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ANTOLOGÍA DE PELÍCULA

José Felipe Coria

PELÍCULA: ROSAURO CASTRO

DIRECTOR: Roberto Gavaldón, 1950

AUTOR: JOSÉ FELIPE CORIA

Publicado en el: Diccionario del Cine Español e Iberomaericano. España, Portugal y América. (2012)

(Coordinación México, Perla Ciuk)

 

Sinopsis: El licenciado García Mata llega a un pueblo a investigar la muerte de Cardoza, que era candidato a presidente municipal y enemigo declarado del cacique local, Rosauro Castro. El presidente municipal en turno, don Antonio, está por completo al servicio de Rosauro, quien aparentemente lleva una vida tranquila y hogareña con Marta y su hijo, Ángel. Sin embargo, el cacique es amante de Esperanza y tiene un conflicto fuerte con Chabelo, novio de Celia, la maestra del pueblo. Chabelo ha desobedecido el deseo expreso de Rosauro de desaparecer. Debido a la presencia del licenciado, Rosauro persigue con un lazo a Chabelo hasta que logra atraparlo como a un animal, pretende evitar así carearse con él ante el licenciado. Un día, Marta se entera de la infidelidad de Rosauro y lo abandona. El pueblo ya vive muy alborotado y en un tiroteo callejero, cuya víctima se pretendía que fuera Rosauro, es asesinado accidentalmente Ángel. Rosauro no se da cuenta de este hecho, ya que la bala atraviesa la ventana pagándole a la sombra del niño que estaba detrás de la cortina viendo la balacera. Rosauro, herido, decide festejar en grande que sobrevivió el atentado, al lado de Esperanza. Marta, sin embargo, le avisa que su hijo ha muerto. Ciego de ira y clamando venganza, cae en mitad de la calle abaleado por don Antonio.

Para muchos, este filme es la primer gran obra maestra absoluta de Roberto Gavaldón, debido a que está en sincronía con las obsesiones y las temáticas literarias de su guionista José Revueltas. Asimismo, hay en este relato un sentido filosófico y moral sobre los mecanismos del poder absoluto y su ejercicio sin ninguna cortapisa. Recurriendo al actor Pedro Armendáriz, le da al personaje un curioso cariz humano, como si la violencia de sus sentimientos, nobles o viles, justificaran el abanico de abusos al que se entrega.

Pero si puede considerársele obra maestra absoluta, acaso se deba al sorprendente uso de elementos que parecen casi puestos al azar. Como ese retrato de Cardoza, que es reemplazado, en el poste en que se encuentra pegado, por la cara de un payaso, aviso de la llegada al pueblo de las marionetas de Rosete Aranda. Ese mismo retrato de Cardoza se utiliza para que el barbero limpie su navaja y tire la hoja usada con los ojos de Cardoza llenos de crema para afeitar, confirmando la suerte que ha corrido. Por igual, llama mucho la atención ese recurso retórico, eminentemente visual, al que Gavaldón recurre siempre en sus mejores filmes: al momento de los disparos que matan a Ángel, sucede un rápido corte en el que vemos a Rosauro festejando. El contrapunto fiesta-muerte siempre tuvo un peso fundamental en la obra de Gavaldón, pero es en Rosauro Castro donde queda de manifiesto su uso como contundente gramática visual, magistralmente captada por Martínez Solares.

En este filme los recursos visuales fluyen al servicio de la sin duda más grande tragedia del cine mexicano, la del poder y su encarnación en un macho brutal que destruye incluso lo que ama, en especial su hijo Ángel. Los recursos visuales son muy sutiles, como el uso de una misma escala de planos con la que se conceptualiza la cinta, transmitiendo una sensación de inmovilidad. La abundancia de primeros planos y de planos generales, entrelazados con mesura, logran retratar un México estancado en sus usos y costumbres. El tono amargo de la denuncia nunca es panfletario. Se vuelve lucidez pura gracias a lo gélido de la concepción visual que retrata con enorme distancia tanto los seres como los hechos que pueblan la ficción. Esto que parecía en los 1950 ejemplo de frío academicismo, con el tiempo se revela como contundente observación que nunca da moralejas, pero que exhibe en carne viva la herida de un poder que se consideraba inextricable a pesar del cambio de régimen. Es, por decirlo así, un cine más inspirado en las ideas dramáticas de Bertolt Brecht que en el melodrama tradicional mexicano.

El esquema literario de Revueltas es bien aplicado por Gavaldón: va del análisis a la síntesis, a nivel de argumento, y de la precisión a la ambigüedad, en términos visuales, lo que es una rareza tanto en su tiempo como medio siglo después.

Rosauro Castro funda un género rural donde el punto de vista es múltiple, y así lo confirma la estructura del filme, que amplía las bases de una temática folklórico-mítica que Gavaldón desarrolla en sus siguientes filmes El rebozo de Soledad/1952, Macario/1959, El siete de copas/1960 y El gallo de oro/1964.

Ficha artística: Pedro Armendáriz (Rosauro Castro); Carlos López Moctezuma (don Antonio); María Douglas (Marta); Isabel del Puerto (Esperanza); Mimí Derba (doña Margarita); Carlos Navarro (Chabelo Campos); Arturo Martínez (licenciado García Mata), Antonio del Puerto (Ángel), Conchita Gentil Arcos (madre de Chabelo), Rossana Ladrón de Guevara (Celia).

Ficha técnica: Productora: Cinematográfica Azteca, México; Productores: César Santos Galindo, Pedro Armendáriz y Roberto Gavaldón; Gerente de producción: Alfonso Morones; Guion: Roberto Gavaldón y José Revueltas; Argumento: Roberto O’Quigley; Fotografía: Raúl Martínez Solares (en blanco y negro); Operadores: Manuel Gómez Urquiza, Cirilo Rodríguez; Edición: George Crone; Música: Antonio Díaz Conde; Canciones: Silvestre Vargas y Rubén Fuentes; Escenografía: Gunther Gerszo.

Estudios y laboratorios: Churubusco; Duración: 90 minutos; Estreno: Cine Palacio Chino, Ciudad de México, 22 de diciembre de 1950.

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