BECERRIL, GUILLERMO, GUILLERMO [H] y MANUEL

De los documentalistas Guillermo Becerril, y sus hijos, Guillermo y Manuel, la información existente no permite determinar sus datos biográficos, y no siempre es posible discernir los créditos individuales de las numerosas “vistas” que como exhibidores itinerantes filmaron. Encabezados por Guillermo Becerril, probablemente se inician en el cine como exhibidores en marzo de 1897, en Guadalajara, con un vitascopio Edison.

Entre 1899 y 1900 instalan hasta cuatro carpas en la Ciudad de México. Después, regresan a la exhibición ambulante siguiendo de manera regular la ruta Guadalajara, Tepic, Mazatlán, Hermosillo y Chihuahua, en fechas establecidas de acuerdo con las festividades locales, aunque también se presentan en otras plazas. Guillermo Becerril muere en Mérida en mayo de 1903, aunque la razón social, Hermanos Becerril o Becerril Hermanos, existe por lo menos desde 1899, y con ella se presentan hasta mediados de la primera década del siglo.

Como los hermanos Alva y la sociedad Salvador Toscano-Antonio F. Ocañas, Guillermo Becerril (h) filma una de las versiones de las Fiestas del Centenario de la Independencia, de la que forman parte Llegada del Marqués de Polavieja y Maniobras militares en Anzures. Él mismo, con sorprendente oportunidad, registra Los últimos sucesos sangrientos de Puebla y la llegada de Madero a esa ciudad en julio de 1911. En 1912, el gobierno contrata a Guillermo Becerril (h), Salvador Toscano y a los Alva para hacer propaganda política.

Después de la Decena Trágica en febrero de 1913, no hay más noticias suyas. Con el inicio de la producción de largometrajes argumentales, Manuel Becerril se encarga, con Antonio F. Ocañas, de la fotografía de Barranca trágica/Santiago J. Sierra 1917, de Santa/Luis G. Peredo 1918 y con Luis Santamaría de La llaga/1919, también de Luis G. Peredo.

“… Para dar idea de la técnica que prevalecía entonces, baste decir que el buen don Manuel protestaba enérgicamente cuando el director le pedía que acercara su cámara, no digamos para tomar un close-up, sino simplemente la figura de alguno de los personajes. Don Manuel se defendía de esto, que consideraba un desacato, alegando que en el cine, como en el teatro, debía verse en todo momento la escena completa. El Sr. Becerril poseía varias cámaras, una Ernemann, que era de lo mejor que hasta entonces se conocía, y otra Universal que le costó un dineral y que era la última palabra en la materia. Pero él no usaba ninguna de estas máquinas. Empleaba con preferencia una de su invención, provista de una lente alemana finísima; pero que por su aspecto, daba la impresión de un enorme cajón de bolero que, al funcionar, sonaba exactamente igual que una matraca.”

(Todo, R. Larriva Urías, No. 232, 17/02/1938, en Crónica del cine mudo mexicano, Gabriel Ramírez, pp. 76-77)