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REPORTAJES

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ENTRE EL TRAPECIO Y LA CÁMARA

Autor: Perla Ciuk

Fecha: 10/10/2002

“El cine, “¡es un acto de resistencia, locura y vehemente terquedad! Me comentó  hace un par de años -al calor de la plática- un destacado cineasta; él basaba su argumento en la rudeza y el fuerte carácter que se requieren para llevar un guión  a la pantalla, proceso que toma años, y que incluye desde enfrentar la primera grilla, que nunca falta, hasta convertirse en el líder de un equipo de “70 expertos” y no perder la cabeza, la cual “debe de permanecer fría y serena ante una bola de envidiosos, amargados y frustrados –los críticos- y la  respuesta del público, cualquiera que ésta sea.” Y en efecto, el camino del cine es largo y difícil, sin embargo nunca falta el aficionado, que entusiasmado con la magia de éste y sobre todo ignorante del entorno, se lanza sin red a la gran aventura. El salto puede resultar mortal o… maravilloso.

 

 

***

 

La familia Bell proviene de una larga tradición circense que se remonta, por lo menos al mimo inglés James Bell y sus hijos James, Jack y Henry, acróbatas, y Ricardo, el más pequeño, el clown. Éste último radicó en nuestro país a partir de 1883 y en 1907 creó su propia compañía, la segunda trouppe Bell conformada por él y sus trece hijos, el “Gran Circo Bell”. En 1910 asustados por la inmediata revolución, los Bell emigran a la Habana y después a Nueva York. Al morir Ricardo Bell Guest en 1911, su numerosa familia funda el circo, “La Compañía Bell”. Al estallar la  primera guerra mundial en 1914, varios de los hermanos son enlistados en el ejército inglés, de modo que el negocio familiar se detiene durante un par de años. Una vez reunidos y de nuevo en el camino,  en 1919 la Compañía Bell hace una temporada en Guadalajara, Jalisco, ciudad cuya tranquilidad los atrapa y en donde deciden establecerse en 1920. La numerosa familia se acomoda en un caserón, que compran al cónsul de la embajada Suiza, ubicado en la esquina de Avenida Chapultepec y Avenida Vallarta.

 

En 1921, de gira en EU., los Bell asistieron a la exhibición de la película El patriota, en la que los mexicanos aparecen como unos verdaderos salvajes, y donde el personaje principal, “Pancho Zapillo”, el más bandido, era el ídolo del país. Aficionado a la fotografía y especialista en iluminación y el manejo de aparatos de efectos para las presentaciones del circo, a su regreso en 1922, Alberto Bell indignado con aquella cinta,  propuso a sus hermanos la filmación de El último sueño,  una película que pondría en alto los valores del mexicano; el proyecto entusiasmo a todos. La cinta se rodó ese año, en la residencia familiar y los  alrededores de la ciudad, con la participación de ocho miembros del clan, y bajo el guión de Celia Bell, quien sobre su trabajo comentaba: “es interesante  y poético con marcadas tendencias de explotar la aún sombría ciencia del espiritismo.”  Jesús H. Abitia reveló el material en sus estudios de la Ciudad de México y la distribuyó en sociedad con los Bell. El melodrama narra la historia de un matrimonio aristocrático salvado del divorcio por la intervención del fantasma de su hijo muerto. “Mi idea respecto al cinematógrafo, es hacer  obra verdaderamente nacional. En las diferentes clases sociales se pueden escoger costumbres sumamente interesantes, sin necesidad de presentar tipos repugnantes que indudablemente desprestigiarían a nuestro país. Se puede presentar al ranchero típico, de anchas calzoneras y sombrero ancho, de alma noble y no el pelado borracho de malos instintos,” declaraba Alberto Bell en “Revista de Revistas” el 24 de diciembre de ese año, poco después del estreno. En el mismo artículo, el autor –anónimo- apunta: “Por la primera producción de los Bell se podrá juzgar lo que harán ellos en un futuro no muy lejano. En ella se pintan admirablemente nuestras costumbres sin echar mano de recursos populacheros, y sin embargo, es una obra de verdadero interés.”  En realidad la película se alejó de la idea inicial, ya que el melodrama se sitúa en el marco de una aristocracia envuelta en líos fantasmales.

 

La cinta se estrenó en el Teatro Degollado de Guadalajara junto con el mediometraje Fausto y Margarita, producido por los mismos Bell, en el que Óscar representaba una pantomima que formaba parte del espectáculo de la Compañía Bell. Ambas realizaciones fracasaron en taquilla, nunca se recuperaron. Animado trás la primera película, y con el patrocinio de la familia, Jorge filma en 1928, también en Guadalajara, los cortometrajes documentales Revista de Guadalajara y La última semana del general Obregón; el primero, un esfuerzo de revista noticiosa –que quedó en sólo una emisión- y el segundo, un montaje con escenas de los últimos días del sonorense hasta su cortejo fúnebre. En los EU. Ricardo Bell Jr. participa en 1930, en dos cintas en español: Las campanas de Capistrano dirigida por Leon de la Mothe, en la que tiene un tercer papel, después de Cora Montes y Luis de Ibargüen y en La jaula de los leones de Fred Balshofer, es supervisor escénico con Romualdo Tirado y sus hijas Amalia, Alicia y Rosita se integran al reparto. Escribe el  guión de su único largometraje en 1933, El pulpo humano, codirigido con Guillermo “Indio” Calles, melodrama de poco éxito, trama en el que un joven es apresado por un crimen que no cometió, historia con final feliz. Aparece aquí en un papel secundario; en la cinta actúa por primera vez en el cine sonoro, Sara García, quien –como todos sabemos- se especializa más tarde en papeles de abuelita. El pulpo humano es la última relación conocida de los hermanos Bell con el cine nacional.

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