Gonzalo T. Cervantes es un pequeño empresario que en las dos primeras décadas del siglo XX se dedica a la exhibición ambulante. Organizado en una pequeña compañía familiar, con muchas dificultades recorre el centro del país: León, Puebla, Veracruz, Orizaba, etc. Como todos los ambulantes de la época, para atraer al público y granjearse la buena voluntad de autoridades civiles y eclesiásticas, filma aspectos y acontecimientos de los lugares donde ofrecen funciones. Así, acopia “vistas” o breves documentales que después presenta en otros sitios. Del material filmado -desfiles, vistas panorámicas, carnavales, asuntos locales, catástrofes, accidentes, etc.-, sólo conocemos los títulos de algunas vistas filmadas entre febrero y abril de 1905 en Orizaba, Veracruz.
“Al otro día, tempranito, mi padre dijo: ‘¡Levántense, vámonos!’ ¿A dónde nos llevará? No nos dijo palabra; nos vestimos como cuando fuimos a misa y ahí nos vamos. Llegamos al curato, nos llevó al curato y ahí que le habla al señor cura: ‘Vengo a verlo a usted, nos ha echado la desgracia, no tenemos qué comer, no tenemos nada; usted ha dicho que nuestro espectáculo es nocivo, que es malo, inmoral’; nuestro espectáculo no es inmoral, es un espectáculo culto, y además de culto tiene una de las bases esenciales, traemos La Vida, Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ¿es inmoral? Contesta el cura: ‘Pues ya lo dije yo, y yo no me pudo desdecir, de manera que…’ Entonces mi padre recurrió a las damas católicas como medio de que nos dieran algo. Salimos. Total, ése fue nuestro peor fracaso; lo peor que hemos tenido en la cinematografía.”
(Entrevista de Aurelio de los Reyes con Valente Cervantes, 02/02/1974, en Cine y sociedad en México 1896-1930, Vol. I Vivir de sueños 1896-1920, Aurelio de los Reyes, pp. 41)
La obra de Gonzalo T. Cervantes sobrevive gracias a los testimonios vertidos por su hijo Valente Cervantes al historiador Aurelio de los Reyes y que nos permite aproximarnos parcialmente a la difícil vida de los exhibidores itinerantes de fines del siglo XIX y principios del siguiente. Es esta empresa la que contrata al camarógrafo Guillermo Becerril (h) en 1911 para registrar el arribo del entonces candidato Francisco I. Madero a la ciudad de Puebla, de la que resulta Los últimos sucesos sangrientos de Puebla y la llegada de Madero a esa ciudad.
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