; la verdad me da gusto que tú me lo preguntes directamente, a diferencia de los que nada más se ponen a especular. Nosotros habíamos adquirido un compromiso con la Cineteca, nos invitó Alejandro Pelayo, después de ver la película, a participar en la Muestra. Insisto, a diferencia de lo que se publicó por ahí, que por un palancazo de no sé quién diablos, que es realmente una acusación estúpida por lo falsa. Entonces nos invitan a participar en la Muestra, y para mí era un orgullo, era algo muy importante. Yo estaba con Álvaro, estábamos en el Festival de Mar del Plata, en Argentina, y nos vinimos a México, a compartirla con el público de la Muestra. Llegando, nos enteramos de la decisión de la Fox de retirarla, por razones de comercialización. Ellos entraron como distribuidores, después del compromiso adquirido con la Muestra, lo que pasa es que al obtener los derechos de distribución, eso supeditaba los compromisos que teníamos nosotros, ¿no?, y fue algo lamentable.
¿Y no pudo haber una concesión?
Se buscó. Eduardo Echeverría, el director general de Fox en México, le llamó a Alejandro Pelayo de la Cineteca, y le explicó que como ahora la Muestra ha crecido tanto, como ahora se exhibe en tantas ciudades, era un lanzamiento, que la iban a ver miles y miles de gentes y a la Fox como distribuidora no le convenía. Eduardo ofreció que nada más se exhibiera en la Cineteca y en otras salas selectas del DF. Alejandro, pues, le dijo que no, que eso no iba con el esquema de la Muestra, y que era todo o nada, que también lo entiendo y también lo respeto.
¿Tienes algún proyecto en puerta?
Sí, precisamente ahorita estamos levantando una coproducción, cuyo nombre tentativo en inglés es “Tracker”. Yo la voy a dirigir y Álvaro Domingo está como productor asociado a través de la compañía Carrasco-Domingo Films, es una película coproducida entre España, Inglaterra, Estados Unidos y México; acaba de entrar la parte británica con un productor que se llama Jeremy Thomas, que hizo las últimas películas de Bertolucci. Se está consolidando el proyecto. Es una película en inglés que transcurre en tiempos de la Independencia de México, con un guion que me fascinó a mí. Es una historia de aventuras con un romance, muy sui géneris, muy fuera de lo común. Algo que me interesa como director mexicano, es que la película se sienta realmente mexicana, que las situaciones y los personajes, todo se sienta mexicano, y ahorita andamos en eso. Por otro lado, me ofreció un contrato de representación una agencia que se llama Endevour, que está en Hollywood; entonces tiene sentido que pase parte del año ahí por proyectos que se generan allá; y también creamos una subsidiaria de nuestra compañía productora Carrasco-Domingo Films.
¿Un consejo a los que se inician en el mundo del cine?
Pues el de perseverar como loquitos, ¿no?, y de veras se aplica lo de como loquitos, porque así te ven todo el tiempo. Desde que platicas tu idea, hasta que la estás realizando, de eso no te salvas nunca. Pero así es. Tienes que creer en lo que estás haciendo y, claro, aceptar los comentarios y la crítica. Eso te ayuda a redefinir y mejorar las cosas. Pero la esencia de lo que estás haciendo te tiene que tocar tanto el cerebro como el corazón. Porque si no, no aguantas, no resistes tantos problemas y tanto escepticismo y tantas dudas y tantos rechazos y demás. Entonces, si se van a dedicar a esto, que le entren con toda la pasión del mundo y más.
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