BEST MAUGARD, ADOLFO

Pintor y teórico del arte, es conocido como “Fito Best” considerado uno de los pintores viajeros. Marcha a Europa donde estudia a Rafael, Velázquez, Rembrandt y Rubens entre otros: entabla una cercana amistad con Matisse, Cezanne y Gaugin y examina en detalle el cubismo. Entre 1912 y 1913 se exhiben unos paisajes suyos en el Salón de Otoño en París, etapa en que conoce a Diego Rivera, con quien tiene una estrecha relación. Vuelve a México en 1914 y se interesa en las artes plásticas y escénicas, especialmente en las tradiciones y manifestaciones del arte popular, influido por las teorías etnológicas de Franz Boas. Participa activamente en el movimiento de las Escuelas de Pintura al Aire Libre.

En 1920 expone con gran éxito en varias galerías de Nueva York, participa como escenógrafo en diversas piezas de ballet y decora fiestas millonarias. En 1921 de regreso en México, se encarga de la puesta en escena en teatro de “La Noche Mexicana”. Es jefe del Departamento de Educación Artística (1921-1924), de la Secretaría de Educación Pública, bajo el mando de José Vasconcelos.

Aunque el gobierno le encarga supervisar y censurar el trabajo fílmico de Serguei M. Eisenstein, ¡Que Viva México!/1931, en realidad lo asesora, apoya y admira. Influido por esta experiencia, emprende la filmación del cortometraje Humanidad/1934, homenaje al trabajo de las instituciones públicas, en el que utiliza un lenguaje cinematográfico innovador y ángulos dramáticos de la cámara, patrocinado por la Beneficencia Pública y muy elogiado por Rivera.

Su único largometraje, La mancha de sangre/1937, basado en un texto de Miguel Ruiz, se produce en condiciones de marginalidad y de poco presupuesto y se convierte en una película maldita que se adelanta a su tiempo, historia que se filma conforme al “verismo” alentado por el artista, en locaciones de barrios obreros de la Ciudad de México, con algunas escenas en los Estudios Azteca, evitando el uso de actores profesionales.

Best Maugard, relata en un tono desdramatizado los conflictos de una prostituta, Stella Inda, con su “padrote”, Heriberto G. Batemberg, y sus amores con un joven obrero desempleado, José Casal. Por su contenido es mutilada por la censura y su estreno se pospone hasta 1943. La cinta desaparece sin dejar rastro y se convierte en película mito, hasta que es recuperada —incompleta, sin algunos rollos de sonido y la última imagen— por la Filmoteca de la UNAM. Muere en Atenas cuando visitaba la Acrópolis.

“La película de Adolfo Best, Humanidad, es la mejor prueba local de la justeza de lo que él pide al cine, ‘el verismo‘. Desde luego, la película de Best es bellísima en sí misma, es, de lejos, la mejor película que se ha producido en México. En realidad, es una obra que sostiene la comparación con las mejores de la producción internacional. Si México tuviera un asomo de consciencia [sic] de sus propios valores, de la cual carece completamente, el film de Best sería centro de sensación y timbre de gloria para la producción nacional. Además sería un magnífico instrumento de propaganda para el país. Y la enorme superioridad del film de Best reside precisamente en su ‘verismo’ sobre la artificialidad teatral del resto de la producción mexicana.

Creer que la infantil, paupérrima industria del cine mexicano puede competir con Hollywood en una técnica semejante, sobrepasa los límites de la ingenuidad para entrar en el dominio de la estupidez. En cambio, en el terreno ‘verista’, México es una mina inagotable, por lo que se puede llamar ‘riquezas naturales cinematográficas de México’, es decir la belleza infinita y variada de sus escenarios naturales y de la gente que puebla su territorio.

Para explotar esta mina y extraer de ella millones de pesos se requiere una sola condición, condición por desgracia muy rara, ser un artista cineasta de talento genial. Humanidad de Adolfo Best demuestra que él la tiene. ¿Habrá en México siquiera un hombre de empresa cinematográfica que lo entienda? Si no lo hay tanto peor para el cine nacional y para el bolsillo de los empresarios miopes.”

(“Sobre Humanidad”, Diego Rivera, 20/04/1939, pp. 73-75. Reproducción facsimilar del manuscrito en Frente a la Pantalla, Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán y Federico de Onís)