Se carece de la más mínima información sobre J. Jamet, el misterioso director de La luz/La luz, tríptico de la vida moderna. La protagonista, Emma Padilla, en una entrevista se refiere al incógnito director artístico Jamet, que el reportero registra como Jammais. Es probable que Jamet sea un seudónimo.
Con un argumento que se atribuye a un señor Genin, la idea de la cinta la concibe Ezequiel Carrasco con el empresario Max Chauvet a través de México Lux Film. Aparentemente, además de la fotografía, Carrasco carga con gran parte de la responsabilidad, pues personalmente selecciona a los protagonistas de la clase de Preparación y Práctica de Cinematógrafo que imparte Manuel de la Bandera en el Conservatorio, y realiza los virajes y demás efectos ópticos que halagan el gusto del público y de la crítica.
El cine italiano inspira el argumento de La Luz; sus divas inspiran a Emma Padilla, quien con Ernesto Agüeros, Evelia Padilla, Margarita Cantón, Carlos de Juambelz, Carlos Clindor y Francisco Escobedo, actúan una trama amorosa que vive las tres fases luminosas del día: amanecer, cenit, y ocaso. Su historia retoma el de la película El fuego/Il fuoco/Piero Fosco 1915, con Pina Menichelli, estrenada aquí en 1916 con gran éxito, Febo Mari comparte los roles estelares con Menichelli y se basa a su vez en una obra de Gabriel D’Annunzio.
Melodrama romántico, que trata sobre un príncipe indolente que está al borde de la muerte, lleno de cansancio y amargura. Ella es un ángel destructor, cruel y efectivo. Sus vidas se cruzan en un bosque y él se enamora perdidamente de ella hasta que llega el hastío. Ella revolotea alrededor de otros corazones mientras él languidece de nostalgia, de ese mal desconocido que ignoran los doctores pero que los poetas diagnostican en sus versos con el nombre de “mal de amores”.
La película consta de 4/5 rollos y se filma en varios lugares de la Ciudad de México: San Ángel Inn, la terraza del Castillo de Chapultepec –teniendo como fondo los volcanes– el lago de Chapultepec, los canales de Xochimilco y los Viveros de Coyoacán.
“Y si no, ¿qué se ha dicho hasta ahora de cierto de La luz, una película que además de estar confeccionada con material de procedencia dudosa, constituye un desacato a la estética, al divino arte silencioso y hasta al sentido común? ¿Qué se ha dicho de los artistas mexicanos que interpretan el argumento insustancial y soso, artistas, que han cacareado repetidamente, faltando a los más rudimentarios principios de modestia, su colaboración para la efectividad del arte cinematográfico mexicano, y que han trocado sus nombres, perfectamente castizos, por apellidos rusos y árabes, de difícil pronunciación? Nada, absolutamente nada.
Los cronistas, magnetizados por unos bellos ojos de mujer, atraídos por los dineros de una empresa productora, se deshicieron en elogios que sirvieron más que para enseñar a los que piensan que no supieron valerse de su propio criterio para trasmitir sus impresiones porque los habían ahorcado con una soga de oro.”
(El Pueblo, “De la relativa independencia de criterio de algunos cronistas y de alguna otra cosa”, 13/05/1917, en Salón Rojo, Luis Reyes de la Maza, p. 172)
La luz/La luz, tríptico de la vida moderna/1917, película equivocadamente considerada por los cronistas de la época como la cinta inaugural del cine mexicano de largometraje y argumento. De Emma Padilla, la protagonista, por sus finos rasgos, sus movimientos, gestos, ademanes y actitudes, se dice que evoca gratamente a la diva italiana Pina Menichelli.
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